"Del signo Libra en el zodiaco occidental y Caballo de fuego en el Chino, Iván Monalisa Ojeda es performer, escritora y trabajadora sexual. Nació en el sur de Chile en la Región de los Lagos. Estudió artes escénicas en la Universidad de Chile. Llegó a Nueva York en 1996. Una ciudad que ya nunca ha dejado. Hablar con ella es el placer de enfrentarse a una cascada de palabras, de ideas, de vivencias, de rebeldía; como dice ella de sí misma “soy una potra desbocada que de vez en cuando hay que amarrar”, pero nunca hay que amarrar a los caballos porque ellos son libres como Monalisa. Autora de "La misma nota forever" editorial Sangría y “Las biuty queens” de Alfaguara y traducida al inglés por editorial Astra. ¡Super recomendadas!"
Iván Monalisa Ojeda. Foto:Mariela Murdocco |
Hola Iván Monalisa, ¿qué tal? Antes de comenzar la entrevista queríamos preguntarte ¿Con qué pronombre quieres que nos dirijamos a ti?
”El viaje de Monalisa” (dirigido por Nicole Costa) es una obra documental sobre tu vida. Un artista chileno que descubre su identidad de género, su alter ego Monalisa, al irse a vivir a New York. En este documental se refleja tu historia. Una historia compartida con muchísimes disidentes del sistema género, que deben exiliarse de su lugar de origen en busca de su libertad personal. ¿Qué sucedió? ¿Cómo diste el paso de ir a Nueva York? ¿Cómo te encontraste con Monalisa?
Iván Monalisa: Recibí una invitación del New York Dramatist. Una organización que da alojamiento a dramaturgos, menores de 35 años. Entrar a EEUU es muy complicado. Pero con esa carta recibí un visado. Así que en el otoño del 95 o 96 (no lo tengo ya claro) viaje de Chile a EEUU. Volando de Llanquihue a New York. En Chile había pasado una mala época. De Santiago me había ido al sur y la experiencia no había sido buena. Me sentía raro y no lo pasé del todo bien. Al llegar a New York, me recogieron y me llevaron hacia el New York Dramatist, que queda en la calle 44 entre la novena y la décima. Al lado del Actors Studios. Era de noche y veo unas luces a lo lejos. Había en ellas algo misterioso, que llamó poderosamente mi atención. ¡Y supe que debía ir! Cuando la gente del New York Dramatist, me dejó en mi habitación. En vez de dormir esperé quince minutos, salí del cuarto y empecé a caminar por la calle 44, hacia la octava, rumbo hacia las luces. Y cuando llego a la octava, a finales de septiembre. Imagínate, 1.30 de la mañana. Era como estar dentro de Midnight Cobwoy. Todo lleno de luces, de todos los colores que dicen ¡Peep-show! Nunca había visto ninguno. El único referente que tenía era un libro de poesía del poeta chileno Federico Schopf (“Escenas de Peep-show”) donde hablaba de ellos. Y me dije: “¡Esto son los Peep-show!” Y con esa mente me meto dentro. No entendía mucho el funcionamiento. Pero observaba. Allí donde fueras haz lo que vieres. Y eso hice. Y me encantó. ¡Pasé un buen rato! Cuando veo a esos tipos en un lugar que eran como cadenas de plástico no lo podía creer. ¿Dónde estoy? ¡No podía creerlo!
Y lo divertido de todo esto, es que cuando llegas al New York Dramatist se espera de ti que vayas a museos, obras de teatro. Tienes entradas para poder entrar a todos estos sitios. Y yo no fuí a nada. El único teatro que ví en aquella época fue “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, cachay. Me dije, esto sí que tengo que verlo. Y era lo que menos se espera del teatro de New York. Imagínate. Broadway, luces, grandes shows. Y estos eran dos tipos super serios. Sencillos. Era como ver una cosa del teatro pobre de Broadway. Del OFF. El texto era maravilloso. Y estos actores viejos como que venían de siglos de antes. Como si siempre hubiesen estado ahí. ¡Era algo maravilloso! Todavía me fascina veinticinco años después.
Realmente no es que no me interesara el teatro, pero yo esperaba la noche, para ver a mis nuevos amigos. Dormía todo el día. Y en la noche iba a estos sitios, a alternar con la gente que realmente me interesaba. Personajes que con el tiempo se convertirían en mis mejores amigas. Además, me di cuenta de que todas esas chicas, maravillosas, no eran mujeres, sino travestis con unas pelucas espectaculares. Era un tiempo en que en New York había más travestis que transexuales. En parte, porque los tratamientos eran muy costosos. Y me hice amiga de ellas. Me llamaban “la Chilena”. Pero claro, el visado acabó. Era hora de volver a Chile. Por suerte, mis nuevas amigas como “la Bombón” y la Fernando, me propusieron quedarme. Y me ofrecieron un lugar para vivir. Una ayuda que junto con el dinero que me quedaba me permitieron dar el paso. A partir de ahí trabajé en algunos oficios que no me interesaban como camarera. ¡Pero fue un desastre! Y One more time mis amigas, entre ellas, la Fernando, me dijo algo que yo de alguna manera inconscientemente esperaba que dijera: “¡Haz lo que hacemos nosotras!”. Ahí me hice la güevona. “¿Qué onda?”, pregunté. Pero en mi mente ya lo tenía todo armado. Sólo necesitaba de alguien que me lo dijera. ¡Un empujón! Tu sabes. Así que con lo que tenía compuse mi vestuario. Un pullover de una amiga, que me estiraba para que al menos me llegase un poco más arriba de las rodillas. Una base para la cara que alguien me prestó. Y como no tenía peluca, cogí una boa de plumas. Las locas solían putear en la calle y también en una barra que se llamaba Sally’s. Esa barra estaba en el Carter Hotel en la calle 43 entre la octava y séptima, enfrente del building del New York Times. Un lugar muy céntrico. Y a esa esquina fui a parar. La gente nunca había visto algo tan raro como yo. Con toda mi parafernalia. Y me sentía fascinada, como en el interior de una telenovela. Ni siquiera la Fernando me reconoció. Era la novedad, la Chilena. Y todas las de la barra del Sally’s vinieron a verme, fascinadas de que no me importara travestirme sin peluca. Además, apareció un nene, guapísimo. Y me dió 40 dólares. Y me lo pasé muy bien. Y encima me pagaba. Al rato igual. Una especie de Tom Shelleck, me pagó lo mismo. En un rato me había hecho 80 dólares y pasado un buen rato. ¡Fue un comienzo espectacular!
Tras eso comencé a preocuparme por mi aspecto. Y por tener un nombre. Como buena loca teatrera, enseguida pensé en el de Anastasia, como la princesa Romanov, además me recordaba a Ingrid Bergman cuando interpretó a la Gran Duquesa Rusa y me encantaba. Y porque en inglés suena como anestesia y me hacía gracia. Pero no. ¡Sonaba demasiado a drag-queen! Un día fui a la laundry de María. Que es como una madre para todas las locas. Nos ayudaba mucho. Y fui con un pañuelo en la cabeza. Por aquella época ya me sentía más libre. Menos reprimida y me permitía jugar con aquellos elementos que en Chile ni se me ocurrían. Entonces al verme, María dijo: “Ay, Chilena, te pareces a la Gioconda” Y ahí pensé. “¿La Gioconda?” y lo asocié a ¡LA MONALISA!. Y de ahí nació. Nadie más se llamaba Monalisa en New York. Y todo el mundo sabía que era yo.
Iván Monalisa Ojeda. Foto: Francisca Molina. |
Una de las cosas que más nos ha gustado del documental, es tu performance con la trenza caminando por Central Park…¡Muy fanas!
Iván Monalisa: Es un trabajo colectivo. Pero está todo en la mirada de Nicole (Nicole Costa). Ella se acordó de este trabajo que yo había hecho en Chile en el 91. En Chile existe una expresión que se llama: “Soltó la trenza” que significa “Salir del closet”.
Y la primera vez que hice esta performance, mezclé varias cosas. Por una parte, esta metáfora. Por la otra, en Chile hay un musical que se llama: “La pérgola de las flores”. En él una chica de provincias se va a vivir a la ciudad. Una “china” como se dice en Chile, que se caracteriza por usar trenzas. Y el primer gesto de que una chica campesina se transforma en una chica de ciudad, es cortarse las trenzas. Y todo esto, tiene que ver conmigo. Porque yo soy de provincias del sur, de Llanquihue . Y vengo a vivir a la capital. Entonces, en la plaza de las Armas de Santiago, donde está la estatua de Pedro de Valdivia, que es el símbolo del poder del conquistador español, decidí hacer la perfo. Vestida de blanco caminé con la trenza hacia la estatua. Por el camino, ya estaba en mi mente la cosa del trabajo sexual. Así que al llegar a la estatua, un compañero de la escuela, ¡el más guapo!, traía tres monedas como de oro y me las metía en la boca. En aquellos momentos, me sentía como una madonna. Todo era muy teatral. Y me giraba. Entonces la trenza hecha con velcro, se rompía. Y ahí me “solté la trenza”.
Lo curioso, es que pasados los años. El viaje de la trenza continuó. De Chile llegó a New York. Y mientras camino y arrastro la trenza por lugares icónicos de la ciudad, es como un símbolo del viaje. De la huella que una va dejando. ¡Fue una muy buena idea de Nicole!
Imagen extraída del documental "El viaje de Monalisa" de Nicole Costa |
En tus libros de cuentos “La Misma Nota, Forever” o el más reciente “Las Biuty Queens”, un tema recurrente son las drogas. El cristal meth. La Tina. Los pases. Todo un canto a la vida. Al disfrute. Cuentos como “Overdosis”, “Emergency room” o “Ortiz Funeral Home” (este nos hizo especial risa, a pesar del duro contexto de la historia) están relacionados con las drogas. ¿Qué relación tienen en tu vida? ¿Te ayudan de alguna forma a ser más creativo? ¿A tener otra perspectiva de la vida, en cuanto al goce?
Iván Monalisa: Es una pregunta que no me gusta como está planteada, aunque me guste el tema. Voy a ser honesto. En un momento dado, las drogas pueden ser divertidas. ¡Por supuesto! Ese goce del que habláis. Pero es jugar con fuego, también. En mi caso, estoy en un momento de adicción muy fuerte. Me ha costado volver a escribir. Incluso hoy iba a perderme por ahí. ¡Tú sabes! Y no presentarme a la entrevista. Por eso ahora creo que son muy peligrosas. La única vez que pude escribir enchufada, fue en el primer libro. En el cuento “El fan club de la Turner”. Fue la primera vez que probé el cristal meth. Y lo escribí del tirón.
Por supuesto, no lo voy a negar, las drogas me han permitido vivir experiencias y momentos, que luego se ven reflejados en esos cuentos. Pero no todo es gratis en la vida. A veces son peligrosas y algunos de mis amigos ya no están.
Las biuty queens" de Alfaguara y "La misma nota forever" de editorial Sangría |
En un momento dado, en el documental dices algo que nos gusta mucho: “Cuando me transformo en Monalisa, y te viene un tipo guapo y te adora y te da dinero. Es un high. Yo lo voy a hacer siempre. Incluso si algún día tengo dinero. Nada de gratis. El placer del trabajo sexual” Esta frase nos encanta. ¿Cómo empezaste con el trabajo sexual? ¿Qué ha significado en tu vida?
Iván Monalisa: Si salen por la noche y hablan con una trabajadora sexual y si es alguna que lleva muchos años en el oficio, mucho mejor. Les dirá que el trabajo sexual te da un conocimiento del ser humano, que no te da ningún otro oficio.
Cuando tienes sexo te desnudas y en cierta forma en esos momentos, en esa intimidad te muestras tal y como eres, te quitas tu careta. Entonces ves al ser humano, tal como es. Y eso de verlo tanto y en tantas veces y en tantos cuerpos y por tanto tiempo, te da un conocimiento muy importante, casi único. Por eso, las trabajadoras sexuales tienen una sabiduría que no la tiene otra gente. La opinión de una trabajadora sexual es, por tanto, sabía y sumamente importante, porque te van a contar las cosas como son. ¡El trabajo sexual es un conocimiento! En mi caso, un conocimiento extra, que me ha servido para la vida.
Y un oficio, que por supuesto debería estar legalizado. Somos sujetos de derecho y como tales necesitamos estar protegidos legalmente. Si alguien decide dedicarse al trabajo sexual, esa persona tiene derecho a un sistema legal que la proteja. “A estas alturas del partido, no tiene ningún sentido que no sea legal” Como diría mi amiga Silvia Gold also known as Silvia Hammer
En un evento al que asistí junto a Nicole organizado por la gente de THE SEX WORKERS PROJECT (una red que trabaja por la legalización del trabajo sexual) hablaron de un término que me gustó mucho como era “healing” (algo así como sanamiento)
Esto lo conecto con lo que me ocurrió un día puteando en Virginia. Donde llegó un cliente en una especie de taxi-ambulancia. Venía muy arreglado para la ocasión. Y humildemente me dice, "tengo un problema" (tenía una especie de manguera colgando en el cuerpo) y al parecer había sido rechazado en muchas ocasiones, por este motivo. Y no se que me vino, algo así como el espíritu de todas las meretrices de la historia. ¡La María Magdalena me poseyó! Y sentí que era importante que ese hombre se sintiera bien y deseado. Nunca me había sentido tan orgullosa de hacer el trabajo que estaba haciendo. Tenía el sentimiento de que mi obligación en la vida, era hacer que ese hombre se sintiera feliz. ¡Personalmente fue muy satisfactorio! Y sentí que lo que había hecho era super importante.
Iván Monalisa Ojeda. Foto: Francisca Molina. |
Iván Monalisa Ojeda. Foto: Francisca Molina. |
Nueva York es un acento. Una fusión de idiomas. Como el spanglish con los que escribes tus cuentos y que nos encanta. Esa hibridez lingüística. ¿Crees que ese cruce de lenguas te permite reflejar de una manera más cercana tu realidad?
Iván Monalisa: El lenguaje es una cosa viva. No es un diccionario. El lenguaje es un ser que vive y por ende cambia. Cuando me dicen usa la forma correcta. No existe esa forma correcta. Los humanos no somos correctos. No somos perfectos. Por ende el lenguaje no puede ser perfecto. Cambia con el tiempo, cambia con el acento. Por ejemplo en el caso del spanglish, que a mi me parece maravilloso porque la comunidad que habla español, la latina vamos dejando nuestra huella en la lengua. Y eso me parece muy interesante. ¡Nos notamos! Eso tiene que ver con “El indio que habla español y no se deja vencer”. La lectura del blanco patriarcal dice que Pedro de Valdivia buscó a Lautaro que era un indio para “educarlo”, cristianizarlo. Ahí Lautaro se hizo el güevon y como quién no quiere la cosa aprendió todas las técnicas de los españoles. Para después, entregar todo ese conocimiento a su gente. ¡Eso lo considero toda una estrategia! Y eso tenemos los latinos, la misma estrategia con el idioma. ¡Para mi el spanglish es el indio que habla español y no se deja vencer!
Te defines como two spirits o no conforming transgender. Cuéntanos algo más sobre esto.
Iván Monalisa: Mucha gente piensa que quién representa a la comunidad transgenero, es el transexual. El transexual es parte del mundo transgenero. Un transexual es alguien que vive 24/7 como mujer o hombre. Luego, también existimos los no conforming gente a la que no le gusta identificarse con ningún género.
Yo me siento two spirit trasgender. Es decir, estoy bien con mi parte femenina y con mi masculina.
Two spirits , viene de esas tribus nativas americanas, en las cuales cuando nace ese ser que es como diferente, que tiene cosas femeninas y masculinas, lo nombran así. Las tribus que lograron no ser evangelizadas, veían esto como un don. ¡Un don sobrenatural! Por eso siempre fueron el brujo, el hechicero, el adivino o quién interpretaba los sueños. Gente con un rol importante en esa comunidad. Y yo me siento a veces así. Pienso que la Monalisa, apareció y me vino a cuidar.
Iván Monalisa Ojeda. Foto: Francisca Molina. |
Para que veáis un ejemplo de esto. El año pasado, me vi en una situación muy complicada que me produjo tanta tensión, que me puse a llorar. Una situación que ya había vivido otras veces como Monalisa. Y sin embargo con ella no lloraba. ¡Era más fuerte! Entonces me di cuenta del fucking regalo que me había hecho la vida. Para mí es como una especie de escudo en la jungla neoyorquina. Entonces todo lo que supuestamente dolía, con ella no dolía tanto. Pero de Iván si dolía, si molestaba, sí era incómodo. Y ese día no estaba mi amiga. Con Monalisa no hay miedo. Con ella salgo por ahí, sola, empelucada. Cuando comienzo a buscar dinero. ¿Quién lo hace? ¡La Monalisa! La Monalisa ha trabajado para que el Iván pague la renta. Y ahora le toca al Iván. Pero la Monalisa tiene la cosa de ritual. Cuando yo presento algún texto. Es la Monalisa la que sale, la que se viste, la que se dirige al público. Monalisa es parte de mi. O apareció acá. O lo que necesitaba era un empujón. Y apareció para cuidarme, para sentirme protegido. No digo que sea del más allá. Pero algo hay por ahí que dice, vamos a cuidar a este maricón, chileno. Que no le pase nada. Vamos a mandarle a la Monalisa. ¡Bienvenida! ¡La adoro!
Por último. ¿A qué suena el Nueva York de Ivan Ojeda Monalisa? (¿Nos puedes hacer una pequeña playlist?)
Iván Monalisa: “Frozen” de Madonna.
Recuerdo escuchar esa canción y decir que me traería dinero. Y cada vez que la escuchaba, ¡Yo hacía dinero!
“La cura” de Frankie Ruíz.
Había un boricua bello que cantaba esta canción. Al principio no sabía de qué hablaba, cuando decía "El remedio es peor que la enfermedad". Hasta que descubrí que hablaba de presos que están en la cárcel (no se si sabéis que EEUU es el país que más presos tiene en el mundo) y muchos de los que están allí son adictos a la heroína. Y les dan metadona, que al final es lo mismo. Y acaban peor. Por eso el remedio es la metadona. Y la heroína la enfermedad. Eso lo aprendí en las Rocas (Rikers Islands, es una cárcel de New York). Un sitio que no es nada agradable. Lo pienso y digo, estuve ahí: Oh my god!. Incluso para escribir mi cuento “En el bote”. Me costó mucho. De lo duro que fue.
“Gracias a Dios” de Thalia
La cantaba con mi amiga que ya no está Adriana la Chimba o simplemente la hermosa Adriana de Pereira. Nos lo pasábamos muy bien. Coreábamos lo de “Gracias a la vida y a al amor, por estar contigo…” Y jugábamos a ser lesbianas. Y pareja. ¡Era muy divertido! Adriana era la persona más maravillosa y espléndida que he conocido.
"Como la flor" de Selena
"Sweet charity musical". Shirley Maclaine
"Happy birthday". Marilyn Monroe.
¡Esta por supuesto!