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¡JAMÁS NOS VEREMOS EN PIJAMA! Reseña de “COMO COMIDA. UN FESTÍN DE BOLLERAPPS” por CATIA FARIA

 

Portada de "Como comida. Un festín de Bollerapps"

"Como Comida: Un festín de Bollerapps" es una fascinante novela gráfica de Flor M. Yustas y Lidia Toga que celebra la hibridación de todo lo existente: humano y no humano, realidad y ficción, generosidad y egoísmo, risas y llantos, esperanza y desesperación. Siguiendo en modo casi voyeur la travesía de la protagonista, una figura antropomórfica, por las aplicaciones de citas para lesbianas, nos adentramos en los intrincados caminos del deseo y el duelo lésbico.

Nos han enseñado que el duelo de una ruptura sexoafectiva se llora y se clausura en el recato de lo privado. En el mejor de los casos, se abre al espacio sanador de lxs amigxs. Sin embargo, este duelo sigue una ruta distinta: se destapa, se exhibe y lo hace sin amigxs. Éste es el primer rasgo audaz del libro. Su protagonista —la Zorra— rompe las convenciones del lesbianismo clásico, convertido ahora peligrosamente en vintage.  Al mejor estilo melocotonero —Fuck the pain away— el duelo no se llora, el duelo se folla. ¿Cómo se atreve? 

"Como comida. Un festín de Bollerapps"

No es la primera vez que esta pregunta surge en la comunidad lesbiana y seguramente no será la última. En la década de los 80, el lesbianismo mainstream se vio envuelto en uno de los episodios más vergonzosos de su historia: la censura generalizada de "Macho Sluts" de Patrick Califia, el primer libro de ficción BDSM entre lesbianas. Califia—en ese momento identificado como lesbiana— había destapado, sin pudor, los disfrutes de la mazmorra, los juegos de poder consentidos y la completa subversión de las jerarquías veladas. 


Sus críticas, animadas por el contexto del movimiento feminista radical anti-pornografia argumentaban que las prácticas BDSM en un contexto lesbiano no eran congruentes con ‘el amor entre mujeres’. Según ellas, reproducían y erotizaban la subordinación de las mujeres, resultado de una sexualidad aún arraigada en el patriarcado y no lo suficientemente deconstruida, por lo tanto, no lo suficientemente feminista. De esta manera, perpetuaban la violencia real, contra mujeres reales, en el mundo real. 

"Como comida. Un festín de Bollerapps"

Sin embargo, sus defensorxs señalaban que la expresión libre de la fantasía es lo que nos permite explorar, aclarar y resignificar las categorías tradicionales impuestas por el patriarcado. Como señalaba Califia, la dicotomía y jerarquía a dinamitar no es quizás ya la de género, entre hombres y mujeres, ni siquiera la entre heterosexuales y homosexuales, sino la existente entre top y bottom. ¿Quién domina a quien? 


Lejos de ser una réplica de la violencia patriarcal, el BDSM entre lesbianas es un ejercicio de reconceptualización y transformación de las nociones mismas de poder y sumisión incrustadas en las concepciones preestablecidas de género y sexualidad y, en ese sentido, una forma de resistencia patriarcal. Al desafiar y reconstruir las dinámicas de poder a través del consentimiento y la exploración ilimitada de las necesidades y deseos individuales se crean nuevas formas de intimidad y conexión emocional genuinamente libres, auténticas y equitativas entre mujeres.

"Como comida. Un festín de Bollerapps"

Me detengo aquí porque, desde mi lectura, la analogía es clara. Muchxs argumentarán una vez más que la travesía de la Zorra en “Como Comida” no es compatible con las relaciones entre mujeres verdaderamente despatriarcalizadas. Sostendrán que el consumo sexual desvinculado, al que la protagonista se refiere como “turismo de cuerpos” encierra la cosificación tradicional de las mujeres y las reduce a su valor erótico. 


¿Pero, hasta qué punto esto es exacto? ¿Hasta qué punto no es la misma mirada patriarcal la que nos impide concebir el deseo explícito sin cosificación y reconocer el amplio espectro de posibilidades de intimidad y conexión de los encuentros estrictamente sexuales? Qué es más patriarcal: ¿ejercer el deseo libre y consentido, sin apegos emocionales o aferrarse a la expectativa esencialista de la conexión emocional femenina? ¿Acaso no es el mismo patriarcado el que ha estigmatizado y limitado nuestras opciones de expresión sexual? Romper con las expectativas impuestas es un acto de resistencia que merece ser celebrado, ya sea en la colectividad de las calles, en la intimidad de la cama o en desvanecimiento de lo público-privado del playroom. “Como Comida” logra todo esto. 

"Como comida. Un festín de Bollerapps"

La metáfora del corcho resulta así para mí desconcertante en este contexto. La Zorra la utiliza para simbolizar su sequía emocional y la sensación de desprendimiento y desconexión tras la ruptura. “Soy un corcho”, repite varias veces. Sin embargo, si bien es cierto que el corcho, con su ligereza e impermeabilidad, le permite a la Zorra, seguir a flote ‘sin mojarse’ en un principio (recordemos que la función natural del corcho es proteger las partes vivas del árbol que lo genera), a medida que se adentra en su travesía erótica, se produce, en mi entender, una descorchización progresiva. Como si estuviera dejando atrás su protección y permitiendo un mayor, en lugar de menor, contacto con sus emociones y deseos genuinos. Al ritmo de orgasmos consecutivos, el corcho se va humedeciendo gradualmente, devolviendo a la protagonista su autentico yo. 


Esta tensión en la Zorra entre la recuperación liberada del deseo y la supuesta infertilidad emocional de los encuentros es uno de los aspectos menos explorados de la historia que merecería, creo yo, un poco más de reflexión. En la misma línea, se respira, a lo largo del libro, una sutil vergüenza patriarcal todavía residual. Ello se evidencia, por ejemplo, en la necesidad casi redentora de volver a las amigas, reconfigurando retrospectivamente la liberación del deseo como duelo, como si sólo ello lo pudiera justificar. Si bien es innegable que hay un proceso de duelo en curso, superar ese duelo no explica la travesía. ¿No ha sido el duelo, al final, un mero detonante de un proceso de autoconocimiento más amplio y necesario, que conecta a la protagonista con su vibración más primordial?


El libro suscita varias otras cuestiones que son susceptibles de generar debate y por buenas razones. En primer lugar, en el contexto actual de creciente reconocimiento de la diversidad de género, surge la pregunta de cómo se posiciona el deseo lésbico frente a otras identidades de género disidentes. Por ejemplo, ¿es posible ser lesbiana y tener relaciones sexoafectivas con personas no binarias, o se pierde automáticamente esa identidad? Resulta casi inconcebible que nuestra protagonista no haya reflexionado sobre esta cuestión. En segundo lugar, aunque la protagonista se plantea las inevitables dinámicas de poder presentes en una relación con personas del Sur Global, la cuestión racial no se explora adecuadamente. En el “Manifiesto Lesfucker” que aparece en la contraportada del libro la categoría “racializada” aparece listada —¿equiparada?— con otros atributos meramente físicos, lo cual me ha parecido impactante, debo admitirlo. Da la sensación de que a la Zorra le surgen preguntas respecto de cuestiones raciales, pero inmediatamente le falta motivación para profundizar en ellas. Finalmente, ¿qué sucede con el privilegio del capital erótico de unas lesbianas relativamente a otras? Como afirmaba Georgina Orellano recientemente en parole de queer, no todo el mundo tiene el privilegio de coger con quien le da la gana. 


Resulta claro que “Como Comida” es un libro que desafía, en muchos sentidos, el status quo lésbico y, por ello, merece ser leído y ampliamente discutido. Animo a todxs a seguir reflexionando sobre cuestiones complejas para las cuales no existen fórmulas universales ni definitivas y a las autoras a que, desde su talento conjunto, nos sorprendan con futuros festines literarios y gráficos cada vez más ricos y extraordinarios. ¡Jamás nos veremos en pijama! 


Reseña de Catia Faria


Flor M. Yustas & Lidia Toga. Como Comida. Un festin de bollerapps. Marzo 2023. A la venta en tu librería de referencia. Por ejemplo, en Mary Read, Madrid.