La discapacidad es algo que continuamente se oculta, que coloca lo privado dentro de lo privado, en ese baúl del ático que todo el mundo sabe que está ahí, pero lleva 50 años sin abrirse. Como cuenta Paloma en este libro, cuando la discapacidad no se ve, cuando “no se nota”, cuando no cumple con las expectativas capacitistas, cuando aparentemente un cuerpo cumple con esa capacidad obligatoria de la que habla Robert McRuer, cuando son cuerpos que tienen ese ablepassing (que no es más que un capacitismo que se nos cuela hasta los intestinos), entonces, la discapacidad no existe, es una invención de la persona, es como a mí me dijeron una vez “un intento de leerse desde la opresión porque es lo que el capitalismo quiere, que nos leamos siempre como oprimides aunque no lo estemos”. Y la dislexia es eso, lo que no se nota, lo que no se ve, lo que se oculta, lo que se cuestiona, lo que continuamente se castiga, se controla, se intenta curar, se borra. En este libro, que es un poco como un abrazo para les lectores, pero también para todo el movimiento anticapacitista, Paloma saca a la luz el tabú, arrastra la discapacidad, la dislexia, fuera del arcón, la pone encima de la mesa y colectiviza todos esos los malestares de lo oculto, les da todo el trasfondo político que tanto se intenta borrar cuando se oculta, cuando se niega, cuando se esconde. Además, lo hace la una intención clara de no borrarse, de no censurarse, de no corregirse, en un texto donde, lo que comúnmente se llaman faltas de ortografía, pero para mí es la pura pluma disléxica, brotan sin amarrarlas, sin cuestionarlas, sin normalizarlas. Se trata de un ejercicio de destruir a la policía del lenguaje, al borrado disca y a toda terapia de reconversión que trata de negar, de ocultar y de arreglar todos y cada uno de los cuerpos lisiados. En este libro Paloma quema todos los armarios, los libros que nos patologizan, los informes que la encorsetan, deja de ocultar lo que siempre se esconde para utilizarlo como herramientas de autodefensa y hacer con ellos barricadas que nos defiendan del capacitismo.
A ritmo disca Paloma va entretejiendo junto a su madre qué es eso de habitar lo disca, de habitar lo fronterizo, lo liminal. Escribe desde el dolor y abre esa herida colectiva que supura entre la falta de textos en castellano, el dolor de la incomprensión, las fronteras de la normocapacidad, el no lugar, los ritmos académicocapitalistas insostenibles y la violencia capacitista que nos persigue para hacer, lo que es para mí, un proceso de limpieza profunda de esa herida. Una limpieza colectiva, que pese a ser escrita por Paloma y su madre acaba atravesando a tode aquelle que lo lee y que lo encarna y a su vez entreteje distintas perspectivas desde el antirracismo y el anticapacitismo que se asumen como lejanas pero que comparten espacios y nos atrapa a todes esa red, en una misma telaraña enmarañada, revuelta, pero siempre junta.
Paloma nos cuenta su discatopía, abre sus entrañas,
se sale de su cuerpo para crear este texto tullido, errante, un poco monstruoso
que nos permite pensar nuevas utopías, nuevas formas de concebir nuestros
cuerpos, otras formas de dibujar nuevos horizontes donde el dolor, lo disca y
las heridas tanto individuales como colectivas si tengan cabida, si estén
presentes y no como un añadido, como un +1, sino como parte de la realidad,
como algo de lo que no podemos ni queremos huir.
Este libro acaba siendo esa respuesta que todes
habríamos querido darle a les profesores que nos quitaban puntos en un examen
por tener faltas de ortografía, que nos cuestionaban por no habitar un cuerpo
normativo y se esforzaban por encerrarnos en una jaula que no cabíamos. Este
libro reivindica lo anormal, el fracaso; la lentitud; lo torcido; el error; la
calma y el descanso frente al progreso y la rapidez capitalista; el parar a ver
la vida pasar como viejecillo, que se sientan en un banco a ver las obras; el
renunciar la productividad para poner en el centro los cuerpos, las vidas, los
cuidados… Es una reivindicación de los cuerpos disléxicos, de los cuerpos
discas como cuerpos desviados, atrincherados y subversivos. El sobrevivir sin
normalizarse, sin someterse a las lógicas capacitistas que borran continuamente
los cuerpos que les estorban, los cuerpos-fracaso, los cuerpos felizmente
inútiles.