Itziar Ziga |
A las puertas de una
de esas cárceles en las que mantienen desterrados a los nuestros, me hablaron
este sábado de ella. Aquel crío que fue adoptado por una familia en su baserri,
llevaba una diva irrenunciable dentro. Ikerne recuerda las minifaldas abisales
de su amiga cuando empezaban a salir de fiesta por Andoain. Ninguna mujer
defiende las señas de la feminidad más hasta el límite, incluso de su propia
vida, que una transexual. Conjuran toda la misoginia de este mundo cada vez que
respiran. A mediados de los ochenta se dirigió hacia Barcelona. Las grandes
ciudades y sus barrios bajos acogían a estas quimeras sexuales que se
asfixiaban en nuestros pueblos y villas. Allí les esperaban sus hermanas
venidas de todas partes, el mercado negro de estrógenos para feminizarse a lo
loco, los antros donde brillar como reinas de la noche, la prostitución, la
heroína, el SIDA. La única posibilidad de ser ellas mismas que no hubieran
cambiado por vivir a medio gas, aunque les precipitó a casi todas hacia una
muerte prematura. Esta fue también la historia de Petri.
Treinta años después, en la misma
zona, una andereño detecta la zozobra y el dolor de una criatura de tres años y
decide actuar. Facilita que se redefina ante la clase y, ese nombre de chico
que ya tenía elegido, brota liberando su pánico a no poder existir. Su entorno
trabaja colectivamente para eliminar las resistencias, ya no hay marcha atrás.
Como en todas las luchas, todo arranca cuando las primeras no pueden más y dan
un paso al frente. El valor se contagia colectivamente. Aquellas travestis y
mariconas que salieron a las Ramblas con el puño en alto hace cuarenta años
habían sido detenidas y vejadas mil veces, ya no tenían nada que perder. Y
mucho por ganar. Gracias a ellas y a las extraviadas que vivieron y pelearon
peligrosamente en las décadas posteriores, hoy muchas criaturas transexuales no
temen al futuro, incluso en nuestros pueblos. Esto nos hace mejores como país.
Y Barcelona sigue ahí, irradiándonos posibilidad. Ardo en deseos de la Diada
2017.