Áles Torres Activiste transfeministe antiespecista Editore de Parole de Queer y guionista de SuperBollo Vol. I y II |
Este argumento de la “deshumanización” o de la animalidad se ha utilizado en muchos otros conflictos para aniquilar a poblaciones enteras, para torturar, violar, vejar, esclavizar y un largo etc. También es un hecho constatado que la animalidad se sigue usando como insulto o para describir lo despreciable que puede llegar a ser una persona.
Este sujeto humano tiene poder
sobre todas las cosas, sobre los otros seres vivientes. Considera que el mundo
es suyo y se apropia de mares y tierras, encierra animales en granjas, en
zoológicos, coloniza, esclaviza, acaba con culturas, cosmovisiones y poblaciones.
Este “humano” blanco de origen europeo, cristiano, hetero y cis instaura un
orden: su orden eurocéntrico que está basado en una economía de acumulación de
capital y que, además, es heteropatriarcal. Un orden donde unos sujetos tienen
privilegios sobre otros, y ya sabemos que para que existan privilegios
necesariamente tiene que existir una opresión. Además, este orden económico y
social queda totalmente legitimado, ya que es “naturalizado”, “normalizado” y
es considerado “necesario” para la continuidad de la humanidad. Como señala la
psicóloga Melanie Joy en su libro Por qué amamos a los perros (4),
nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas, bajo las premisas de
normal, natural, necesario, se crean mitos para legitimar un sistema que es
machista, racista, homófobo, tránsfobo, capacitista y, por supuesto, especista,
para que esos privilegiados obtengan sus beneficios sin que importen las demás vidas.
A lo largo del tiempo este concepto de lo humano entra en crisis. Gracias a las luchas por los derechos humanos, a las luchas sociales, a los diversos feminismos y a las luchas LGTBI, el “club de lo humano” se va ampliando y diversificando. En el camino de reconocimiento de nuestra humanidad hemos omitido que también somos animales y que, al igual que nosotres, les otres animales son seres sintientes con sus propias necesidades que experimentan miedo, alegría, padecen, tienen sus formas de interactuar.
Desde una perspectiva antiespecista se entra en conflicto con muchos de estos movimientos, ya que son totalmente antropocentristas. Lo que nos dice el transfeminismo antiespecista es que no podemos ser causantes de discriminación alguna -ni siquiera a los seres no considerados humanos-, que esa entrada en “el club de lo humano”, no se hace sometiendo a otros seres sintientes por muy diferentes que sean a nosotres, que no podemos utilizar las mismas herramientas de quienes fueron y siguen siendo nuestros opresores para poder ser tenidos en cuenta. El feminismo antiespecista nos dice que la animalidad, la bestialidad, no puede ser utilizada para masacrar. Nos dice que quizás si estás en una protesta por x opresión mientras te comes un bocata de calamares, o gritas delante de la policía calzando tus botas de piel, deberías pararte a pensar cuánto de opresore eres tú. Tal como nos enseñó Kimberlé Crenshaw, las opresiones no son independientes las unas de las otras, están todas interrelacionadas y necesariamente al analizarlas deberíamos tener en cuenta a los animales no humanos.
En esta huida de la animalidad se nos olvida que hemos compartido y compartimos espacios de vulnerabilidad, precariedad y desigualdad con los otros animales, con aquellos que nunca han sido ni serán humanos (5). Con los animales marinos, con los insectos, las vacas, los cerdos, las gallinas y los pollos, con los lobos, los osos, los ciervos, con los pájaros… Así que si lo que queremos es la justicia social, lo que deberíamos hacer es buscar alianzas entre aquellas corporalidades que nunca han pertenecido a lo humano.
Si desde una posición feminista, de luchas de derechos sociales, transfeminista y queer desobedecemos las normas de género, sexuales y sociales porque sabemos que la biología no es destino; si la supuesta norma o normalidad impuesta por el heteropatriarcado es un ficticio cuyo único fin ha sido el sometimiento de unos cuerpos en beneficio de otros; si sabemos que nuestros cuerpos, nuestras vidas no son cosificables y deben ser tenidas en cuenta, ¿Por qué no derribar esa última frontera que es la especie? ¿Por qué cosificar otros cuerpos y otras vidas? ¿Por qué no abandonar este supremacismo antropocéntrico de “el club de lo humano” y buscar espacios de convivencia entre todas las especies? ¿Por qué no construir mundos más habitables para todos los vivientes? ¿Por qué no dejamos de utilizar la animalidad, en definitiva, la deshumanización como excusa para ejercer el poder y la violencia? (6) (7)
1 Esta expresión se la debo a Catia Faria quien me ha enseñado y me sigue enseñando muchas de las cosas que sé sobre antiespecismo.
2 Anahí Gabriela
González: "Lo animal como lugar de resistencia ante la trama sacrificar de la filosofia" . Ágora 2019
3 Laura
Fernández “la revolución de las vacas, gallinas, zorras, ballenas, perras,
mariquitas, víboras y muches más”. Parole de queer 2019
4 Melanie Joy “Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas. Una introducción al carnismo” Editorial Plaza y Valdés. 4º Edición 2017
5. Anahí Gabriela González "Animales inapropiados/bles. Notas sobre las relaciones entre transfeminismos y antiespecismos" 2019
6. Corrección de texto: Melania Espadero Blanco
7. Revisión de texto: Irene Sala i Brotons