Fotografía Samuel de Román
Javier Sáez del Álamo (Burgos, 1965) es sociólogo, traductor y activista gay español, especialista en teoría queer y en psicoanálisis. Ha participado en los últimos 30 años en diversas asociaciones LGTB y queer (La Radical Gai, Grupo de Trabajo Queer GTQ, Col·lectiu Gai de Barcelona), y ha publicado varios libros sobre teoría queer. Ha traducido al castellano numerosos libros de figuras clave del movimiento feminista y queer como Judith Butler, Monique Wittig, Jack Halberstam, bell hooks o Sara Ahmed.
Introducción. Armario, instrucciones de uso
No estamos cuestionando la bicha: la heterosexualidad
obligatoria.
Sejo Carrascosa.
—Hola buenos días. Llamaba para
reservar un armario.
—Muy bien. ¿Es para usted, o es para
un amigo, para un familiar…?
—Es para mí. ¿Tienen alguno libre
para la semana que viene?
—Sí, cómo no. ¿Cómo lo quiere, con
cajones, forrado, empotrado…?
—Con cajones mejor, que tengo un
montón de plumas aquí por casa y las
quiero guardar bien guardadas.
—Perfecto. Pues ya lo tiene reservado
para el lunes a las 9h.Y de este modo entré en el armario el 8
de septiembre de 1975, a las 9 de la mañana
Obviamente, nadie entra en el armario de
esta manera. Ni se pide cita para ello, ni se entra en él voluntariamente, ni
se sabe el momento exacto en el que se empezó a vivir allí. Este pequeño
diálogo imaginario intenta poner de manifiesto que una expresión aparentemente
tan sencilla como «estar en el armario» en realidad implica complejos procesos
sociopolíticos.
El objetivo de este libro es desarrollar un análisis de eso que llamamos «el armario», desde una perspectiva política, no solo individual. Se ha
escrito mucho sobre la salida del armario (1): sobre cómo hacerlo,
sobre los beneficios para la persona que sale de él, sobre el acompañamiento,
sobre las dificultades para llevarlo a cabo, etcétera. Pero se ha escrito muy
poco sobre cómo se construye ese dispositivo: ¿de qué está hecho, cómo
funciona, cuándo aparece, qué mecanismos, discursos y prácticas lo configuran,
cómo se «entra» en él?; ¿cuáles son sus implicaciones en las políticas que
regulan la sexualidad y el género, y los efectos individuales y colectivos
sobre las personas que viven en él, o que salen de él?
Como veremos a lo largo de este libro, el armario es un dispositivo
complejo que permite entender cómo funciona lo que Michel Foucault denominaba
la microfísica de poder. El armario no es una ley represiva que se imponga
explícitamente desde un poder superior, y de una sola vez; su fuerza, y la
dificultad de entenderlo, proceden precisamente de su indefinición, de su
capilaridad, de su horizontalidad, porque atraviesa todo el entramado social de
muy diversas formas: opera desde el ámbito familiar, laboral, educativo,
religioso, cultural, mediático, digital, etcétera.
No hay una ley o una orden explícita,
dada por un Gobierno o un monarca, que diga: «todos los gais y las lesbianas, y
las demás personas con sexualidades no normativas, deben entrar en el armario».
Lo más parecido a esto fue la polémica norma de la administración Clinton, Don’t ask, don’t tell (No preguntes, no lo digas (2))
de 1994, que prohibía a las personas LGTBI-Q del ejército de los Estados Unidos
hablar sobre su orientación sexual si esta no era heterosexual (los/las
militares heteros podían hablar sin problema de sus deseos, parejas, prácticas
sexuales y amoríos). Otras medidas parecidas, aprobadas recientemente en países
como Hungría, Polonia o Rusia contra la llamada «propaganda homosexual»,
prohíben los libros o películas con contenido LGTBI-Q, hablar de derechos
LGTBI-Q en las escuelas, o declarar públicamente la propia orientación sexual,
si esta no es heterosexual (la propaganda heterosexual, en cambio, puede campar
a sus anchas, como ha hecho siempre). Otro ejemplo de esta línea homófoba desatada
recientemente por los partidos de ultraderecha es la declaración de algunos
ayuntamientos polacos como «zona libre de ideología LGTBI-Q»(3). Estas
normas obligan directa o indirectamente a las personas LGTBI-Q a meterse en el
armario, o a permanecer en él, forman parte de las políticas del armario, pero
no se formulan de forma explícita como un imperativo de armarización, o «contra
las personas» LGTBI-Q. Es más, seguro que Putin, Orban o Kaczyński tienen
muchos amigos gais.
Veremos también cómo se instauran estas micropolíticas del silencio, del
disimulo, y de la autovigilancia, como una especie de panóptico interiorizado,
y también sus efectos biopolíticos: cómo estas medidas se traducen en una
gestión de las vidas y de las poblaciones, en un debilitamiento de los cuerpos
y las mentes que no persigue el exterminio o la muerte, sino incapacitar,
silenciar, ocultar, desgastar, en una especie de muerte lenta (4), como
diría Lauren Berlant.
Por todo ello, no hablaremos en este libro de cómo salir del armario, y de
sus posibles beneficios para la salud mental y para la vida en general de las
personas LGTBI-Q, sino de cómo se configura esta metáfora mobiliaria, esta
tecnología de género cuya naturaleza más profunda son el patriarcado, la
homofobia y el establecimiento de una hegemonía capitalista y (hetero) sexual.
Entender el armario
como una tecnología de género nos permite analizar cómo ese dispositivo regula
las diferentes sexualidades y consolida la matriz heterosexual: aprueba,
promueve y autoriza una sexualidad (la heterosexual), y oculta y silencia otras
(las no heterosexuales, las abyectas). Este proceso regulatorio es complejo
porque tiene muchos componentes interseccionales: no es lo mismo un armario
blanco que uno negro o uno gitano; o el armario de la discapacidad; o el del
sida; o el de las lesbianas; o el de las personas trans; o el de quien vive en
varios de esos armarios a la vez (o en un armario con todos esos cajones). Y
tampoco es igual un armario burgués que uno obrero, ni el armario católico, el
musulmán o el judío. Ni es igual el armario de una aldea de Ourense que uno en
el centro de Madrid.
Pero todo dispositivo de poder tiene sus defectos, sus
contradicciones, sus fracasos. El régimen del armario (sí, el armario es un
régimen político, como veremos) es incoherente, no es una máquina perfecta.
También vamos a transitar por esos errores, por esas paradojas, para mostrar su
fragilidad. Es un armario que cojea, que cruje, que se tambalea. Un armario
torcido, un poco queer, que produce desplazamientos y confusiones.
Veremos que el
armario se puede entender de muchas formas, con diversas dimensiones políticas:
como un espacio, como una relación social, como un sistema de opresión, como un
régimen político, como una temporalidad, como una epistemología, como un dispositivo
disciplinario, como una tecnología del género, como un trauma, como una forma
de violencia, como una violación de los derechos humanos, como un productor de
identidades, como un concepto colonial, como una prótesis, como un acto
performativo, como una forma cibernética, como una corporalidad, como una
utopía, como un ataúd, como una metáfora, como una institución, como un duelo,
como una arquitectura, como un sistema termodinámico.
Pero que no se
asusten les lectores: sobre todo, no vamos a «deconstruir» el armario (5).
Solo vamos a dar un paseo por el IKEA más cercano, entrar en algunos armarios y
leer sus instrucciones de uso.
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1 Sin duda el texto más brillante (y más hilarante) sobre la salida del armario lo escribieron Paco Vidarte y Ricardo Llamas; se trata del artículo titulado «Armario. La vida privada del homosexual, o el homosexual privado de vida». Publicado originalmente en el libro Homografías (agotado), ha sido reeditado en el año
2021 por Fefa Vila y por quien escribe estas líneas en el libro Vidarte, P. (2021),
Por una política a caraperro, Traficantes de Sueños, Madrid, pp. 43-62.
2 leyes: Don't ask, don't tell
3 Zona libre de ideología
4 Berlant, L. (2020), El optimismo cruel, Caja Negra, Buenos Aires.
5 Sobre los abusos y errores en el uso de la palabra «deconstrucción», véase el texto de Paco Vidarte (2001) «Jacques Derrida. Ora pro nobis», en el libro Extravíos, Espasa Calpe, Madrid. Descarga gratuita autorizada en: <https://www.hartza.com/paco-vidarte>.