Los discursos que particularmente nos oprimen a todas nosotras y a todos nosotros, lesbianas, mujeres y homosexuales, son aquellos que dan por sentado que lo que funda una sociedad, cualquier sociedad, es la heterosexualidad. Esos discursos hablan de nosotras y de nosotros y presumen de estar diciendo la verdad en un terreno apolítico, como si hubiera alguna cosa significable capaz de escapar de lo político en este momento histórico y como si, en lo que a nosotras y nosotros concierne, pudieran existir signos sin significado político. Esos discursos de la heterosexualidad nos oprimen en el sentido de que nos impiden hablar a menos que hablemos en sus términos. Todo lo que los cuestiona es inmediatamente descalificado como elemental. Nuestro rechazo a las interpretaciones totalizadoras del psicoanálisis les hace decir a sus teóricos que despreciamos la dimensión simbólica. Esos discursos nos niegan toda posibilidad de crear nuestras propias categorías. Pero su acción más feroz es la tiranía inflexible que ejercen sobre nuestro ser mental y físico.
Cuando usamos el más que generalizador término ideología
para designar a todos los discursos del grupo dominante, estamos relegando esos
discursos al terreno de las ideas irreales y olvidamos así la violencia
material (física) que ejercen directamente contra las personas oprimidas, una
violencia que es producida tanto por los discursos abstractos y
"científicos"; como por los de los medios.
Me gustaría insistir en esta opresión material que ejercen
los discursos sobre las personas.
No hay nada abstracto en el poder que tienen las ciencias y
las teorías, el poder de actuar en forma material y concreta sobre nuestros
cuerpos y mentes, aún cuando el discurso que las produce sea abstracto... Todas
las personas oprimidas conocen ese poder y han tenido que vérselas con él. Es
el que dice: no tenés derecho a hablar porque tu discurso no es científico ni
teórico, porque estás en un nivel equivocado de análisis, estás confundiendo
los discursos con la realidad, tu discurso es ingenuo, entendés mal tal o cual
ciencia, etc.
Si el discurso de los modernos sistemas teóricos ejerce
poder sobre nosotras, es porque trabaja con conceptos que nos tocan muy de
cerca. Pese al surgimiento histórico del movimiento de lesbianas, del feminismo
y del de liberación gay, cuya actuación ya ha sacudido las categorías
filosóficas y políticas de los discursos de las ciencias sociales, esas
categorías siguen siendo sin embargo utilizadas por la ciencia contemporánea
sin mayor análisis. Funcionan como conceptos primitivos dentro de un
conglomerado de disciplinas, teorías e ideas actuales que llamaré la mente
hetero.
En esos conceptos incluyo "mujer",
"hombre", "sexo", "diferencia" y toda la serie de
conceptos que llevan su marca, entre ellos "historia",
"cultura" y lo "real". Y si bien en los últimos años se ha
aceptado que no existe nada a lo que se pueda llamar "naturaleza",
que todo es cultura, sigue habiendo dentro de esa cultura un núcleo de
naturaleza que se resiste a todo examen, una relación excluida de lo social en
el análisis, una relación cuya característica es ser ineludible en la cultura
así como en la naturaleza, y que es la relación heterosexual. A esto le llamo
la relación social obligatoria ente "hombre" y "mujer"...
Con ese carácter ineludible, como conocimiento, como principio obvio, como algo
dado previo a toda ciencia, la mente hetero desarrolla una interpretación
totalizadora de la historia, de la realidad social, de la cultura, del lenguaje
y de todos los fenómenos subjetivos al mismo tiempo.
Apenas puedo subrayar el carácter opresor que reviste la mente hétero en su tendencia a universalizar inmediatamente todo concepto que produce como ley general y sostener que es aplicable a todas las sociedades, épocas y personas. Así hablan del intercambio de mujeres, de la diferencia entre los sexos, del orden simbólico, del inconsciente, deseo, cultura, historia, dándole un significado absoluto a todos esos conceptos que en realidad son sólo categorías basadas en la heterosexualidad, o sea el pensamiento que produce la diferencia entre los sexos como dogma político y filosófico.
La consecuencia de esta tendencia a universalizar todo es
que la mente hétero no puede concebir una cultura, una sociedad donde la
heterosexualidad no ordene no sólo todas las relaciones humanas sino también la
misma producción de conceptos e inclusive los procesos que escapan a la
conciencia.
Rechazar la obligación del coito y las instituciones que esa
obligación ha producido como necesarias para la constitución de una sociedad es
simplemente imposible para la mente hétero, dado que hacerlo significaría
rechazar la posibilidad de constituir un otro y el rechazo del "orden simbólico",
y también haría imposible la constitución de significados, sin lo cual nadie
puede mantener su coherencia interna. Así el lesbianismo, la homosexualidad y
las sociedades que formamos no pueden ser pensadas ni habladas, aún cuando
siempre han existido. Así la mente hétero continúa afirmando que el incesto, y
no la homosexualidad, es su principal prohibición. Así, cuando es pensada por
la mente hétero, la homosexualidad no es otra cosa que otra heterosexualidad.
Sí, la sociedad hétero se basa en la necesidad de lo
diferente/otro en todo nivel. No puede funcionar económica, simbólica,
lingüística ni políticamente sin ese concepto. Esa necesidad de lo
diferente/otro es ontológica para todo el conglomerado de ciencias y
disciplinas que yo llamo la mente hétero. Pero ¿qué es lo diferente/otro sino
lo dominado? Porque la sociedad heterosexual no sólo oprime a lesbianas y
homosexuales sino a muchas y muchos diferentes/otras/otros; oprime a todas las
mujeres y a muchas clases de hombres, a todas aquellas personas que están en la
posición de dominadas. Constituir una diferencia y controlarla es un acto de
poder, dado que es esencialmente un acto normativo. Todas las personas tratan
de mostrar que la otra o el otro son diferentes. Pero no todas tienen éxito en
su empresa. Hay que ocupar una posición social de poder para lograrlo.
Por ejemplo, el concepto de la diferencia entre los sexos
constituye ontológicamente a las mujeres como diferentes/otras. Los hombres no
son diferentes, la gente blanca no es diferente, ni lo son los amos. Pero la
gente negra, así como las esclavas y los esclavos, sí lo son. Esa
característica ontológica de la diferencia entre los sexos afecta a todos los
conceptos que son parte del mismo conglomerado. Pero para nosotras o nosotros
no existe eso de ser-mujer o serhombre. "Hombre" y "mujer"
son conceptos políticos de oposición y la cópula que dialécticamente los une
es, a la vez, la que los hace desaparecer. Es la lucha de clases entre mujeres
y hombres la que va a hacer desaparecer a hombres y mujeres (lo mismo sucede
con todas las otras luchas de clase donde las categorías en oposición se
"reconcilian" mediante la lucha cuya meta es hacerlas desaparecer).
El concepto de diferencia no tiene de por sí nada de ontológico. Es sólo la forma
que tienen los amos de interpretar una situación histórica de dominación. La
función de la diferencia es enmascarar en todo nivel los conflictos de
intereses, incluidos los ideológicos.
En otras palabras, para nosotras y para nosotros, esto
significa que ya no puede haber mujeres y hombres y que, como clases y
categorías de pensamiento o lenguaje, tienen que desaparecer política,
económica e ideológicamente. Si nosotras como lesbianas y ustedes como
homosexuales seguimos hablándonos y pensándonos como mujeres y como hombres,
estaremos preservando la heterosexualidad. Estoy segura de que ninguna
transformación política ni económica puede quitarle su dramatismo a esas
categorías de lenguaje. Podemos redimir las palabras esclava o esclavo. Podemos
redimir nigger, negress (términos derogatorios para las personas negras). ¿En
qué difiere "mujer" de esas palabras? La transformación de las
relaciones económicas no alcanza. Debemos producir una transformación política
de los conceptos claves, es decir, de los conceptos que son estratégicos para
nosotras y para nosotros. Porque hay otro orden de lo material, el del
lenguaje, y el lenguaje se va elaborando en base a estos conceptos
estratégicos. Está a la vez profundamente conectado al campo político, donde
todo lo que concierne al lenguaje, a la ciencia y al pensamiento, se refiere a
la persona como subjetividad y a su relación con la sociedad. Y no podemos
dejar esto dentro del poder de la mente hétero, o sea del pensamiento basado en
la dominación. ...
Rompemos el contrato heterosexual. Esto es lo que las
lesbianas estamos diciendo por todas partes, si no con teorías, mediante
prácticas sociales, y aún no sabemos cuáles podrán ser las repercusiones de
esto en la cultura y en la sociedad hétero. Alguien que se dedique a la antropología
podrá decirnos que tenemos que esperar cincuenta años. Sí, si una quiere
universalizar el funcionamiento de estas sociedades y hacer aparecer sus rasgos
invariantes. Mientras tanto, los conceptos hétero se van socavando. ¿Qué es la
mujer? Pánico, alarma general para una defensa activa. Francamente, es un
problema que las lesbianas no tenemos porque hemos hecho un cambio de
perspectiva, y sería incorrecto decir que las lesbianas nos relacionamos,
hacemos el amor o vivimos con mujeres, porque el término "mujer"
tiene sentido sólo en los sistemas económicos y de pensamiento heterosexuales.
Las lesbianas no somos mujeres (como no lo es tampoco ninguna mujer que no esté
en relación de dependencia personal con un hombre).
Traducción de Alejandra Sardá de la versión inglesa de Mary
Jo Lakeland y Susan Ellis Wolf (The Straight Mind)
Monique Wittig nació en Francia en 1935 y murió en enero de
2003 en Tucson, Arizona. Licenciada en Letras y Doctora en Lingüística, M.W.
escribió novela, teatro, ensayo y poesía, además de dedicarse a la docencia
universitaria en Francia y los Estados Unidos. Algunos de sus trabajos son:
L'Opoponax (novela, 1964), Les guérrillères (novela, 1969), Le corps lesbien
(poesía, 1973), Le voyage sans fin (teatro) y los ensayos La pensée straight
(1978) y One is not born a woman (1980). La mente hétero está dedicado a las
lesbianas de los Estados Unidos y es el texto que M.W. leyó en el marco del
Congreso Internacional sobre el Lenguaje Moderno, que tuvo lugar en 1978 en
Nueva York.