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Entrevista GEORGINA ORELLANO, trabajadora sexual y secretaria de AMMAR. Por LUCÍA BARBUDO

Georgina Orellano. Secretaria General de AMMAR,
el sindicato de trabajadoras sexuales de Argentina 


Georgina Orellano (Morón, 1986) comenzó en el trabajo sexual con 19 años y desde hace 8 años es la Secretaria General de AMMAR, el sindicato de trabajadoras sexuales de Argentina referente en la lucha pro-derechos. En su ruta a propósito de la presentación de su libro ‘Puta feminista’ en distintas ciudades del estado español, Georgina nos comparte sus saberes y conocimientos sobre la organización políticosocial de base, el sindicalismo de las trabajadoras sexuales y la lucha desde un despertar a la conciencia de clase. Hablamos con ella sobre la criminalización de la pobreza, cómo el trabajo sexual (TS) atraviesa su experiencia de maternidad, las disidencias dentro del TS, por qué el sexo es un derecho o cómo ve ella el movimiento de trabajadoras sexuales en el contexto español. 

-Lucía Barbudo: Cuéntame cómo es el proceso de politización de una trabajadora sexual de calle.

-Georgina Orellano: En el contexto de Argentina, las TS de calle fuimos las primeras que nos organizamos en el sindicato. En los calabozos y en las comisarías donde nos llevaban presas surgen las primeras asambleas, reuniones y encuentros. Estábamos muy preocupadas por el avance policial, las coimas y los favores sexuales que las trabajadoras tenían que hacer para que las dejaran trabajar tranquilas. Por la mucha violencia por parte de las instituciones estatales, las TS comenzaron a organizarse para poder trabajar en libertad, esa fue la principal reivindicación: sacarse a la policía de encima. El TS callejero en nuestro país está criminalizado por códigos contravencionales que criminalizan el uso del espacio público para ofrecer servicios sexuales. Continuamente tenemos que estar en situación de alerta y generar estrategias de organización para saber no solamente lo que le sucede a nuestras compañeras, sino también pensar de manera colectiva estrategias para poder trabajar sin estar continuamente siendo hostigadas por la policía. 

-LB: Cómo se estructura y organiza AMMAR, el sindicato de trabajadoras sexuales del que eres Secretaria General, y qué actividades desarrolla.

-GO: El modelo sindical argentino funciona con un estatuto, afiliadas, asambleas periódicas, plenarios nacionales que se celebran cada tres años para poder encontrarnos, debatir, planificar el año. El mandato son cuatro años, las elecciones son a través del voto directo y pueden votar todes les afiliades. Las delegadas en los barrios se eligen cada dos años y son las que representan los intereses de las compañeras en los territorios y las que traen al sindicato las demandas en las zonas de trabajo. Tenemos filiales en un total de 12 provincias, con unas 6500 afiliadas, aunque el último año llegaron al sindicato por distintas circunstancias 10mil compañeras. La afiliación no es obligatoria, una puede acceder a todos los servicios aunque no esté afiliada, sobre todo entendiendo el estigma social que hay por eso no lo ponemos como una condición. Ofrecemos asesoría legal gratuita, asesoría psicológica, asistencia social, un comedor comunitario, en todas las provincias entrega de módulos alimentarios todos los meses, entrega de kits de prevención y de higiene menstrual. Ofrecemos también talleres de formación política dirigidos a todas aquellas compañeras que quieran acceder a herramientas, a conocimientos. También distintos servicios que van surgiendo, por ejemplo, migraciones, para hacer los trámites de la documentación, para acceder a los planes sociales que tiene el estado. También trabajamos mucho con el acceso a la salud: hacemos jornadas de información, derivación, etc.

-LB: La criminalización de la pobreza es una práctica políticocapitalista extendida por todo el mundo, en el caso de las TS en Argentina, ¿cómo actúa la represión?

-GO: La criminalización de la pobreza actúa directamente con normativas que implican mayor control del espacio público, mayor poder a las fuerzas de seguridad. Implica el traslado de las zonas de trabajo sexual a la periferia. Es un modelo de gentrificación de qué cuerpos y qué colores de piel no se quieren ver. Las TS nos enfrentamos al estigma de ser consideradas sujetos de la peligrosidad e intentan todo el tiempo excluirnos, expulsarnos, detenernos de manera arbitraria. También se da mucha violencia por parte de los vecinos y las vecinas de ciertos extractos sociales que les molesta la pobreza y que no quieren a les pobres en sus veredas. No quieren, como ellos dicen, encontrarse con ‘la marginalidad’ y de ahí no sólo salen discursos racistas, transfóbicos y putofóbicos, sino que también nacen políticas que se encuadran y se diseñan como políticas de seguridad y donde somos nosotras las primeras que vamos a ser arrojadas a los márgenes de la ciudad. 

-LB: En tu presentación en Granada, hablabas de que en los primeros encuentros con otras agrupaciones feministas (de corte abolicionista) os sentíais ajenas a muchas de las cuestiones que se debatían o trataban desde ese feminismo teórico que no está aterrizado en la realidad de muchas mujeres. Sin embargo, me emocionó mucho cuando contabas que sí os interpeló fuerte el tema de la maternidad. Háblame de eso.

-GO: En nuestro país el 86% de las personas que ejercen el TS son mujeres cis, madres solteras que tienen a cargo de uno a seis hijos y que son sostén de hogar. Eso quiere decir que nuestra decisión de ejercer no solamente tiene que ver con el dinero que ganamos, sino que también es un trabajo que podemos ejercerlo combinando la responsabilidad de los cuidados. En los sectores populares, que es mayormente el extracto social del cual venimos, para las madres TS, las jefas de hogar, las mamás solteras, la maternidad tiene un valor muy importante. Nosotras lo hablamos mucho con las compañeras, qué nos pasa con la idea de la maternidad y con la idea de que no puedes ser puta y mamá a la vez porque o sos una cosa o sos la otra. Y nosotras llegamos a la conclusión de que nos pesa mucho el estigma de la mamá puta porque somos consideradas siempre las malas, porque nuestras maternidades van a estar siempre bajo la lupa. Siempre hemos vivido la maternidad con mucha culpa, con vergüenza. Hemos atravesado judicializaciones, un montón de compañeras han tenido que rendir cuentas a la justicia de si eran buenas madres o no. Creo que a ninguna otra madre, abogada, enfermera o docente, le cuestionan su maternidad por el trabajo que ejerce. Convivimos con ese doble estigma de ser putas y ser la mala mamá y eso nos ha despojado durante mucho tiempo de ir a espacios feministas porque no podemos soportar que se metan con nuestras maternidades. Es un tema sensible que nos atraviesa, que nos interpela y los espacios feministas tendrían que problematizar justamente esto: por qué son tan desigualdades las maternidades.

-LB: Y a raíz de todo esto que estás comentando, ¿dirías que has llegado a la politización de la maternidad a través de tu activismo puta o ya andabas dándole vueltas al trabajo materno antes de empezar tu militancia como TS?

-GO: En mi caso particular yo ya le venía dando vueltas antes. Cuando me separé mi hijo tenía 3 años. Yo tenía muy pocos recursos y tenía que trabajar muchas horas para poder mantener mi autonomía y no depender de nadie. Así que anoté a mi hijo en un colegio privado donde iba la jornada completa. Yo ya veía una desigualdad entre las otras madres y lo que me pasaba a mí. Más allá de que no podía contarles a ellas verdaderamente a lo que me dedicaba, veía que la mayoría no trabajaba y me hacía muchísimo ruido las cosas que me contaban de cómo planificaban sus vacaciones, que los fines de semana contrataban una niñera para descansar y esa no era mi realidad. Ellas hablaban de la maternidad desde un lugar desde el que se sentían realizadas y yo no. Yo lo padecía. Me parecía angustiante no poder decir que para mí mi experiencia maternal había sido una mierda. En el activismo me encontré con compañeras con las que podía compartir sin cuestionarnos. Por supuesto que siempre está el amor por nuestres hijes, pero nosotras vivíamos la maternidad como algo muy esclavizante. La verdad que yo me sentí realizada cuando empecé a ser activista, ahí sentí mi realización como un sujeto en el cual me sentí parte de algo.

"Puta feminista", de Georgina Orellano

-LB: Hablabas antes del doble estigma: el de mala madre y puta. ¿Cómo se combate esta doble señalización en los entornos sociales fuera de los espacios feministas?

-GO: Bueno, yo creo que lo que nos ha funcionado a nosotras es poder compartir cómo vive la maternidad una TS. La sociedad en general piensa que la puta es puta las 24 horas del día y lo único que puede hacer en su vida es estar todo el tiempo cogiendo y cobrando. No se la ve en otros planos que no sea el sexual. Hemos hecho intervenciones en el espacio público donde confrontamos cómo nos ve la sociedad y cómo somos: el estereotipo de la trabajadora sexual con minifalda, cigarrillo en la mano…y de otro lado, llevando el carrito de las compras, llevando el cochecito con el bebé o llevando a les niñes a la escuela, dando la teta al bebé o cocinando. Esta ha sido una estrategia que ha conseguido humanizar a las trabajadoras sexuales porque creo que de lo que se trata es de combatir el estigma humanizando a alguien que está muy deshumanizado socialmente. 

-LB: Esto es un debate que se ha reabierto aquí recientemente, ¿tú crees que el sexo es un derecho? 

-GO: Yo creo que el sexo es un derecho porque no está disponible para todos y para todas sobre todo porque hay cuerpos que son deseantes y deseables que entran en ciertas normas establecidas por el régimen heterosexual y también capitalista y hay otros que no. Yo lo veo mucho con mis clientes, son personas cuyas corporalidades no se ajustan a ciertas normas: son personas gordas, tímidas, introvertidas, con diversidad funcional, personas que les falta una mano, que no pueden caminar, que están postradas en la cama o que tienen enfermedades como lupus. Nosotras siempre les hacemos esta pregunta a las abolicionistas: ¿vos te cogerías a un enano? Y cuando ellas contestan horrorizadas que no, entonces decimos que la TS cumple una función sexual porque esas personas acceden a su derecho del goce sexual a través de pagar un servicio. Todas las personas tienen derecho a disfrutar su sexualidad y a no ser infantilizadas. Las personas con diversidad funcional son sujetos pensados desde la infantilización cuya existencia por parte del estado aborda toda la cuestión de la salud pero en la sexualidad no tienen absolutamente nada. Hay un montón de gente que no piensa en las personas que tiene alrededor. Piensan que pueden coger con quien les da la gana y que esa es la realidad de todo el resto y no. No todo el mundo tiene el capital erótico para coger con quien se le da la gana. 

Lucía Barbudo. Activista transfeminista militante de Anti Represión 
Región de Murcia; Orgullo Crítico Murcia y Movimiento Femenista Murcia

-LB: Comentabas ayer en la presentación de Murcia que durante los primeros 17 años AMMAR estuvo nucleado exclusivamente por mujeres cis. ¿Cuál es la situación actual respecto a las disidencias? 

-GO: Bueno, ahora nosotras hemos tenido que modificar el estatuto de AMMAR y la Carta de Principios porque hablaba de ‘mujeres meretrices’. Toda aquella persona mayor de edad que ejerce el trabajo sexual, independientemente de la modalidad o la identidad de género, tenía que estar representada o contenida dentro del modelo sindical. Así que modificamos los estatutos. Hoy por hoy, AMMAR es un sindicato que nuclea mujeres cis, compañeras del colectivo travesti-trans, compañeras migrantes, varones trans, varones cis, lesbianas, bisexuales, transformistas, personas no binarias. De la misma manera, no solo contemplamos a las TS de la calle, sino que también están las que trabajan en departamentos, en Only fans, las que venden su porno autogestivo, las que venden fotos, las que son webcamers, las que trabajan por páginas web, las de las redes sociales, etc. Hay mucha diversidad aunque las más organizadas sean las trabajadoras sexuales callejeras. 

-LB: A las TS se os exige que hagáis un trabajo de deconstrucción sexual que en realidad podemos hacer todas, todes y todos dentro de nuestras vidas sexuales, pero dime, ¿cómo crees tú que hackeas el heteropatriarcado desde ser trabajadora sexual bisexual? 

-GO: Creo que esto derriba un montón de estereotipos e imaginarios construidos históricamente desde una mirada muy mujeril y desde una mirada muy heterosexual. Se ha construido la idea de que todas las personas que ejercemos el TS somos mujeres y todos los clientes que demandan servicios son varones. Cuando nosotras empezamos a hablar desde una mirada interseccional, creo que eso remueve un poco ese estereotipo y ese imaginario. Cuando aparecen compañeras TS que se presentan como lesbianas, nos parece que eso no solamente sirve como argumento, sino que hay una representación de la diversidad de cómo las personas vivimos la sexualidad. Hay un montón de personas que se quedan en el lado de la morbosidad preguntando: ‘Pero si sos lesbiana cómo te gustan los hombres’ y no, acá no estamos hablando de gustos, estamos hablando de un trabajo. Mi deseo sexual es uno pero luego en mi trabajo yo atiendo a la persona que viene y la condición fundamental para mí es que se respeten mis condiciones y el pago de mi servicio. 

-LB: Me gustaría preguntarte por el papel del asistencialismo. Además del frente abolicionista, ¿crees que el asistencialismo podría ser un freno en los procesos de politización de las TS? 

-GO: Nosotras en AMMAR ofrecemos un montón de servicios asistencialistas, pero no son lo prioritario en nuestra lucha sindical. Siempre lo pensamos hasta el mientras tanto el estado no reconozca el trabajo sexual y nuestras compañeras tengan que padecer un montón de situaciones de desigualdad y de violencia y de falta de políticas públicas, ahí el sindicato tiene que tener un rol de intermediario. Nosotras tenemos las escuelas, el comedor, los abogados, las psicólogas, las médicas porque es una realidad que cuando una compañera va al centro de salud es discriminada. Hay un ejemplo muy claro para nosotras y es el tema de los preservativos. El preservativo para nosotras es el medio para llegar a la compañera, el fin es la organización sindical, que la compañera tenga conocimientos, saberes, que sepa de las legislaciones que afectan a nuestro trabajo, con qué herramientas cuenta por parte del sindicato, que se organice, que tenga derechos. Nosotras cumplimos una función respondiendo a las demandas de las compañeras pero no perdiéndonos en nuestro horizonte que es que el TS sea reconocido y que las compañeras abracen la lucha sindicalista.

-LB: En este marco de derechos laborales, jubilaciones, etc, ¿qué diferencia un marco pro-derechos de un marco regulacionista? 

-GO: Lo primero es tener un conocimiento de los modelos. Que podamos tener una conversación y un acercamiento con compañeras organizadas en los países donde se reguló el TS. Que ellas nos puedan contar de primera mano las ventajas y desventajas, las condiciones, los requisitos, cómo se pensaron esas legislaciones. ¿Fueron ellas parte desde un inicio de la discusión o se encontraron con que fue una legislación impuesta por el municipio donde no se consideraron sus voces ni su participación política? También discutimos cómo esperamos que el estado intervenga en nuestro trabajo. Si estamos de acuerdo con que haya zonas específicas para el desarrollo del trabajo sexual. Y la mayoría no queremos un ghetto, una zona roja, porque eso genera mayor aislamiento y estigma social. Preferimos que el estado se adecue a la realidad de las trabajadoras sexuales y no que el estado imponga, con su mirada totalmente atravesada por el estigma y por el desconocimiento. Escuchando a las compañeras TS en Holanda te das cuenta de que nosotras no queremos la regulación porque deja fuera a las migrantes. Allí puedes ejercer en la vitrina, pero en tu casa está prohibido. Esto implica acaba con nuestras autonomía. Las regulaciones no siempre van acompañadas de derechos laborales, sino de control. No queremos un estado que nos controle porque ya vivimos controladas por la policía y por la mirada social. 

-LB: De paso por el estado español, hablando y compartiendo saberes y experiencias organizativas con colectivos pro-derechos y trabajadoras sexuales, ¿con qué impresiones te vuelves a Argentina?

-GO: Bueno yo creo que la tienen muy complicada. Es necesaria la unidad del movimiento de TS. Podemos pensar distinto en un montón de cosas, es sano pensar distinto pero también es sano debatir políticamente, respetar todas las trayectorias de las compañeras aunque algunas miradas no las compartamos. Hay que generar acuerdos y consensos para salir con un frente común y con lo que no estemos de acuerdo, bueno, sigámoslo discutiendo dándonos las herramientas necesarias, dándonos el tiempo necesario para acercarnos a una posición política que represente la realidad de la mayoría que ejerza el TS. Con las políticas punitivas aparecen oportunidades. Pensando en todas esas compañeras que se van a quedar sin trabajo, que la van a pasar mal, que van a ser muy violentadas, que van a ser precarizadas, nos merecemos estar unidas y hacer un frente común donde todas salgamos a defender este avasallamiento que hay por parte del estado. 


Entrevista a Georgina Orellano, realizada por Lucía Barbudo.