Ilustración de Susana Real
Me da cosita admitirlo, pero siempre me dio pánico ponerme a escribir. Pienso que hay poco que pueda aportar. Que funciono mucho mejor situándome de manera periférica, que sirvo más si enfoco mi energía a apoyar proyectos “verdaderamente” relevantes.
Para mi siempre fue -y será- un esfuerzo escribir. Es decir, sentarme a producir conocimiento que pueda ser visible para otres. A mi siempre se me dio mejor hablar de política con mi gente, participar en una acción colectiva, montar tinglaos feministas.
Me ha costao mucho tiempo entenderlo, pero al final empecé a encajar piezas. Gracias al feminismo andaluz y les compis que han ido hablando de esto, he aprendido a localizar estos sentimientos dentro de un marco geopolítico desde el que empiezo a entender las particularidades -y las consecuencias- de la discriminación hacia lxs andaluzxs. Y es que muchxs de nosotrxs hemos vivío bajo una andaluzofobia – también interiorizá- y que nos machaca invisibilizando y ridiculizando nuestras maneras, nuestras cotidianidades, nuestro lenguaje y nuestros proyectos políticos. A mi me habían contao que el conocimiento viene de fuera y, acostumbrás a vivir en la sombra, a que nadie mire hacia el sur, todas aquellas políticas subversivas y maneras de revolucionar que construimos en Andalucía quedan relegadas a un segundo plano.
A partir de una entrevista de radio que tuve el gustazo de hacerle a Mar Gallego, gran referente en esto del feminismo andaluz, hablábamos que para entender quiénes somos, tenemos que conocer la historia de nuestro pueblo. Hablábamos sobre la importancia de la memoria y de poner en valor todas aquellas formas de resistencia que surgen desde el sur. En honor a esa conversación que se me ha quedao grabaíta en la memoria, quiero traer aquí una parte de mi experiencia activista para visibilizar s activismos y proyectos políticos feministas antiespecistas que se vienen generando en el sur.
En Granada, que ha sio centro de mi experiencia activista desde 2007, fue donde aprendí -y sigo en ello- a ser antiespecista gracias a amiguis que tuvieron la paciencia, la pedagogía y el compromiso suficiente para abrirme un camino que, si bien ya vislumbraba, no entendía del todo como propio. Y es que, en el sur, las pequeñas comunidades, los vínculos afectivos y las relaciones cotidianas son claves para generar espacios de reflexión y aprendizaje. El boca a boca, la cervecita en la plaza, el cigarrito en la puerta de tu casa, son momentos centrales donde se hace política. Y política en serio, de la que cala, de la que te llevas a tu casa, de la que te cambia la vida.
Una de las cosas más bonitas -y más difíciles también- que me han pasao, ha sido ser parte de la organización del Transfemifest Granada 2016, esas jornadas feministas que casi nadie nombra y de las que nadie parece acordarse. Aunque muchxs de la asamblea no eran activistas antiespecistas, se decidió incluir el antiespecismo como mínimo de las jornadas, a la vez que empezar un proceso de acercamiento y reflexión colectiva sobre ello. Se generaron espacios, dentro y fuera de las jornadas, donde tuvimos la oportunidad de poner en el centro la importancia del sufrimiento no humano, y nuestra responsabilidad para con ello. Todos los comedores fueron veganos y, además, todo tuvo lugar en La Redonda, CSOA declaradamente feminista y antiespecista, con quienes colaboramos mano a mano para sacar adelante las jornadas. Hoy escribiendo esto, sonrío al pensar que este Transfemifest marcó un antes y un después para muchxs compis que después iniciarían un proceso hacia el veganismo.
Quiero nombrar aquí también a los colectivos Eskándalo Púbico y La Fábrika Critica, de los que también he formado parte y que han hecho numerosas veces de plataforma de acogida a proyectos feministas antiespecistas. Eskándalo Púbico sigue existiendo como parte de la sección “Feministas Reunidas” dentro del programa “De Raíz”, espacio radiofónico colectivo crítico situado en Granada. Hace ya un año que el programa va enteramente dedicado a ser un altavoz de proyectos, noticias y temáticas que se encuentran en la intersección del feminismo y el antiespecismo.
Quiero también recordar la Biblioteca Social Libre Albedrío, espacio feminista y antiespecista que durante mucho tiempo fue referente de dichas políticas, y casi el único lugar donde podías encontrar libros, fanzines y textos antiespecistas. Se os recuerda amiguis, millones de gracias por tantos años de lucha.
Por último, no puedo terminar este texto, escrito con el corazón puesto en Andalucía, sin hablar de lo rural. Temazo de ‘conflicto' entre el feminismo y el antiespecismo.
Como alguien que conoce bien la precariedad y lo difícil que es sobrevivir en contextos periféricos, tengo un enorme respeto por todos aquellos proyectos generados desde los feminismos rurales. Ole por toas mis compañerxs, de verdá. Pero, como antiespecista, tengo que decir que me duele profundamente aquellos proyectos en los que no se tiene en cuenta el sufrimiento de los animales no humanos.
Me gustaría hacer énfasis en que el antiespecismo no pretende dejar de lado, ni invisibilizar otras opresiones. Lo digo porque uno de los ataques más comunes contra el antiespecismo es cuestionar por qué nos preocupamos de los animales cuando hay tantos problemas y tantos humanos sufriendo en el mundo. Como feministas esa flauta ya nos debería de sonar, y quizás debamos darnos espacio para entender que la solución no es jerarquizar las luchas, sino sentarnos a dialogar cómo podemos hacer nuestras luchas más inclusivas. El antiespecismo está lejos de ser perfecto, todavía tenemos mucho que aprender, pero lo que si sé, es que no pretende ignorar los proyectos de empoderamiento rurales. Al contrario, pretende introducir el antiespecismo como eje a tener en cuenta a la hora de generar modelos sostenibles de vivir. Es más, recordemos que existen muchos proyectos localizados en lo rural que tienen en cuenta estas intersecciones, como por ejemplo los santuarios de animales.
Se, y respeto, que a veces la supervivencia y las precariedades nos consumen, y que no tenemos energías ilimitadas para cargar con todas las luchas, pero creo que se nos exige ser autocríticas y repensar cómo podemos ser más inclusives en nuestros proyectos políticos a la vez que seguimos empoderándonos.
Me quedo con esta idea para cerrar. Todes tenemos mucho que aprender todavía, y creo que el sur puede ser clave para encontrar nuevas maneras de revolucionar nuestras luchas. Espero, aunque desde mi pánico a la escritura, haber aportado un poquito aquí para visibilizarlo.
En el sur hay mucho que ver. Miren al sur, amiguis.
Cristina García es Activista feminista y antiespecista
-Editorial: DEL PRIVILEGIO SE SALE
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Este artículo ha sido publicado en el nuevo Parole de Queer-Antiespecista. Diciembre 2019. Otros artículos escritos para este nuevo Parole de Queer:
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