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domingo

BIOPOLÍTICA DEL ARMARIO por JAVIER SAEZ DEL ALAMO

 


Fotografía Samuel de Román 


Javier Sáez del Álamo (Burgos, 1965) es sociólogo, traductor y activista gay español, especialista en teoría queer y en psicoanálisis. Ha participado en los últimos 30 años en diversas asociaciones LGTB y queer (La Radical Gai, Grupo de Trabajo Queer GTQ, Col·lectiu Gai de Barcelona), y ha publicado varios libros sobre teoría queer. Ha traducido al castellano numerosos libros de figuras clave del movimiento feminista y queer como Judith Butler, Monique Wittig, Jack Halberstam, bell hooks o Sara Ahmed.

jueves

TRANS* por JACK HALBERSTAM. Reseña de EDUARDO NABAL

 

Trans*. Por Jack Halberstam. Editorial Egalés

“Empecé a escribir este libro el día que murió David Bowie”. Una frase así pertenece al universo a la vez lúdico y riguroso de Jack Halbestam uno de los activistas y teóricos sobre la transexualidad y el transgenerismo más importantes de las últimas décadas.

miércoles

Entrevista a JAVIER SÁEZ por EDUARDO NABAL.



ENTREVISTA A JAVIER SÁEZ SOBRE LA TRADUCCIÓN DE “UN ARCHIVO DE SENTIMIENTOS” de ANN CVETKOVICH
Por Eduardo Nabal



Javier Sáez es activista marica y traductor.

lunes

Entrevista a JAVIER SÁEZ traductor de “EL ARTE QUEER DEL FRACASO” de JACK HALBERSTAM por EDUARDO NABAL

Javier Sáez, activista marica y traductor. Autor del ensayo "Teoría queer y psicoanálisis"


 -Eduardo Nabal:Tú ya habías traducido “Masculinidad femenina” de Halberstam
(Ed. EGALES), un libro importante y referencial. ¿Qué lugar crees que ocupa este autor y su trayectoria en los actuales estudios sociales, queer y de género y sexualidades?
-Javier Sáez: Jack Halberstam es un referente en los estudios queer y trans*. Tiene una gran habilidad para localizar los problemas actuales sobre las identidades de género y sexuales, y ha aportado ideas muy innovadoras sobre la masculinidad ejercida por las mujeres y sobre los hombres trans*. Además mantiene una actitud política crítica, anticapitalista, e inconformista, y tiene en cuenta a las minorías raciales en todos sus análisis.
Por cierto, Halberstam acaba de publicar un nuevo libro, Trans*, donde aporta ideas muy innovadoras sobre los retos actuales de las comunidades trans*. Precisamente lo acabé de traducir ayer, saldrá en un par de meses en EGALES.

miércoles

TERRORISMO MACHISTA por JAVIER SAÉZ DEL ALAMO


La historia de la palabra “terrorismo” tiene que ver con quien tiene el poder de escribir. En eso radica el poder, en ocupar la posición de escribir (la historia) o de dar sentido a las palabras, según convenga.
A finales del XVIII la palabra “terrorismo” era utilizada por la propaganda monárquica para criticar al gobierno jacobino de la Revolución Francesa. Durante la Segunda Guerra mundial los nazis utilizaban esa palabra para calificar a la Resistencia. Los EEUU la utilizaban en los 70 y 80 para definir a los movimientos guerrilleros que luchaban contra las dictaduras (que apoyaban y financiaban los EEUU). En España se utiliza desde los años 70 para definir las acciones de grupos armados que por medio de atentados intentan desestabilizar el Estado (ETA, Grapo, etc.).
Las acciones armadas que realiza el gobierno israelí contra la población civil palestina no es terrorismo, según el lenguaje dominante actual. La intervención de EEUU en Vietnam, donde asesinaron a 2 millones de personas (civiles), no es terrorismo. Como tampoco lo es el lanzamiento de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. De hecho en las noticias de esta semana sobre el aniversario de esos bombardeos, los telediarios hablaban de que “se lanzaron las bombas”. Así, en impersonal. “Cayeron” bombas, del mismo modo que, a veces, llueve. No citaban qué gobierno las fabricó y lanzó.
Como vemos, terrorismo es un término flexible. Por eso yo voy a utilizarlo a mi manera, definiendo el terrorismo como un estado social donde un grupo de personas vive situaciones de terror. Y me refiero a la violencia machista.
Un país donde cientos de mujeres son maltratadas por sus parejas o ex parejas diariamente es un país que mantiene una situación de terror colectivo, el que experimentan todas esas mujeres. No es un terrorismo planificado o dirigido por el Estado o por un grupo organizado, pero es un estado de terror. No nos referimos sólo a lo más visible, el hecho terrible de que en España es asesinada una mujer cada semana (de media, pero a veces más). No “muere”, como dice a veces la TV de forma impersonal. Lo repito: es asesinada Sólo ese dato debería poner en alarma a todo el país, y a todo un gobierno.
Pero si además añadimos los escalofriantes datos de denuncias diarias (347 al día en 2014), de órdenes de protección (se dictan 51 al día), las 28.000 condenas al año, y las casi 600.000 mujeres que sufren esa violencia cada año, vemos que estamos viviendo en un Estado que tiene un gravísimo problema, donde una importante parte de su población femenina vive aterrorizada, sufriendo violencia cotidianamente, y lo que es peor aún, con una gran impunidad en lo que se refiere a los agresores. A esa situación la denomino terrorismo machista. Los datos de este artículo de Miguel Lorente no dejan lugar a dudas:
El gobierno anterior tampoco logró una aplicación efectiva de la Ley Integral contra la Violencia de Género, como demuestra el excelente informe que redactó María Naredo para Amnistía Internacional:
Por eso toda banalización de la violencia machista es una colaboración con ese terrorismo. Las manipulaciones neomachistas sobre “denuncias falsas” suponen una colaboración con ese terrorismo. La pasividad e inacción del gobierno ante estos casos es cómplice de ese terrorismo. No hay funerales de Estado por esas mujeres, ni declaraciones del Presidente, ni hay un pacto de Estado contra la violencia machista. Conceder sólo el 16% de las medidas de protección solicitadas es colaborar con ese terror. Reducir las medidas de asistencia a las víctimas, las casas de acogida, las subvenciones a ONGs  y los programas que trabajan contra esta violencia, es colaborar con el terror. Y mirando más allá, a las raíces sociales y culturales de este problema estructural: no educar en feminismo a niños y niñas, que no haya programas de igualdad en las escuelas e institutos, no cuestionar la cultura patriarcal y heterocentrada en que vivimos, es también una grave carencia que está en la base de esa banda de machitos que sólo saben resolver el abandono o la crisis de pareja asesinando a su mujer o su ex mujer (que, a pesar de ese “su”, no es suya; y quizá ahí está parte del problema, en esa cultura del amor romántico, basado en los celos y la posesión). A la jerarquía de la iglesia, a la que tanto le gusta meterse en la vida de las personas, tampoco la hemos visto nunca manifestarse contra la violencia machista. Y equiparar la violencia de género que sufren las mujeres con un presunto “maltrato a los hombres”, como hace la Policía de Madrid, es una grave ofensa a las víctimas:

Aquí el patriarcado tiene un papel fundamental. Si 600.000 hombres españoles sufrieran violencia cada año, otro gallo cantaría. El gallo cantaría. Eso sí sería un “problema de Estado”, o un problema de “terrorismo”. Pero en esta país quienes escriben las leyes, quienes juzgan los casos y quienes dirigen el sistema educativo, están inmersos en esa cultura patriarcal. Y no sólo ellos. Tampoco hay una renovación feminista en los partidos o agrupaciones de izquierdas, ni en las ONGs, cuyas cúpulas siguen siendo copadas casi al 100% por varones, y donde el feminismo y la igualdad de género casi nunca es una prioridad.
Por eso es urgente una reacción colectiva contra este estado de terror. El principal problema de este país es la violencia de género, y mientras no lo coloquemos todos y todas en la primera línea de nuestra agenda política, estamos colaborando con esta forma de terrorismo silencioso.

Artículo compartido del blog de Javier Saéz

lunes

SOBRE OSOS Y MASCULINIDADES por JAVIER SAÉZ


En los últimos años proliferan en el estado español dos subculturas gays que expresan el deseo por los hombres “viriles”: los osos y los leather (cuero). Como aficionado a ambas culturas, en mis paseos virtuales (por los chats) y reales por los lugares de encuentro osunos y letherones he encontrado cierto tufillo plumófobo que me da que pensar (no hablar en femenino, no soltar pluma, etc). Podemos entender estas posiciones sobre la masculinidad de dos formas: asumiendo que existen “hombres de verdad” (como la canción de Alaska o el anuncio de Soberano), o bien mostrando que la masculinidad no deja de ser un recurso tan artificial como la pluma.

domingo

ENTREVISTA A JAVIER SÁEZ, POR EDUARDO NABAL ARAGÓN



Javier Sáez nació en Burgos en 1965. Es licenciado en sociología. Realizó estudios de doctorado con Jesús Ibáñez, y de psicoanálisis en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano con Jorge Alemán y Sergio Larriera. Actualmente vive en Estrasburgo, donde trabaja como consejero en la Secretaría General de Asuntos del Pueblo Gitano del Consejo de Europa. Acaba de traducir al castellano de "No al futuro. La teoría queer y la pulsión de muerte" de Lee Edelman (Ed. Egales)


Diario Progresista CYL (DPCYL): Has traducido al castellano algunos de los libros más importantes de la teoría queer en todo el mundo desde Monique Wittig a Judith Hallberstram además de aportar tu propia cosecha teórica y activista. (“Teoría queer y psicoanálisis”, “Por el culo “con Sejo Carrascosa) ¿No es agotador trabajar en temas que – a pesar del éxito logrado en ocasiones- dan poco dinero y no siempre llegan a toda la gente, más aún en estos tiempos? ¿Compensa el esfuerzo?

Javier Sáez (J.S.): Sin duda compensa el esfuerzo. La traducción es algo necesario cultural y políticamente, permite que los textos lleguen a muchas personas que de otro modo no tendrían posibilidad de acceder a su contenido. Es una forma de democratizar el conocimiento y la acción política. Estos libros que he traducido, Butler, Wittig, ahora el de Edelman, son herramientas de debate, de análisis y de cambio social importantes. Por otra parte el propio ejercicio de traducción es un reto apasionante, es siempre una aventura jugar con el lenguaje, y a veces hay que ser bastante creativo.

DPCYL: Lee Edelman es un teórico queer bastante iconoclasta con el que compartes un punto en común que caracteriza a la teoría queer pero que todavía es visto con muy malos ojos cuando no ignorancia supina: la herencia y la crítica del psicoanálisis y sus diferentes vertientes. ¿Cómo ves tú el legado del psicoanálisis en la teoría feminista contemporánea en autoras como Butler, De Lauretis etc?

J.S.: Creo que el legado del psicoanálisis es innegable, al menos en estas dos autoras. Butler utiliza a menudo los textos de Lacan como herramienta de subversión del sujeto, y se reapropia de enfoques analíticos para sus propios objetivos. De Lauretis es muy freudiana, aprovecha parte de la obra de Freud sobre el deseo para hacer una resignificación lesbiana del mismo, y en su último libro explora la pulsión de muerte freudiana de forma muy subversiva. La visión contemporánea del sujeto, del deseo, de las ciencias humanas, del sexo, serían impensables sin la obra de Freud, que yo considero bastante subversivo, a pesar de que tenga a veces posiciones bastante machistas. Pero para ser un señor vienés de clase media de finales del XIX lo que plantea es sorprendente.

Para mí el psicoanálisis es como un puente. No hay que quedarse en él, pero hay que pasar por él para llegar a otros sitios.

DPCYL: Edelman utiliza a Hitchcock (en concreto dos películas suyas) y algunas obras clásicas de la literatura en lengua inglesa para una visión si no negativa cuando menos altamente crítica del mundo y las instituciones heterocentradas. ¿Ves negativismo en su discurso (lo de No al futuro suena muy punk) o al contrario una revisión profunda y ya urgente de algunos de los canones de la cultura occidental?

J.S.: Creo que Edelman plantea un negativismo político, como forma de resistencia al poder. Decir no a ese señuelo de la esperanza en el futuro, al proyecto social que siempre promete un bien, decir no al futuro porque es el cebo que nos tiende el poder y que nos hace perder la libertad. Para él lo queer puede significar una posición política y ética de resistencia, de decir no a todo eso y de negarse a aceptar las identificaciones, los ideales que te propone el sistema.

En ese sentido el libro es muy subversivo, no propone nuevos ideales o una esperanza o un proyecto de futuro. Le interesa más el goce.

DPCYL: La recientemente fallecida Eve Kosofsky Sedgwick tuvo problemas en la academia por la publicación de un artículo titulado “Jane Austen y la niña masturbadora” ¿Sabes algo de la acogida de los libros de Edelman en el ámbito en que trabaja como docente?

J.S.: Sus libros han tenido un notable impacto en activistas y en académicas queer. De Lauretis lo cita mucho en sus últimos trabajos, Judith Halberstam y Leo Bersani también. Para grupos activistas se ha abierto el debate de cómo articular esa ética anti social, sin caer en una especie de pesimismo o inacción, o en una vertiente autodestructiva, de muerte, que es donde nos ubicaba el cine históricamente (el gay que acababa muerto o suicidado). Para otros grupos lgbt supone un discurso demasiado radical, contra la normalidad. Por eso mismo me gusta este libro, es incómodo y no da soluciones de manual de autoayuda.

DPCYL: Recuerdo una frase de Paco Vidarte “Ni lo queer nació en la academia ni entrará nunca en ella de forma pacífica” .No obstante, hay cada vez más gente interesada por lo queer en distintos campos culturales. ¿Cómo ves esta evolución aquí y ahora?

J.S.: Paco era un hombre brillante y muy honesto, supo ver pronto los peligros de una asimilación académica o museística de lo queer, y hablamos mucho de esos peligros, por eso cerramos el curso de la UNED sobre teoría queer, nos estábamos convirtiendo en una especie de gurús de lo queer. En mi opinión ahora hay dos derivas: una activista y política que utiliza las herramientas queer en luchas sociales concretas; y otra deriva “queer chic”, de personas que utilizan lo queer como carrera individual, explotando su atractivo para buscarse una forma de vida, alejada de los movimientos sociales. En mi caso acabé un poco cansado de ese elitismo queer, por eso el libro que escribí con Sejo Carrascosa sobre el culo fue un intento de volver a problemas reales, a la discriminación de los pasivos, con un lenguaje llano y claro no hecho para especialistas.

DPCYL: ¿Crees que la producción teórica va acompañada de una invitación a la acción? Hay aquí libros como “Intersecciones”, “El eje del mal…” o “Transfeminismos” que dan claves para un nuevo activismo alejado de viejos dogmas, pero, en ocasiones, se tiende a cierto elitismo intelectual, o al menos eso se oye en boca de muchos. ¿Crees que es una cuestión de pereza mental o hay algo de verdad en eso?

J.S.: Creo que hay algo de verdad, y algo de mentira. Por un lado creo que es legítimo que haya textos elaborados y de alto nivel intelectual; lo contrario es paternalista, es pensar que la gente es tonta y no es capaz de entender un texto elaborado. A veces hay que esforzarse, hay ideas que son complejas y exigen tiempo y un lenguaje especializado. Por otro lado es verdad que a veces desde lo queer caemos en una excesiva pedantería; incluso cuando no es necesario complicamos la sintaxis o el vocabulario. Pero los libros que mencionas son bastante orientados a la acción, hacen críticas sociales claras y bastante útiles. Tienen cierto nivel, pero son comprensibles.

DPCYL: A pesar del conservadurismo en las Universidades anglosajonas, encontramos muchos trabajos de crítica de la cultura y teoría queer (Bersani, Braidotti, D.A. Miller, Thomas Waugh, Butler…) que van entrando tímidamente en algunos programas académicos. ¿Crees que aquí sucede lo mismo o se sigue considerando una excentricidad?

J.S.: Aquí esos enfoques son muy minoritarios y mal vistos por la academia, que sigue siendo muy machista y heterocentrada. No hay ni un solo master de estudios LGTB, y menos aún queer. Lo que sí hay es más producción de libros de temática queer, pero son experiencias individuales, hechas con mucho esfuerzo, y porque hay editoriales como Egales que se arriesgan y apoyan estos proyectos.


El discurso activista de los noventa en torno a las políticas del cuerpo surgió de experiencias políticas muchas veces callejeras o enfrentadas a las instituciones más conservadoras. Tenemos a Sarah Shulman, el legado de grupos antisida en el ámbito francófono o los grupos por la despatologización de la transexualidad, también aquí en activo. ¿En tu opinión sucede también al contrario: qué la gente que lee libros como el de Edelman tiene armas para transformar la realidad o se limita a la pasión por la reflexión y la teoría?

Supongo que habrá personas que van a disfrutar sólo de una forma intelectual (sobre todo los psicoanalistas), otras que lo usarán como estrategia política, y otras harán ambas cosas. Yo creo que es una buena arma para cambiar la realidad o al menos para resistir al poder.

Entrevista realizada por Eduardo Nabal para el Diario progresista. 4/4/2014

lunes

"EXCESOS DE LA MASCULINIDAD: LA CULTURA LEATHER Y LA CULTURA DE LOS OSOS" por JAVIER SAÉZ

Javier Saéz

Sinopsis: han surgido en la comunidad gay dos subculturas que mantienen una relación muy particular con la representación de la masculinidad : la cultura leather (de cuero) y la cultura de los osos (bears).  El discurso y las prácticas de ambas subculturas producen un efecto paradójico alrededor de las representaciones simbólicas y políticas de lo mascuilno: la cultura leather potencia los cuerpos y las actitudes hipermasculinas, llevando el disfraz del cuero hasta un exceso que vuelve paródica la propia construcción de la masculinidad. La cultura de los osos intenta construir un cuerpo y unos valores "naturales" a partir de algunos valores tradicionales de la masculinidad: la barba, el vello corporal, el cuerpo fuerte, grande u obeso, la virilidad, la ausencia de afeminamiento.

Nuestra tesis es que ambas estrategias suponen dos nuevas formas políticas de cuestionamiento de la masculinidad, a partir de una reinvención artificial basada en el exceso, estrategias que pone en cuestión cualquier presunta "naturaleza masculina".


1. Introduccion: los orígenes de la cultura leather (cuero) y de la cultura bear (osos).
2. La masculinidad en cuestión: las subculturas leather y bear como performances de género.
3. Doble lectura: ¿cuestionamiento de la masculinidad o reforzamiento de roles tradicionales?


 1.Introducción: los orígenes de la cultura leather (cuero) y de la cultura bear (osos).

 La cultura leather (cuero).

A comienzo de la década de los 50 aparecen en Estados Unidos los primeros colectivos gays que se identifican con formas y códigos tradicionales de la masculinidad[1]. Hasta esa época las representaciones sociales y mediáticas de los gays se basaban en la imagen del homosexual afeminado, produciéndose en el imaginario social una identificación casi completa entre el gay y “lo femenino” (o, mejor dicho, con una imagen estereotipada de lo femenino): fragilidad, sensibilidad, estética delicada, dulzura, amaneramiento, etc. Es el prototipo de “la loca”, del gay con pluma.

Durante la segunda guerra mundial se crearon en el ejército numerosos lazos homoeróticos entre hombres que hasta ese momento habían vivido en el armario. Incluso muchos de ellos sufrieron la represión homófoba que caracteriza al ejército y fueron expulsados del mismo. No obstante, al terminar la guerra algunos de estos hombres, atraídos por ciertos valores experimentados en el ejército, como la disciplina, el compañerismo, la solidaridad, la jerarquía, la indumentaria, las insignias, etc, deciden continuar reuniéndose en pequeños grupos de aficionados a las motos, donde se recrean estos códigos hipermasculinos: relaciones de dominación y sumisión, motos, estética “dura” basada en el cuero como signo de identidad, y elementos característicos del cuerpo masculino: los bigotes, el vello corporal, los músculos, la fuerza física, etc. Los primeros grupos leather[2] se constituyen en California alrededor de estos códigos en los años 50.

En 1954 se estrena la película The wilde ones, de Laslo Benedek, protagonizada por Marlon Brando. En esta película Brando hace de líder de unos de esos moteros marginales; los guionistas se habían basado en los pequeños grupos leather existentes en aquel momento. A su vez la película tuvo mucho éxito y realimentó la creación de una red cada vez más extensa de grupos  leather en los EEUU.     

En esa misma época[3] Kenneth Anger realiza el corto Fireworks (1946) donde se muestra a sí mismo torturándose y en diversas escenas sadomasoquistas, y donde aparece por primera vez en la historia del cine una referencia a la incipiente estética leather. En otra película ya clásica de 1964, Scorpio Rising, Anger recogerá ampliamente los códigos de los grupos leather: clubes de moteros, fiestas con elementos satánicos, sadomasoquismo, música frenética, ceremonia de la vestimenta con el cuero, y estéticas militares (incluyendo el uso de esvásticas, un tema que creará mucha polémica dentro y fuera de las comunidades leather por sectores incapaces de comprender su uso como fantasía excitante).


A comienzos de los años 60 las comunidades leather gozan de cierta difusión dentro del mundo gay americano. De hecho, en 1962 la revista Life publica un reportaje sobre ellas a partir de un famoso mural de Chuck Arnett; según Life los leather representan  "el lado antifemenino de la homosexualidad" (veremos más adelante esta cuestión de lo leather como posible argumento plumófobo). A partir de ese momento California vive una importante inmigración de gays leather, de modo que a comienzos de los años 70 existe una abundante proliferación de bares y clubs donde se celebran fiestas y orgías con sofisticados códigos y nuevas prácticas sexuales (back-rooms, slings, fist-fucking[4], uso de dildos, importancia de la zona anal, prácticas sadomasoquistas, preocupación por la atmósfera que rodea las escenas, etc).  Clubs como The Catacombs, Inferno o Shaw’s atraen a muchos gays de Estados Unidos y de Europa, entre ellos el filósofo Michel Foucault, quien hace una lectura muy interesante de las prácticas sadomasoquistas; en una entrevista afirma lo siguiente:
“El sadomasoquismo [...] es la erotización del poder, la erotización de las relaciones estratégicas. Lo más chocante del sadomasoquismo son sus abismales diferencias con el poder social. El poder se caracteriza porque constituye una relación estratégica que reside en las instituciones. La movilidad, dentro de las relaciones de poder, es sumamente reducida; ciertos bastiones son de todo punto inexpugnables porque se han institucionalizado, porque tienen un influjo perceptible en los tribunales, en la legislación. Las relaciones estratégicas interindividuales se caracterizan por su extrema rigidez.
El sadomasoquismo es, a este propósito, sumamente interesante ya que pese a tratarse de una relación estratégica se caracteriza por su flexibilidad. Hay claro está, dos papeles pero nadie ignora que esos papeles pueden intercambiarse. En ocasiones, al comienzo del juego uno es el amo y otro es el esclavo y al final el que era esclavo pasa a ser el amo. O incluso cuando los papeles son permanentes, los actores saben perfectamente que se trata de un juego, ya se cumplan las normas, ya exista un acuerdo, tácito o expreso, por el que se establecen ciertos límites. Este juego de estrategias reviste un enorme interés como fuente de placer físico. Pero no me atrevería a decir que se trata de una repetición, en la esfera de la relación erótica, de la estructura de poder. Es una representación de las estructuras de poder a través de un juego de estrategias capaz de proporcionar un placer sexual o físico. [...]
La práctica del sadomasoquismo termina por introducir un placer, que a su vez hace nacer una identidad, razón por la cual el sadomasoquismo es una auténtica subcultura; es un proceso inventivo. El sadomasoquismo consiste en la utilización de una relación estratégica como fuente de placer (de placer físico), hecho este, el de hacer uso de las relaciones estratégicas para proporcionar placer, que se ha producido en otras ocasiones. Ya en la Edad Media, la costumbre del amor cortesano, con el trovador, el cortejo entre la dama y el galán etc., era también un juego de estrategias. Tipo de juego que puede advertirse actualmente entre los jóvenes que frecuentan las salas de baile los sábados por la noche; incorporan relaciones estratégicas. El interés radica en que la esfera heterosexual, las relaciones estratégicas preceden al sexo; se justifican para llegar al sexo. En el sadomasoquismo, por el contrario, las relaciones estratégicas son parte integrante del sexo, un convenio de placer en el marco de una situación específica.
En el caso, las relaciones estratégicas son relaciones nítidamente sociales que afectan al individuo en tanto que miembro de la sociedad; mientras que en el otro lo que está en cuestión es el cuerpo. El interés radica precisamente en esa transposición de las relaciones estratégicas que pasan del ritual corporal al plano sexual.”[5]

La reflexión de Foucault es importante por varias razones: primero porque en lugar de hacer una lectura moral, psicologista o psicoanalítica de estas prácticas, las considera subculturas con un discurso propio, formas de asociación y de placer que a su vez son productivas, capaces de una inventiva respecto a la sexualidad y el placer, y basadas en códigos claros pactados. Esta visión se opone a la típica visión moralizante y negativa que existe sobre el sadomasoquismo, incluso entre algunos sectores normalizados del movimiento gay o películas manipuladoras como A la caza (Cruising) de William Friedkin, donde el ambiente leather se retrata como violento, asesino y peligroso.

A partir de estas prácticas leather y sadomasoquistas, y de algunos textos producidos por grupos políticos gays, la antropóloga lesbiana Gayle Rubin inicia una interesante reflexión sobre las diferentes sexualidades que también tendrá efectos en las propias políticas de las lesbianas en los años 80 y 90 y en las primeras referencias de la teoría queer. En lugar de analizar las diferentes prácticas de las culturas gays de los 70, (en especial la cultura del cuero y el sadomasoquismo,) en términos de fetichismo (Freud), o de ver en ellas huellas de un patriarcado machista y opresor (feminismo), Rubin hace una lectura de la sexualidad entroncada en la historia de las tecnologías, y en la producción material de los objetos de consumo, la historia de la transformación de las materias primas y la historia del urbanismo. En el SM (sadomasoquismo) la relación de los sujetos con estos objetos forman parte de la producción moderna del cuerpo y de la relación de éste con los objetos manufacturados. La novedad de este análisis es que ”la historia de la sexualidad se desplaza desde el ámbito de la historia natural de la reproducción para formar parte de la historia (artificial) de la producción”[6].

Este giro epistemológico de Rubin es muy importante para comprender la distancia que va a tomar la teoría queer respecto al psicoanálisis. Mientras que éste hace una interpretación simbólica de la relación del sujeto con los objetos en función de los avatares de la historia inconsciente del sujeto (con sus identificaciones, rechazos, represiones) en un entramado vital marcado por la castración (y donde el fetichismo es interpretado como una posición subjetiva por no poder asumir la no existencia del pene en las mujeres), Rubin va a concebir estas prácticas como parte de un dispositivo de tecnologías que reconfiguran el cuerpo y las relaciones entre los sujetos en un marco histórico y cultural concreto, y va a criticar al  psicoanálisis como un marco explicativo muy limitado a la hora de abordar la cuestión del fetichismo:

“No veo cómo se puede hablar de fetichismo y de sadomasoquismo sin pensar en la producción del caucho, en las técnicas usadas para guiar y montar a caballo, en el betún brillante de las botas militares, sin reflexionar sobre la historia de las medias de seda, sobre el carácter frío y autoritario de los vestidos medievales, sobre el atractivo de las motos y la libertad fugaz de abandonar la ciudad por carreteras enormes. Cómo pensar sobre el fetichismo sin pensar en el impacto de la ciudad, en la creación de ciertos parques y calles, en los ‘barrios chinos’ y sus entretenimientos ‘baratos’ o la seducción de las vitrinas de los grandes almacenes que apilan bienes deseables y llenos de glamour. Para mí el fetichismo suscita toda una serie de cuestiones relacionadas con cambios en los modos de producción de objetos, con la historia y la especificidad social del control, de la destreza y de las ‘buenas maneras’, o con la experiencia ambigua de las invasiones del cuerpo y de la graduación minuciosa de la jerarquía. Si toda esta información social compleja se reduce a la castración o al complejo de Edipo o a saber o no lo que se supone que uno debe saber, entonces se pierde algo importante”[7].

Volviendo a esta breve introducción histórica, hay que señalar un periodo de crisis en el movimiento leather y sadomasoquista SM con la aparición de la pandemia del sida a comienzos de los años 80. El sida, con sus efectos devastadores, supuso un cambio en las prácticas y en las formas de organización de estos colectivos. Las comunidades leather-SM reaccionaron rápidamente e iniciaron fuertes campañas para implantar el sexo seguro, con iniciativas mucho más organizadas y precoces que las de las propias administraciones Reagan-Bush, cuya pasividad supuso una especie de genocidio planificado. Los cuartos oscuros y las saunas fueron cerrados por las autoridades (sin medidas complementarias de tratamiento o información), de forma que los colectivos leather-SM tuvieron que reorganizarse en clubes privados con fuertes medidas de higiene y seguridad. Hoy en día algunos locales y saunas de EEUU han vuelto a abrir pero sigue habiendo bastantes limitaciones para practicar el sexo en ellos. En este sentido, los locales leather-SM europeos son mucho más abiertos, y compaginan la posibilidad de encuentros sexuales y fiestas leather-SM con medidas de higiene[8] y seguridad importantes (preservativos, guantes de látex y gel gratuitos, folletos informativos, etc).

En la actualidad las comunidades leather y SM están extendidas por muchos países del mundo, organizadas en clubes, asociaciones, locales, páginas web, libros y revistas especializados, y nutren numerosos movimientos artísticos (Mapplethorpe, Espaliu, Catherine Opie, Tom de Finlandia, cine porno, The Leather Archives and Museum en Chicago...). Quizá han perdido algo del carácter clandestino y transgresor que tenía en los años 60-70, pero por otra parte su visibilidad supone un reto a los intentos de normalización que se ciernen sobre la comunidad gay.

La cultura bear (osos)

A finales de los 80 el barrio de Castro, en San Francisco, era ya muy conocido como un espacio gay: proliferaban los locales de ambiente, librerías, cines, restaurantes, la mayor parte de los residentes en el área eran gays, y numerosas organizaciones tenían sus sedes en el barrio.
El Castro no era ajeno a la estética del momento; por sus calles era frecuente ver paseando chicos de porte atlético, bien afeitados, jóvenes, elegantemente vestidos a la moda, afanándose en reproducir el modelo de belleza gay imperante. Pero, en esa misma acera, empezaban a aparcar sus motos unos tipos de aspecto muy distinto: barbudos, barrigudos, corpulentos, con las piernas enfundadas en viejos vaqueros y el vello del pecho asomando de la camisa de leñador entreabierta: los osos. Nadie sabe con seguridad cuándo se empezó a generalizar el uso de esta denominación, pero todo apunta a dos referencias: el bar Lone Star y la revista Bear Magazine. De hecho existía cierto lazo con la propia comunidad leather, ya que algunos moteros exhibían de forma orgullosa la barriga y la barba como señas de identidad, y se reunían también en el Lone Star. (Este vínculo persiste hoy en día, de forma que en la comunidad leather es fácil ver personas de aspecto osuno, y en los bares ‘bear’ encontramos a veces algunos osos con estética leather.)
Cuando aparece por primera vez el Bear Magazine, se produce un fenómeno social sin precedentes. La revista se agota en pocos días y comienzan a llegar a la redacción cientos de cartas eufóricas celebrando el contenido de la revista: por fin una revista con fotos de hombres peludos, gorditos, con barbas pobladas, y... sorpresa: ¡no superdotados! Pero vayamos por partes. ¿Qué es eso de "por fin"? La revista acababa de inaugurar la posibilidad de un reconocimiento distinto, un espacio de representación nuevo, había presentado una imagen de "cuerpo deseable" hasta entonces atípica, que sin embargo produjo la identificación de un enorme número de personas. Los lectores expresaban básicamente dos ideas: "a mí me encantan ese tipo de hombres, pero pensé que nadie compartía mi gusto", y también: "yo tengo ese aspecto, pero creía que yo no era deseable".
Los editores de la revista eran conscientes de la diferencia que querían marcar respecto a la imagen típica del cuerpo. Se posicionaron explícitamente criticando el imperio de ese cuerpo normalizado por la moda, excluyente de otras estéticas y formas de deseo. Esa reflexión política sobre el cuerpo tenía otra vertiente: los hombres que aparecían en las fotos tenían penes normales, no esas pollas descomunales de las revistas del mercado. Ello favoreció aún más la posibilidad de identificación de los lectores, liberándoles de los complejos de inferioridad que se suelen dar cuando uno se compara con semejantes prodigios de la naturaleza. Y, finalmente, los osos no eran necesariamente jóvenes: en la revista aparecían frecuentemente hombres maduros, mostrando gozosamente su desnudez (los osos polares, de hermosas barbas canosas).
El fenómeno bear se difundió rápidamente en EEUU y Canadá, y poco más tarde por Europa, Australia y Japón. Se fundaron numerosos clubes, se abrieron bares de osos, se crearon cientos de páginas de Internet, y se comercializaron otras revistas (Husky Magazine, American Bear, Bulk Male, Big Ad, etc), vídeos y complementos ursinos. En 1997 aparece el primer ensayo sobre el mundo de los osos gays, un estudio donde se analiza el origen de este movimiento, sus características y las implicaciones sociales que está teniendo  ("The Bear Book. Readings in the History and Evolution of a Gay Male Subculture", por Les Wright (editor). Harrington Park Press, Binghamton, Nueva York, 1997). En el Estado español se crean los primeros colectivos de osos a mediados de los años 90, y desde entonces han crecido hasta formar grupos en casi todas las comunidades autónomas. Bares como el Bear Factory en Barcelona, el HOT en Madrid o El hombre y el oso y el Man to man en Sevilla con referencias muy populares del movimiento oso del Estado español.
Los osos han producido un efecto de subversión en dos ámbitos diferentes: dentro del mundo gay, el movimiento oso es una estrategia de resistencia contra la tendencia dominante de valoración de un tipo de cuerpo/edad (danone/joven), está generando nuevos espacios de relación y de disfrute, y ha demostrado que existe una diversidad mucho mayor en las formas de relacionarse de los gays que la que se ofrece habitualmente en los medios de comunicación (incluidos los medios gays). En el ámbito heterosexual, la imagen de dos hombres barbudos besándose resulta tremendamente inquietante, rompe el molde tópico del "mariquita-loca-afeminado" que es tan útil para los héteros a la hora de distanciarse de los gays y de marcarles como una cosa rarita, ajena a ellos. Esto es distinto, la estética de los osos es cercana para el mundo heterosexual, demasiado cercana: el carnicero del barrio de la barba negra que te vende las morcillas o el fontanero de brazos peludos y bigotes que viene a repararte las cañerías pueden ser gays ("¡quién lo iba a decir!"). En el capítulo siguiente estudiaremos esa ‘cercanía’ en lo que supone de parodia de la masculinidad.

2. La masculinidad en cuestión: las subculturas leather y bear como performances de género.

La subcultura leather – SM y la subcultura de los osos tienen una relación paradójica respecto a la masculinidad. Por una parte se basan en el exceso, en una puesta en escena que muestra el carácter performativo del género. Por performativo entendemos el análisis que desarrolla Judith Butler en su libro El género en disputa. Butler toma la noción de Austin de actos performativos y, a partir de la elaboración que de ella hace Derrida, la utiliza para mostrar que el género en sí mismo es una ficción cultural, un efecto performativo de actos reiterados, sin un original ni una esencia:

 “El género no debe interpretarse como una identidad estable o un lugar donde se asiente la capacidad de acción y de donde resulten diversos actos, sino, más bien, como una identidad débilmente constituida en el tiempo, instituida en un espacio exterior mediante una repetición estilizada de actos. El efecto del género se produce mediante la estilización del cuerpo y, por lo tanto, debe entenderse como la manera mundana en que los diversos tipos de gestos, movimientos y estilos corporales constituyen la ilusión de un yo con género constante. Esta formulación aparta la concepción de género de un modelo sustancial de identidad y la coloca en un terreno que requiere una concepción del género comotemporalidad social constituida. Es significativo que si el género se instituye mediante actos que son internamente discontinuos, entonces la apariencia de sustancia es precisamente eso, una identidad construida, una realización performativa en la que el público social mundano, incluidos los mismos actores, llega a creer y a actuar en la modalidad de la creencia. [...] Las posibilidades de transformación de género se encuentran precisamente en la relación arbitraria entre tales actos, en la posibilidad de no poder repetir, una de-formidad o una repetición paródica que revela que el efecto fantasmático de la identidad constante es una construcción políticamente endeble. [...] El hecho de que la realidad de género se cree mediante actuaciones sociales continuas significa que los conceptos de un sexo esencial y una masculinidad o una feminidad verdadera o constante también se constituyen como parte de la estrategia que oculta el carácter performativo del género y las posibilidades performativas de que proliferen las configuraciones de género fuera de los marcos restrictivos de dominación masculinista y heterosexualidad obligatoria.”[9].

 Llevando esta reflexión al terreno de las dos subculturas que nos ocupan, podemos afirmar que ese exceso de “masculinidad” que muestran las estéticas y prácticas leather y bear no son una reafirmación de una ‘esencia’ o una ‘naturaleza masculina’ que habría sido arruinada por las maricas locas y que habría que recuperar. Precisamente la exhibición tan explícita que se hace del exceso masculino, sobre todo en la cultura leather – SM, muestra la fragilidad de la masculinidad. De hecho, muchas de las prácticas SM no se centran ya en el pene erecto y en la eyaculación, sino que desplazan el interés a otras partes del cuerpo o se dedican a practicar manipulaciones de los genitales que muestran su vulnerabilidad (atar los testículos, atravesar el pene con alfileres, pequeñas descargas eléctricas, pinzas, etc)[10]. Esta mostración y celebración de la vulnerabilidad genital supone un giro histórico en la representación de la masculinidad, donde el presunto falocentrismo de las prácticas gays se ve cuestionado radicalmente.

En el caso de la cultura bear, la representación es de otro tipo, se trata de una replicación de “lo natural”. El hombre bear juega con una presunta naturaleza salvaje, una masculinidad idealizada que enlaza directamente con lo animal y que rechaza –aparentemente- los suplementos de la cultura gay dominante (interés por la moda, refinamiento, amaneramiento, maquillaje, afeminamiento, etc). Pero también en este caso se trata de una naturaleza que nunca estuvo allí, es decir, se recrea performativamente una estado natural-animal que jamás han experimentado los seres humanos. En ese sentido, la fragilidad de la masculinidad se muestra en la laboriosa reconstrucción, en la imposible nostalgia de un “hombre natural” que es recreado en la estética bear.

Este doble juego de natural-artificial se muestra claramente en la revista Bear Magazine. En la cabecera de la portada reza el siguiente frase: “Masculinity without the trappings” (Masculinidad sin adornos). Sin embargo, en su interior la mitad de las páginas de la revista son anuncios de complementos para la construcción del oso ideal, es decir, esos adornos de los que renegaba en la portada: gorras, tirantes, camisas de cuadros tipo leñador, botas de montaña, vaqueros, cinturones... Incluso la barba, elemento clave de esta cultura, suele aparecer cuidadosamente recortada en los modelos de la revista.

Se trata una vez más de una estilización de la conducta, pero es importante señalar que la masculinidad heterosexual participa exactamente del mismo proceso. El hombre heterosexual aprende desde el nacimiento unos códigos que va a repetir continuamente, y que marcarán su experiencia subjetiva de la masculinidad. Pero esos códigos no son menos artificiales que los de un leather o un oso. Es más, podríamos decir que ‘la heterosexualidad’ es uno de esos rasgos que constituyen la masculinidad ideal. Lo interesante de los leather y los osos es que utilizan los códigos masculinos pero al final se produce una traición, no son hombres ‘de verdad’ porque son gays.

En este sentido, podríamos denominar a los practicantes de la cultura leather y la cultura de los osos como drag-kings. Aunque esta denominación se suele aplicar a mujeres que se disfrazan de hombres con el fin de mostrar el carácter performativo de la masculinidad, no hay razón para excluir a los hombres como posibles drag-kings, si en su práctica producen un cuestionamiento parecido. Como dice Judith Halberstam en su obra clásica queer Female Masculinity:

 “Un drag king es generalmente una persona de sexo femenino que se viste de hombre de forma reconocible y que realiza de este modo una performance de tipo teatral”[11].

Es importante recordar que “vestirse de hombre” es algo que los hombres aprenden; los hombres “biológicos” repiten unos códigos que les integran en la hombría “social” y en la masculinidad, pero esos códigos vienen dados por un contexto cultural concreto, no son propios de ningún sujeto a priori. Si llevamos al extremo esos códigos de la masculinidad, como hacen los leather y los osos, podemos mostrar y desenmascarar ese carácter teatral de toda identidad.

3. Doble lectura: ¿cuestionamiento de la masculinidad o reforzamiento de roles tradicionales?

 Hasta aquí hemos hecho una lectura un tanto idealizada de estas dos subculturas, insistiendo en su carácter subversivo al introducir nuevas identidades dentro de los circuitos gays y dentro de los códigos de la masculinidad. Sin embargo hay siempre un envés en estos procesos sociales, se da la posibilidad de una asimilación a los sistemas de dominación heterocentrados.

La otra lectura que podemos hacer de estas subculturas va en la dirección contraria. Lo leather y especialmente lo bear plantea una posibilidad de normalización y de integración bastante peligrosa. Su parecido a la cultura heterosexual dominante hace que a veces se caiga en la tentación de recuperar el discurso plumófobo y normativo. Algunas corrientes de la cultura del cuero y de los osos son profundamente plumófobas (además de misóginas y lesbófobas), acusan a las locas de dar una imagen ridícula de los gays, y reivindican una masculinidad “normal” e integrada que busca la aceptación del colectivo heterosexual. Son argumentos del tipo: “soy normal, no quiero diferenciarme de los heteros, soy un hombre masculino, no quiero que se me note que soy gay, así me aceptan mejor, yo valoro a los hombres de verdad no a esas locas ridículas...”. En realidad este discurso supone un nuevo proceso de armarización, un uso interesado de la masculinidad para pasar ‘desapercibido’.

Esta lectura, profundamente conservadora, pretende recuperar la idea de un hombre natural, y vincularla de forma directa con la masculinidad (como si el binomio hombre=masculinidad tuviera sentido). Para la mirada heterosexual es también enormemente reconfortante, permite recuperar a un gay “sano”, que no cuestiona la masculinidad ni perturba sus códigos. Este proceso muestra la capacidad de los sistemas para asimilar e incorporar las nuevas identidades.
No obstante, siempre nos queda la posibilidad de retorcer de nuevo los códigos, de hacer proliferar nuevas subculturas que desestabilicen el sistema heterocentrado y su producción de géneros estables.

 Este artículo ha sido compartido de la web Hartza. Barcelona 14 de Marzo del 2013.

Javier Sáez
Sociólogo. Madrid.
Autor del libro Teoría queer y psicoanálisis (ed. Síntesis, Madrid, 2003) y junto a Sejo Carrascosa del libro Por el culo. Políticas anales entre otros.
Director de la revista electrónica queer:  www.hartza.com


Bibliografía:


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Bourcier M.H., Queer zones, Balland, París, 2001.

Butler J, El género en disputa, Paidós, México, 2001.
Cuerpos que importan, Paidós, Buenos Aires, 2003.
El habla que se excita, Síntesis, Madrid, 2003 (en imprenta).

Califia P., Public Sex; The culture of radical sex, Cleis Press, San Francisco 1994.
“Los misterios de la sangre”, en www.hartza.com/califia.htm
Sex Changes. The politics of transgenderism, Cleis Press, San Francisco, 1996.

Fritscher J.,  “I am curious (leather). Leather dolce vita, pop culture, and the prime of Mr. Larry Townsend”, en Larry Townsend, The leatherman’s handbook I, L.T. Publications, Los Angeles, 2000.

Halberstam J., Female Masculinity, Duke University Press. Durham, 1998.

Halperin D., Saint Foucault. Towards a gay hagiography, Oxford University Press, 1995

Hidalgo, J.C., Sánchez-Palencia, C.: Masculino plural: Construcciones de la masculinidad. Servicio de Publicaciones-Universidad de Lleida. 2001.

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Preciado B., Manifiesto contra-sexual, Opera Prima, Madrid, 2002.

Rubin, G., “The traffic in Women”, Rayna R. Reiter (editora), en Toward an Anthropology of Women, Nueva York, Monthly Review Press, 1975.
- “The leather menace”, en SAMOIS (ed.), Coming to power: Writings and Graphics on Lesbian S/M, Alyson Publications, Boston, 1982.
-  “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”, en Vance C. S.,  Placer y peligro, Talasa, Madrid, 1989.
- con Butler J., Marché au sexe, EPEL, París, 2001.

SAMOIS, Coming to Power: Comings and Graphics on Lesbian S/M, San Francisco, 1984.

Sáez J., Teoría queer y psicoanálisis, Síntesis, Madrid, 2003.

Wright, L. The Bear Book. Readings in the History and Evolution of a Gay Male Subculture,  Harrington Park Press, Binghamton, Nueva York, 1997. (La segunda parte de este libro, The Bear Book II, se publicó en la misma editorial en noviembre de 2000). Se puede leer un resumen del libro en la página de internet  www.bearhistory.com

Webs de interés:

http://www.hartza.com/guadalkibear.htm
http://www.hartza.com/sm.htm
http://www.bearhistory.com/
http://www.terra.es/personal8/leatherweb/  (excelente espacio leather, en español, dirigido por José Manuel Martínez)
http://www.lacuevadeloso.org/

NOTAS
[1] Agradezco a José Manuel Martínez sus referencias sobre los orígenes del movimiento leather, que he utilizado aquí. La reflexión posterior sobre la vulnerabilidad del sexo en el SM es también suya. Ver su artículohttp://www.terra.es/personal8/leatherweb/men.htm 
[2] Es importante indicar que también surgen grupos de lesbianas leather y sadomasoquistas (y heterosexuales). Por razones de espacio nos referiremos aquí sólo a los grupos de hombres. Para más información sobre las lesbianas leather SM, ver en la bibliografía (SAMOIS, y Pat Califia).
[3] No debemos olvidar en esta relación la novela de Mishima Confesiones de una máscara, de 1949, donde relata diversas escenas sadomasoquistas desde una perspectiva gay fuera del armario sorprendente para el Japón de la época (y para el Japón actual).
[4] Back-room: literalmente, la habitación de atrás (en España se le llama ‘el cuarto oscuro’). Son salas semioscuras que hay en los bares sadomasoquistas-leather, donde se practica el sexo anónimo o donde se celebran sesiones de sexo que requieren ciertas instalaciones especiales: bañeras para lluvia dorada (orina), slings para fist, cruces de madera para atarse, etc. Sling: especie de cama colgante, consiste en un rectángulo de cuero colgado al techo por cadenas o cuerdas donde se acuesta boca arriba aquel que quiere ser penetrado (con dildos, puños, penes u otros objetos). Fist-fucking: práctica sexual que consiste en introducir el puño y parte del brazo en el ano (de otras personas o de uno mismo).
[5] La entrevista completa está en  www.hartza.com/fuckault.htm
[6] Preciado, Manifiesto contra-sexual, p. 78. La activista y filósofa queer Beatriz Preciado va a utilizar esta concepción de Rubin para analizar el lugar que ocupa el dildo en esa red de tecnologías de producción de las sexualidades.
[7] Rubin G. y Butler J., (2001), Marché au sexe, EPEL, París, p. 33.
[8] Desgraciadamente no es este el caso de los bares y clubs españoles, donde no siempre se encuentran estos medios gratuitamente o de forma visible. Ello tiene que ver con la escandalosa inacción y pasividad de las autoridades españolas respecto a la pandemia del sida en nuestro país, y también con la dejadez e inconsciencia de algunos empresarios gays.
[9] Butler, J El género en disputa, p. 172.
[10] En el fist-fucking, por ejemplo, el interés se centra en el ano como lugar para el placer y en las manos y los brazos como objetos penetrantes y que a su vez disfrutan. En la pornografía SM el pene en erección es algo bastante poco frecuente; se insiste sobre todo en otras partes del cuerpo y en una recreación estética y teatral: lugares sórdidos, fábricas abandonadas, vestimentas de cuero, dureza en el trato, dominación, fetiches como botas, motos, ropa militar, etc.
[11] Op. cit., p. 232. (la cursiva es nuestra).