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Itziar Ziga |
Hace unos treinta años, yo paseaba mi adolescencia por una feria del libro en Sarasate, cuando me atacó la inevitabilidad del patriarcado. Estuve entre comprármelo y vomitar sobre él. Qué cabrón el que lo había escrito, qué fácil es vocearlo desde lo más alto de la pirámide social: las violencias que asfixian vuestras vidas serán eternas, mujeres. Con un padre maltratador y tras un asalto sexual paralizante, yo no estaba para que me dijeran que las feministas teníamos la partida perdida de antemano. Fui lista, pasé de leerlo.
Adivina, ¿por qué según el inevitable idiota nunca podremos derrocar al patriarcado? ¡Por mandato biológico! Chica lista, te ha tocado la muñeca chochona. Cómo si el resto de las animalas no evolucionaran: de asaltadas chimpancés a dichosas bonobas, casi ná. La reacción se repite más que el ajo: la Tierra es plana, las mujeres nunca podrán votar, España es indisoluble.