Cuando hicimos las cuentas desde la crítica económica feminista, no nos salieron ni las del capitalismo ni las del marxismo. ¿Dónde está el precioso trabajo que sostiene la vida, realizado sin reconocimiento ni paga mayoritariamente por las identificadas como mujeres? La plusvalía del patriarcado. Mientras las mujeres somos el 50% de la población mundial, realizamos las 3/4 partes del trabajo mundial, pero poseemos el 10% del dinero y el 1% de la propiedad, lo dice la ONU. ¿A qué dan ganas de salir a la calle con un lanzallamas, incluso en pleno confinamiento?
Solo es posible superar la necesidad delegándola. Limpiar, cuidar y follar, tres actividades imprescindibles para la vida humana pero despreciadas patriarcalmente, también como trabajos. Precarizadas, feminizadas, sexualizadas, globalizadas, racializadas. Carla Corso, activista prostituta italiana, me lo decía una iluminada mañana en Barcelona, hace casi veinte años: no se nos perdona que cobremos por lo que las mujeres deben hacer gratis.
Hay dos sectores laborales que no caben en el Estatuto General de los Trabajadores: las chachas (abajo) y las putas (afuera). Las empleadas del hogar ajeno, tienen en la legislación española un régimen especial e inferior desde 1985, que debía ir equiparándose al del resto de gremios pero avanza a ritmo de tortuga. Hablamos de la indeterminación en sus tiempos de trabajo: jornada laboral, vacaciones, derecho a paro,… también hablamos de sueldos de mierda y de todo tipo de acoso. Sé de lo que hablo: mi amatxo me pagó la carrera limpiando casas y cuidando gente, durante más de diez años no durmió en su cama. Con las trabajadoras del sexo, el Estado nunca ha querido saber qué hacer, más allá de atosigarlas policialmente y de permitir que se las explote y agreda. Mientras tanto, no se ataja la trata.
¿Dónde y, sobre todo, cómo están en estas excepcionales circunstancias confinatorias las internas que trabajaban en condiciones de semi-esclavitud, si es que en la esclavitud cabe el semi, en casas de familias de bien y en grandes burdeles? Supimos al principio de la pandemia que las mujeres que se prostituían en la muga de La Jonquera, fueron expulsadas. Hablo con mi amiga Verónika Arauzo, puta autónoma y activista. Resiste estas semanas en un antiguo cuartel okupado. Durmió durante toda su adolescencia en cajeros automáticos, lo suyo sí que es resistir. Tenía prevista una gira con LAB a finales de marzo, ¡tengo tantas ganas de que se celebre como de sentirme apretujada por una multitud!
El Ministerio de Igualdad anuncia que tanto las víctimas de trata como las prostitutas más vulnerables, podrán cobrar el ingreso mínimo vital que prepara el gobierno de Madrid, aunque sean migrantes irregulares. Imposible saber a cuántas de ellas no les llegará tal ayuda. Las Kellys, las que limpian las habitaciones de los hoteles, organizadas en un sindicato prodigioso, denuncian que para muchas de ellas, ni siquiera está habiendo ERTEs coronavíricos: ya estaban subcontratadas y ultraprecarizadas de antes.
Me habló de ella un amigo celador llamado Raúl, al que aprovecho para besar desde aquí. Nuestra heroína, una limpiadora del Hospital de Navarra, andaba hasta el chichi de que ningún compañero (ni compañera) de los escalafones injustamente superiores de su centro de trabajo, le respondiera al saludo cuando coincidían en el ascensor. Así que, un buen día, propulsó una ventosidad desde su divino cuerpo cuando se cerraron las puertas y, ante un buen puñado de clasistas camaradas, exclamó: qué a gusto se queda una al echarse un pedo estando sola. Seguro que en estas últimas semanas de pavor hospitalario, habrán hecho más piña. Pero qué dure.
Hacerte feminista te libra tanto de la ingenuidad como del fatalismo: claro que el capitalismo no va replegarse, avergonzado ante su atroz y depredadora imagen en el espejo de la pandemia. PIB versus vida, como siempre, pero más alto y más claro. Somos frágiles, por eso respiramos. Nadie se sostiene solo. Nuestro cuerpo está vinculado con todos los cuerpos, humanos y animales, con el aire, con el agua, con la tierra. Volveremos a las calles y seguiremos a lo nuestro: cuidando y revolucionando.