miércoles

Césars: “A partir de ahora nos levantamos y nos largamos”, por VIRGINIE DESPENTES


 Adèle Haenel abandona la ceremonia de los César el viernes 28 de febrero en la sala Pleyel tras el anuncio del premio otorgado a Roman Polanski. Photo Nasser Berzane. ABACA

Voy a comenzar así: estad tranquilos, poderosos, jefes, dirigentes, peces gordos: duele. Aunque lo sepamos, aunque os conozcamos, aunque hayamos experimentado decenas de veces vuestro poder en nuestro cuerpo,  sigue doliendo aún. Todo este fin de semana escuchando vuestros lamentos y berridos, vuestras quejas de que os obligamos a pasar vuestras leyes a golpe del artículo 49.3 y que no os dejamos celebrar tranquilos la victoria de Polanski y que os fastidiamos la fiesta pero detrás de vuestras lamentaciones, no os preocupeis: os oímos gozar del hecho de ser los verdaderos jefes, los grandes cabecillas. El mensaje llega alto y claro. No tenéis ninguna intención de aceptar esta noción de consentimiento. ¿Dónde quedaría la diversión de pertenecer al clan de los poderosos si tuvierais que tener en cuenta el consentimiento de los dominados? Claramente no soy la única con ganas de berrear de rabia e impotencia tras vuestra excelente demostración de fuerza. Claramente no soy la única que se siente asqueada al ver el espectáculo de vuestra orgía de impunidad. 



No es para nada sorprendente que la academia de los César elija a Roman Polanski como mejor director del año 2020. Es grotesco, es insultante, es ruin. Pero no es sorprendente. Cuando otorgas un presupuesto de más de 25 millones a un tío para hacer una película, el mensaje está implícito en el presupuesto. Si la lucha contra el auge del antisemitismo le interesara al cine francés, se vería. Sin embargo, hemos entendido que os harta la voz de los oprimidos que toman las riendas de la narración de su calvario. Ahora bien, cuando oísteis esa comparación sutil entre la problemática de un cineasta abucheado por un centenar de feministas delante de tres salas de cine y Dreyfus, víctima del antisemitismo del siglo pasado, os aprovechasteis de la ocasión. 25 millones para este paralelismo. Maravilloso. Aplaudimos a los inversores, ya que ha hecho falta que todo el mundo os haya seguido el juego para poder juntar semejante presupuesto: la distribuidora Gaumont, los créditos fiscales, France 2, France 3, OCS, Canal+, RAI… las manos en los bolsillos, generosas, por una vez. Cerráis filas, defendéis a uno de los vuestros. Los más poderosos oyen cómo se defienden sus privilegios: es parte de vuestra elegancia, la violación es incluso lo que funda vuestro estilo. La ley os cubre, los tribunales son vuestro terreno, los medios de comunicación os pertenecen. Precisamente para eso sirve el poder de vuestras grandes fortunas: para tener el control de los cuerpos considerados subalternos. Los cuerpos que se callan, que no cuentan la historia desde su punto de vista. Ha llegado el momento de hacerles llegar a los más ricos este maravilloso mensaje: la consideración que les debemos se extenderá a partir de ahora hasta sus pollas manchadas de sangre y de la mierda de lxs niñxs que ellos violan. Sea en la Asamblea Nacional o en el ámbito de la cultura - hartas de esconderse, de fingir vergüenza. Exigís consideración completa y constante. Esto aplica a la violación, los abusos policiales, los César, a vuestra reforma de pensiones. Es vuestra política: exigir el silencio de las víctimas. Es parte de vuestro dominio, y si hace falta transmitir el mensaje mediante el terror no veis dónde está el problema. Por encima de todo, vuestro goce enfermizo. Y solo toleráis al vuestro alrededor a los siervos más dóciles. No es nada sorprendente que hayáis coronado a Polanski: siempre se celebra el dinero en estas ceremonias, el cine da igual. El público da igual. Lo que venís a alabar es vuestro propio poder de artillería financiera. Aclamáis el gran presupuesto que le habéis otorgado en señal de apoyo. De ahí proviene vuestro poder, el cual debemos respetar. 


Sería inútil e inapropiado separar los cuerpos de tíos y tías cis en un comentario sobre esta ceremonia. No veo ninguna diferencia en los compartimentos. Está claro que los grandes premios siguen siendo exclusivamente terreno de los hombres, ya que el mensaje de fondo es: nada tiene que cambiar. Las cosas están bien así tal cual. Cuando Foresti se permite abandonar la fiesta y declararse “asqueada” no lo hace en calidad de tía - lo hace en calidad de persona que toma el riesgo de ponerse al sector en contra. Lo hace en calidad de individuo que no está totalmente sometido a la industria, porque ella sabe que vuestro poder no llegará a echarlas. Ella es la única que se atreve a hacer una broma sobre “el elefante en medio de la habitación”, el resto echará balones fuera. Ni una palabra sobre Polanski, ni una palabra sobre Adèle Haenel. Comemos todos juntos en este ámbito, conocemos las consignas: hace meses que os molesta que una parte del público se haga oír y hace meses que sufrís porque Adèle Haenel haya tomado la palabra para explicar su historia de niña actriz, su punto de vista.


Así que todos los cuerpos sentados aquella noche en la sala son convocados con un único objetivo: verificar el poder absoluto de los poderosos. Y los poderosos aman a los violadores. Mejor dicho, aquellos que se les parecen son los que son poderosos. No se les ama pese la violación y puesto que tienen talento. Se les considera talentosos y con estilo porque son violadores. Se los ama por eso. Por el valor que tienen a la hora de exigir su placer enfermizo, su pulsión débil y sistemática de destrucción del otro, de destrucción de todo lo que tocan en verdad. Vuestro placer reside en la depredación, es vuestra única forma de comprender qué es tener estilo. Sabéis muy bien qué hacéis cuando defendéis a Polanski: exigís que os admiremos incluso en vuestra delincuencia. Esta exigencia hace que todos los cuerpos estén sometidos a la misma ley del silencio en la ceremonia. Acusamos a lo políticamente correcto y a las redes sociales, como si esta ley del silencio fuera de ayer y como si todo fuera la culpa de las feministas pero hace ya décadas que esto se arregla así: durante las ceremonias del cine francés nunca se bromea sobre la susceptibilidad de los patrones. Ahí todo el mundo se calla, todo el mundo sonríe. Si el violador de unx niñx fuera el limpiador ahí no habría cuartel: policía, cárcel, declaraciones atronadoras, defensa de la víctima y condena general. Pero si el violador es un poderoso: consideración y solidaridad. No hablar nunca en público de lo que pasa en los castings ni en las clases preparatorias ni en los rodajes ni en las giras de promoción. Se cuenta, se sabe. Todo el mundo lo sabe. Siempre prevalece la ley del silencio. Se selecciona a los empleados en función de su respeto a esta consigna.


 Y aunque lo sepamos todo esto desde hace años, es verdad que aun así nos sorprendemos por la osadía del poder. Eso es lo que mola, finalmente, que siempre salís ganando con vuestras porquerías. Es humillante ver a los participantes uno tras otro saliendo al estrado, sea para anunciar o para recibir un premio. Lógicamente nos sentimos identificadas -no únicamente yo que soy parte de ese medio- sino cualquiera que vea la ceremonia, nos sentimos identificadas y humilladas por proximidad con la historia. Tanto silencio, tanta sumisión, tanto afán de servidumbre. Nos reconocemos en ello. Tenemos ganas de estallar, porque al final del ejercicio sabemos que todos somos empleados que formamos parte de esta gran mierda. Somos humillados por proximidad cuando vemos cómo se callan a sabiendas de que si Retrato de una mujer en llamas no gana ninguno de los grandes premios en la final es simplemente porque Adèle Haenel ha hablado; se trata de hacer saber a las víctimas que pudieran querer explicar sus historias que harían bien en reflexionar antes de romper la ley del silencio. Humilladas por proximidad porque os habéis atrevido a convocar como finalistas a dos directoras (sic) que ni han recibido ni probablemente recibirán nunca el premio a la mejor dirección para volverle a dar el premio a Roman fucking Polanski. Himself. En nuestra cara. Definitivamente no os da vergüenza nada. Veinticinco millones, esto es, catorce veces el presupuesto de Misérables, y el tío no es capaz de hacer que su peli sea entre una de las más taquilleras del año. Y lo recompensáis. Y sabéis muy bien lo que hacéis - que la humillación sufrida por toda una parte del público que ha comprendido exactamente este mensaje alcanzará hasta en la entrega del premio de después, el de la película de Misérables, cuando convocáis al estrado a los cuerpos más vulnerables de la sala, aquellos que sabemos que arriesgan su pellejo en cada mínimo control de policía y aunque falten tías entre ellos, vemos bien que no les falta inteligencia y saben hasta qué punto hay un vínculo directo entre la impunidad del violador ensalzado esa noche y la situación del barrio donde viven. Las directoras que otorgan el premio de vuestra impunidad, los directores cuyo premio está manchado por vuestra ignominia: es el mismo combate. Unos y otros saben que, en calidad de empleados de la industria del cine, si quieren currar mañana se tienen que callar. Ni una broma, ni una pullita siquiera. Eso es el espectáculo de los César. Y el azar del calendario hace que este mensaje se aplique a todos los escenarios: tres meses de huelga protestando en contra de una reforma de pensiones que no queremos y que acabaréis aprobando a la fuerza. Es el mismo mensaje que viene de los mismos ambientes y se dirige al mismo pueblo: “Te callas la boca, te metes tu consentimiento por el culo y sonríes cuando te cruces conmigo porque soy poderoso, tengo toda la pasta, porque soy el puto amo.” 


Por tanto cuando se levanta Adèle Haenel comienza el sacrilegio. Una empleada reincidente que no se molesta en sonreír cuando la humillamos en público, que no se molesta en aplaudir en el espectáculo de su propia humillación. Adèle se levanta como ya se ha levantado en previas ocasiones para decir eh mira cómo yo veo vuestra historia del director y la actriz adolescente, mira cómo la he vivido yo, mira cómo lo llevo, mira cómo se me pega al cuerpo Porque podéis declinarla de cualquier de cualquier manera, vuestra estúpida división entre el hombre y el artista: todas las víctimas de violación saben que no existe una división mágica entre el cuerpo violado y el cuerpo creador. Cargamos lo que somos, eso es todo. Explicadme cómo hago para dejar a la chica violada en la puerta de mi oficina antes de ponerme a escribir, banda de bufones.


Adèle se levanta y se larga. Esa noche del 28 de febrero no aprendimos nada que ignoráramos sobre la maravillosa industria del cine francés, sin embargo, aprendimos cómo se lleva el traje de fiesta. En pie de guerra se lleva. Como se camina en tacones altos: como se destruye el edificio entero, como se camina con la espalda recta y la nuca tensa por la cólera y los hombros abiertos. La imagen más bella en cuarenta y cinco años de ceremonia : Adèle Haenel cuando baja las escaleras para salir y que os aplaude y a partir de ahí sabemos cómo funciona: alguien que se larga y os dice mierda. Doy el 80% de mi biblioteca feminista por esta imagen. Por esta lección. Adèle, no sé si es male gaze o female gaze pero yo te love gaze en bucle en mi móvil por semejante salida. Tu cuerpo, tus ojos, tu espalda, tu voz, tus gestos lo decían todo: sí, somos las estúpidas, somos las humilladas, sí, no tenemos más opción que callarnos la boca y comernos vuestros golpes, sois los jefes, tenéis el poder y la arrogancia que viene con ello pero no nos quedaremos sentados sin decir nada. No tendréis nuestro respeto. Nos largamos. Haced vuestras estupideces entre vosotros. Celebrad, humillaos los unos a los otros, matad, violad, explotad, hundid todo aquello que se ponga a vuestro alcance. Nos levantamos y nos largamos. Probablemente estamos ante una imagen premonitoria de los tiempos que vienen. La diferencia no se sitúa entre hombres y mujeres, sino entre dominados y dominantes, entre aquellos que quieren confiscar las historias e imponer sus decisiones y aquellos que se van a levantar y largarse despotricando. Es la única respuesta posible a vuestras políticas. Cuando no vale, cuando se va demasiado lejos: nos levantamos, nos largamos y despotricamos y os insultamos y aunque seamos los de abajo, aunque tengamos vuestro poder de mierda en nuestras narices, os despreciamos y os vomitamos. 
No tenemos ninguna consideración con vuestra farsa de respetabilidad. Vuestro mundo es asqueroso. Vuestro amor más fuerte es enfermizo. Vuestro poder es un poder oscuro. Sois una banda de imbéciles macabros. El mundo que habéis creado es para poder reinar como miserables es irrespirable. Nos levantamos y nos largamos. Se ha acabado. Nos levantamos. Nos largamos. Insultamos. Os enviamos a la mierda. 


Texto publicado por Virginie Despentes, escritora el 1 de marzo en el periódico Libération

Traducción de Mayte Cantero Sánchez