Ilustración de Paula Dacal |
Los cuerpos están atravesados por diversas opresiones que se interrelacionan de forma compleja y por eso necesitamos que las luchas también se interrelacionen para dar una respuesta integral a la dominación de los cuerpos.
A ojos del sistema, los cuerpos se convierten en mercancías medibles, que se valoran en base a un modelo de desigualdad impuesta. Este modelo tiene como sujeto privilegiado al hombre cisgénero heterosexual blanco occidental con un cuerpo delgado, sano y funcional al sistema (capaz).
A partir de este sujeto, y de una mirada que le sitúa en el centro de lo socialmente admirado y aceptable, nos situamos otros muchos cuerpos que estamos fuera de ese lugar. Somos cuerpos que, en nuestra amplia diversidad, somos consideradas menos válidas. Algunas incluso son consideradas recursos o propiedades. Cuerpos que, en última instancia, pueden ser mirados, juzgados, violados, usados, violentados o asesinados por otros con más poder.
En esta complejidad que nos atraviesa, queremos situar la opresión y el privilegio. Los cuerpos no humanos, los cuerpos trans, los cuerpos de las mujeres, de las bolleras, los cuerpos no heterosexuales, los cuerpos gordos, los cuerpos no occidentales, los cuerpos diversos funcionales, las pieles no blancas y los cuerpos enfermos, entre otras, cargan sobre sí con todo un sistema de opresión. Pero la trampa es que este sistema también se caracteriza por la dominación.
Como humanas, partimos del privilegio de especie sobre los demás animales. A lo que aspiramos es a dejar de dominar sus cuerpos y sus vidas, a dejar de apropiárnoslos para nuestros placeres, beneficios e intereses. Por ello, tratamos de trabajarnos como sujetos situados que se hacen conscientes de sus opresiones y responsables de sus privilegios.
No pretendemos aquí ser la voz de nadie. Los animales no humanos están librando una batalla por su vida y su libertad en este mismo instante. Pero sus gritos son instantáneamente silenciados por los medios y la educación especista que ignora sus intereses. Su explotación y asesinatos son ocultados y apartados de los lugares donde transcurren nuestras vidas.
Ante esto, mostramos nuestra rabia y dolor por su situación e insistimos: sus cuerpos, sus vidas, también importan. Los sistemas de opresión como el heteropatriarcal y el especista tienden a justificar su violencia con argumentos sobre lo normal, lo natural y lo necesario.
Dicen que son normales las relaciones heterosexuales, también dicen que es normal vestirse con la piel de los demás animales (véase el cuero). Dicen que es natural que las mujeres sean más sensibles y los hombres más fuertes, y que usemos a las no humanas para divertirnos a costa de su sufrimiento (véanse los circos con animales). Dicen que es necesario estar delgada para estar sana, también que es necesario comer animales.
Nos proponemos en esta publicación ir derrumbando poco a poco esas falacias que nos limitan, engañan y pretenden justificar la dominación de los cuerpos.
El género es una jaula que nos impide experimentar el mundo más allá de lo que nos han obligado a sentir que nos corresponde. Caminamos hacia un mundo en el que el género sea fruto de la propia creatividad y voluntad. De una forma similar, entendemos que la especie es una barrera más para separarnos de los demás animales, y es urgente saltar también ese muro y reconocernos como diversas e iguales.
Creemos que el transfeminismo es un paraguas donde caben todas estas luchas, donde cabemos todes en nuestra amplia diversidad y más allá del individualismo. No queremos liberarnos si no es juntes y en colectiva, no creemos que podamos ser libres si estamos oprimiendo a otres. Así, entendemos la liberación animal como máxima por la que luchar, porque todes somos animales.
Queremos dejar de ser opresoras y oprimidas.
Queremos que todes seamos libres.
Texto compartido de la revista Jauría
Ilustración de Paula Dacal