martes

CUANDO VIOLAR A UNA MUJER ERA SEXI por ITZIAR ZIGA


Lina Mangiacapre

Cuando mi amiga y editora Maya Checchi pasa derrapando ante el Vaticano, se detiene, baja la ventanilla y les grita: ¡pederasti! La Iglesia se ha ganado a pulso multitudes enemigas, como esta lesbiana pendenciera y genial que cató hembra en una época en que podían lobotomizarte por ello. Apostadas en una terraza genovesa, ante la algarabía futbolera por un partido de la liga italiana, me contó esta historia. Pongamos que eran los 80, Nápoles. Maya y una de sus mil amantes, la fascinante cineasta y escritora que nombró por primera vez el transfeminismo, corran a googlearla para ver lo buena que estaba, Lina Mangiacapre, borrachas con dos amigas más, animando al equipo que fuera una tarde de futbol en una taberna llena de hombres. Las otras eran Maria Schneider y su novia María. Cierro los ojos, y soy la cerveza entre los veinticuatro labios de las cuatro…


La actriz Maria Schneider y su novia la fotógrafa Joan Townsend,
desde la ventana de un hospital psiquiátrico en Roma, 1976.


Rodando El último tango en París, 1972,a Marlon Brando y a Bernardo Bertolucci no se les ocurrió otra cosa que: ¡y si hacemos que la violación sea real para que parezca real! Ideaca, eso sí, solo se les pasa por la cabeza cuando se trata de maltratar a mujeres. Ninguno pensó: venga, vamos a darle sin su permiso palizas de verdad a Rusell Crowe para que parezca de verdad un esclavo y un gladiador. Pero con las mujeres, perdón, con las actrices,... ¡que son actrices, coño, que su trabajo es interpretar! Adrian Lyne ordenó que nadie empatizara con Kim Basinger durante el rodaje de Nueve semanas y media y Stanley Kubrick hizo que Shelley Duvall repitiera 127 veces una escena tremenda de El resplandor. Sus lágrimas eran reales, ¡viva el cine feminicida! Como las de Maria Schneider cuando fue violada con 19 años ante las cámaras: ella lo contó. Bertolucci vivió demasiado: al alcanzarle el Me Too reconoció la violación, pero no se arrepentía porque fue artística. Eso sí, Maria Schneider ya no será más una sombra trágica, nunca lo somos. Ahora la admiro en una foto de 1976, besándose con Joan Townsend tras los barrotes de un manicomio, en el que ingresó voluntariamente para estar al lado de su novia.