Que Natascha Kampush, la valiente austriaca que fue secuestrada con diez años cuando iba a la escuela por un hombre que la retuvo en el sótano de su casa, y que logró escapar a los dieciocho, esté pasando por una depresión a causa del terrible acoso online que sufre, nos dice la mierda de mundo misógino en que vivimos. “Deberías haberte quedado en el sótano, ¡muérete!” es uno de los continuos mensajes que recibe diariamente desde que logró su liberación, hace trece años. Natascha ha cometido muchos pecados patriarcales: sobrevivir, contarlo, dar la cara, no mostrar vergüenza, pretender una vida propia y libre para ella después del horror. Solo en los crímenes contra las mujeres se cuestiona y se culpabiliza a la víctima. Haber roto casi desde niña el pacto de silencio de la violencia machista, es quizás el motor de mi vida: lo hago por mis hermanas. Pero aguantar que me invaliden continuamente, a conveniencia y a menudo desde cerca, como a un juguete roto duele, duele.