Si revisamos superficialmente los discursos de los movimientos sociales (anticapacitismos, antirracismos, antigordofobia, feminismos, etc) encontraremos que son pocas las facciones que tienen un sujeto político determinado por una condición biológica. Contrariamente, sobre determinada condición biológica como la piel, la genitalidad, el caminar con silla de ruedas o tener un peso más elevado que la norma, es que se han construido narrativas sociales de subalternidad.
Sofía Dumat-Clamor de Libertad |
Si algo comparten estos ismos, es el aborto clandestino de la biología como marco de empoderamiento. En la genealogía de los feminismos blancos, hubo quienes empoderaban lo femenino desde el cuidado y la emocionalidad ligada a determinados cuerpos y su genitalidad. Por otro lado, dentro de los movimientos por los derechos civiles de las personas negras en EUA se invirtió energía y tiempo en desmontar ideas tan absurdas como una supuesta diferencia en el tamaño de la masa encefálica o la capacidad de raciocinio entre las personas racializadas y personas blancas. Y el antiespecismo… ¿también ha abandonado estas lógicas?
El antiespecismo es un movimiento que pone en el centro al millón de especies que biológicamente no pueden ser catalogadas como homo sapiens, y al no poseer esta categoría de homo sapiens, son destinadas para uso y explotación de lo humano, como su alimento, vestimenta, divertimento, experimentación, mascotismo, objeto ornamental del paisaje o biomaquinas que trabajan en el sostenimiento de los ecosistemas mediante polinización, siega de los pastos, fertilización de la tierra, etc.
Es decir, el antiespecismo es aparentemente contrario al antropocentrismo, entendiendo a éste como un sistema de creencias que sitúa al ser humano como medida y centro de todas las cosas, como la cúspide de consideración moral. Los dos comparten la visión de que humano es igual a homo sapiens, sin embargo, si justo hablamos de consideración moral y recogemos las demandas del resto de los ismos, nos damos cuenta que hay humanidades que no están siendo consideradas moralmente aunque compartan la especie homo sapiens. El antiespecismo se acota a subrayar los privilegios que tenemos como especie humana en relación a otras especies, colocando en un mismo plano todo lo biológicamente humano y en el otro extremo un millón de especies que constituyen lo animal.
Como ya han apuntado los ismos desde diferentes ópticas, lo humano es el sujeto hegemónico: hombre blanco cisgénero heterosexual funcional joven. Y eso hace que nos abramos la interrogante: ¿entonces qué es lo animal? Biológicamente, 1.426.336 especies. Socialmente, otra construcción de subalternidad que violenta sádicamente a los cuerpos de todas estas especies, tanto en el ámbito natural como en las granjas, piscifactorías y mataderos.
Somos tan antropocentristas que, incluso dentro del antiespecismo, uno de los intentos de deconstruir esta relación de subalternidad es igualarnos con estas especies bajo el lema: “Todos somos animales”. Así tenemos que si lo humano es biológicamente animal y digno de consideración moral, el resto de las especies dentro del Reino Animal también son dignas de esa consideración.
Imaginemos por un segundo que los hombres gays no tienen la posibilidad de generar una agenda política propia y viven homofobia. Y los hombres heterosexuales para aliarse en su lucha contra la homofobia, enuncian: “Si yo soy hombre y merezco consideración moral, aquellos que también son hombres, aunque sean gays, igualmente la merecen”.
Lo problemático de esto es empoderar desde una posición de privilegio, en lugar de destruir la estructura que genera que alguien sea otro.
Las teorías decoloniales llevan más de un siglo construyendo epistemologías sobre identidades otras, señalando a la animalidad como una herramienta de dominación para colocar lo negro, lo indígena, las personas de color, lejos de la dimensión humana. Este mismo dispositivo se activa en la construcción de lo raro, de lo queer. Es la lógica especista-racista de la blanquitud la que entra en juego al momento de bestializar o animalizar como símbolo de degradación a todos esos cuerpos que no se reflejan en el espejo dorado del colono.
Se hace evidente la necesidad de complejizar, de expandir, de ampliar nuestros marcos de auto-reflexión y análisis, y ver cómo nuestras vivencias personales se encuentran ligadas a la vida de los animales a tal grado que romper sus cadenas, no por guardar con nosotras similitudes biológicas sino justamente por sus diferencias, nos libera si también encarnamos esta diferencia.
Ni lo humano ni lo animal pueden banalizarse. Lo queer puede ser un marco para complejizar la categoría animal, y la animalidad puede servir de marco para complejizar lo queer.
*Muchas de las ideas están basadas en la lectura de Aphro-ism: Essays on Pop Culture, Feminism, and Black Veganism from Two Sisters (Aphro-ism. Ensayos sobre la cultura pop, feminismo y veganismo negro por dos hermanas) de las autoras Aph Ko y Syl Ko.
*Muchas de las ideas están basadas en la lectura de Aphro-ism: Essays on Pop Culture, Feminism, and Black Veganism from Two Sisters (Aphro-ism. Ensayos sobre la cultura pop, feminismo y veganismo negro por dos hermanas) de las autoras Aph Ko y Syl Ko.
Este artículo ha sido publicado en el nuevo Parole de Queer-Antiespecista. Diciembre 2019. Otros artículos escritos para este nuevo Parole de Queer:
-Editorial: DEL PRIVILEGIO SE SALE
-Personas-no-hombres y activismo en la liberación animal: una tubería con fugas que urge cambiar por MARÍA R. CARRERAS
-Volverse más queer por Pattrice Jones
-La revolución de las vacas, gallinas, zorras, ballenas, perras, mariquitas, víboras y muches más por Laura Fernández
Gabriela Parada Martínez es activista por la liberación animal y militante del movimiento antigordofóbico: Comando Gordix.
Gabriela Parada Martínez es activista por la liberación animal y militante del movimiento antigordofóbico: Comando Gordix.