Itziar Ziga |
Estos días los periódicos amanecen tan calientes como el cielo. Y yo con ellos, más bien con ella. Caster Semenya, la atleta surafricana que hace palidecer (y no sólo por la piel) a sus atónitas y cabreadísimas competidoras. Vaya ejemplos de hembraquismo deportivo: "sí, será mujer, o se sentirá mujer, pero yo sigo pensando que me ganó un hombre", dijo la italiana Elisa Cusma; "si me ponen a Semenya y 10 hombres delante no sabría decir que ella es la mujer", aseveró la española Mayte Martínez. Lo dicen ellas que deben ser tan femeninas teniendo en cuenta que compiten en los 800 metros.
Gracias a la arrasadora victoria de tal musculosa gacela, no paro de leer por todas partes lo que nosotras llevamos tanto proclamando: que la segregación humana en dos sexos es una patraña. El País titula: "El sexo no es sólo una Y".
Nunca he sido de las que no celebran las ansiadas victorias porque no me nombren, no vivo tan hambrienta de reconocimiento. La lucha intersex y transgénero, y el feminismo a fin de cuentas, son los (no)lugares desde donde venimos denunciando día a día que las verdades biológicas por las que se nos segrega y tortura son más falsas que un duro de cartón. Pero han sido los astronómicos intereses nacional-financieros olímpicos quienes han logrado resquebrajar públicamente el monolito del binarismo sexo/género.
El diagnóstico médico hombre/mujer no es infalible. Sino que se lo digan a la gente intersex.Pero eso ya lo sabíamos nosotras, queridas lectoras.
Volvamos a Caster Semenya. Yo me pregunto: ¿se hubiera cuestionado tanto la feminidad de una corredora blanca? Ya lo inquiría la esclava liberta Sojourner Truth en la crucial convención por los derechos de las mujeres en Akron, Ohio, en 1851 a una audiencia íntegramente blanca: ¿Acaso no soy una mujer? Y desnudó su titánico brazo de sierva labradora para demostrar la fortaleza de todas las mujeres.
Pues todavía, 158 años después, Caster nos devuelve la pregunta con su sonrisa triunfal. Está claro que, si ellas tienen que recordárnoslo, es porque la concepción generalizada de la mujer sigue siendo blanca, es políticamente blanca.
Yo también me pregunto: ¿se atreverían todas estas atletas tan envidiosas a dudar del sexo de Semenya si fuera del brazo de un marido?
Claro, la corredora surafricana no sólo es más negra que el tizón, es una marimacho muy evidente. De hecho, sus amigas lo repiten: siempre se ha considerado mujer aunque los hombres sólo le interesan para jugar al fútbol. Ya mandó en 1970 Rita Mae Brown a freír espárragos (o, mejor dicho, a comérselos y atragantarse con ellos) a las dirigentes feministas heterosexuales por definir un sujeto mujer que excluía a las lesbianas. Las bolleras tampoco somos mujeres, como decía Monique Wittig, porque no servimos a los hombres.
Por tanto, la musculosa, negra y bollerón Caster Semenya no es una mujer. Lógico. Pero qué lo digan. Ya que la ciencia ha dejado de ampararles, que lo digan alto y claro. Qué digan qué hostias es una mujer. Y que vuelvan a contabilizarnos a todas en el planeta, porque la mayoría nos salimos del tiesto. Algunas por todos los lados, como Caster Semenya.
"¡Corre Caster, corre! o qué coño es una mujer!" de Itziar Ziga es uno de los capítulos de su libro "Un zulo propio".
Itziar Ziga es autora de los ensayos Devenir Perra, Un zulo propio(Melusina, 2009) y Sexual Herria (Txalaparta, 2011).
Y colaboradora de la revista Parole de queer, con su sección "Dra. Ziga: experta en putología y perróloga".