Internet nos ha abierto la puerta a un nuevo espacio-tiempo, con una nueva organización, un flujo constante de información y la continua posibilidad de comunicación. Esto ha producido severos cambios a nivel antropológico y social, introduciendo nuevas (auto)concepciones del ser humano y de su interrelación con los otros.
Así pues, el ciberespacio[i] -ese no-lugar virtual en el que el tiempo se vuelve “real”- propone una nueva sistematización: la negación de ésta por la estructura “rizoma” que propusieran Deleuze y Guattari. Esta nueva asociación de conceptos, datos y contenidos, supone su horizontalidad y, por tanto, la desjerarquización total y, en fin, la emancipación del individuo. Esta tecnotopía propuesta en los noventa -ya ensombrecida por una tecnofobia llegada de la mano de Baudrillard, Debord o Virilio que temían el alejamiento de lo real por la superficialidad y la rapidez alienantes a las que nos conducían los medios digitales- a principios del nuevo siglo se había disipado, no sin antes dar a luz diversas propuestas especialmente interesantes.
Internet es el “espacio de libertad” en el que el usuario se convierte (potencialmente) no sólo en consumidor, sino también en productor activo, esto es, en prosumer -según la terminología de Alvin Toffler-. Esta cualidad, unida a la destrucción de la frontera entre lo público y lo privado, hace del ciberespacio un lugar para la agencia política íntimamente ligada a la identidad, desde la perspectiva de que “todo lo personal es político”. La cuestión identitaria es esencial para el discurso feminista e Internet se constituyó en el imaginario de fin de siglo como el espacio para la lucha feminista por antonomasia. Así, la propia Red fue entendida por artistas, teóricas y activistas como un espacio femenino, como la Matriz –siguiendo las palabras de VNS Matrix-: Un lugar abierto y libre, dispuesto para la acción femenina que, incluso formalmente, suponía una respuesta al patriarcado que había impuesto su logocentrismo a lo largo de la historia. Ahora se podía hablar con imágenes y establecer nuevas lógicas, basadas en la no-sistematización rizómática ya citada.
Así, en un momento en que los estudios sobre las mujeres y queer se encontraban en plena mutación, nacería el “ciberfeminismo”: término acuñado por las VNS Matrix en su Manifiesto Ciberfeminista de 1991, que partía de las ideas propuestas en el Manifiesto Ciborg de Donna Haraway de 1985. Desde aquella primera irrupción del colectivo australiano, el movimiento ha evolucionado y ha crecido notablemente, destacando la Primera Internacional Ciberfeminista (Documenta X, Kassel, 1997) organizada por Old Boys Network como un espacio híbrido de trabajo en el que se enunciaron las 100 Anti-tesis del movimiento como la gran cita iniciática.
El ciberfeminismo engloba teorías filosóficas de corte feminista en la línea de la entonces naciente Tercera Ola[ii], además de prácticas artísticas y activismos políticos. Por su carácter rupturista, es un movimiento multidisciplinar que busca desvincular el discurso de la normatividad esencialista a la que el patriarcado e incluso el feminismo precedente lo habían llevado.
La “French Theory”[iii] ha sido decisiva en esta construcción teórica: Las propuestas de Deleuze están en evidente relación con el pensamiento de la Red y a ellas se añaden las reflexiones sobre la sexualidad y la construcción del sujeto de Michel Foucault pasadas por el filtro de Judith Butler. No en vano, El género en disputa fue publicado en 1991, al tiempo que el manifiesto de las VNS Matrix. Dado que la red se presenta como pantalla, es a través de la interfaz como se produce la comunicación con los otros, de modo que funciona como una máscara que performa la identidad. Los feminismos esencialistas se habían basado en un concepto unívoco de mujer, pero la consciencia del ejercicio del poder biopolítico introducida por Foucault supuso un giro conceptual que dinamitó la categoría “mujer” como sujeto político del feminismo, ampliándola por medio de un análisis transversal que incluía la abierta categoría “queer” que desborda todos los márgenes identitarios y de género. En ese mismo feminismo clásico se había venido a rechazar la tecnología como un elemento de opresión masculina o colonialista. El manifiesto de Haraway “marcará un punto de inflexión para la repolitización de aquellos artefactos (lo femenino, lo animal, la naturaleza) que han sido pensados precisamente en la frontera misma de lo tecnológico.”[iv]
Para el posfeminismo, la identidad sexual –y racial[v]– se piensa en términos de performatividad y el género no es sino una repetición ritualizada de performances:
Género no es un sustantivo, ni tampoco es un conjunto de atributos vagos, porque hemos visto que el efecto sustantivo del género se produce performativamente y es impuesto por las prácticas reguladoras de la coherencia del género. […] En este sentido, el género siempre es un hacer, aunque no un hacer por parte de un sujeto que se pueda considerar preexistente a la acción.[vi]
Para Butler, el género es un constructo, una ficción ante la cual también el cuerpo se desintegra, lo que tiene consecuencias directas en el ámbito estético y de las artes. De igual modo, frente a una pantalla, el cuerpo se disipa y la identidad es un rol que se construye y adopta; así el ciberfeminismo entronca con el posfeminismo y las teorías posidentitarias y posgenéricas. La política contemporánea, como indica Preciado[vii], corresponde a un sistema de poder-red: el sistema de dominación es polimorfo. Por ello Haraway propuso una “política del cyborg” correspondiente a un tiempo posorgánico[viii], entendiendo el cyborg como una subjetividad no basada en identificaciones tradicionales. Internet se considera pues un espacio ideal para la redefinición de la identidad como actuación y no tanto como ser; una identidad relacional, blanda y múltiple que sustituye a la identidad estática y esencialista de tipo parmenídeo: una identidad trans, queer o cyborg.
Como destaca Remedios Zafra[ix] y señala Juan Martín Prada[x], la tecnología siempre ha sido asociada a la masculinidad. Por ello el ciberfeminismo supone un transgresor empoderamiento de soportes y categorías que concibe a la mujer como sujeto creativo propio y no como mera tecleadora o emisaria. El cyborg de Haraway es capaz de superar los binomios masculino-femenino, hombre-máquina y naturaleza-cultura; recodificando las determinaciones simbólicas de género en una red concebida como la matriz femenina por las VNS. “El código binario de la máquina reemplaza a los generadores habituales de valor (el falo, la ley, el padre: los <unos>).”[xi]
Este discurso, un tanto esencialista, finalmente entró en disputa con el mantenido por Old Boys Network[xii], menos interesadas por dinamitar el discurso logocentrista a nivel formal y más por instaurar grupos de debate en profundidad en todo tipo de encuentros artísticos desde Kassel hasta Ars Electronica.
Como muy acertadamente indica Jesús Carrillo, atribuir un poder liberador y una ideología unívoca a una tecnología es erróneo: No caben la tecnofobia ni la tecnofilia ciegas. “¿Hasta que punto la red de Internet es un vehículo adecuado para la agencia política, o es, por el contrario, un nuevo medio aún más sutil de la industria cultural para extender la alienación de los individuos y la masa social?”[xiii]También Zafra se pregunta al final de la primera década del siglo XXI si es posible la emancipación, en una web que es ya 2.0. El espacio virtual de las redes sociales normativas hoy perpetúa los monopolios neoliberales del mismo modo que transmite la identidad de signo heteropatriarcal, imposición a la que responden proyectos como el de Intimidad Romero[xiv] y artistas como Petra Cortright con suSprkelles[xv] (2008) destacado por Prada. De modo que el riesgo de dominación se mantiene y la necesidad de empoderamiento y liberación continúan. Para Ana Martínez-Collado[xvi] el cyborg fue el último gran mito moderno: una ilusión emancipatoria frustrada que se entremezcló en el ciberpunk con representaciones negativas de la mujer y lo femenino como las que encontramos en Alien (Ridley Scott, 1979) o en Matrix (Hnos. Wachowski, 1999). Frente a él, Zafra propone una nueva figura de dicción tras las netianas[xvii], las (h)adas[xviii]: seres que superan la identificación de lo tecnológico con lo masculino por medio de una creatividad que toma las estrategias del arte feminista, siempre conscientes de las nuevas sujeciones a las que nos somete la Red 2.0 en la era del prosumo y empoderándose frente a la figura de la mujer como mera copista que aliena su tiempo entre el trabajo y las labores domésticas.
A las mujeres que manejan máquinas para tejer, producir, programar, prosumir, teclear, desmontar e imaginar sus trabajos, cosas y vidas a través de las tecnologías, las llamaremos “adas” o “(h)adas”. No ocultan las adas un claro homenaje a Ada Byron. […] Añada espíritu riot grrrl, o versiónelas pussy riot con un fondo ciberpunk y una batidora futurista. Las adas son personas que prefieren programar sus vidas y sus máquinas antes que ser programadas para ellas.[xix]
Las (h)adas se infiltran en la industria cultural y la hacen estallar desde la periferia, produciendo nuevos símbolos e iconos acordes a la nueva situación tecnológico-cultural, rescriben la historia[xx], ponen nombres y facilitan una necesaria visibilidad que en el sistema actual es aún negada a la mujer-creadora. Y lo hacen desde una liberación de la disciplina artística así como desde una propuesta de radical deriva identitaria que atraviesa nuestros imaginarios e irrumpe en lo social.
Nuestra sociedad pantallocrática e hiperconectada en la que las redes sociales generan una mayor ilusión de emancipación en base a la gestión de las identidades, precisa de un continuo contraataque a la dominación. Las tecnologías van por delante de los cambios sociales y el ciberfeminismo aún debe lograr la instauración de los imaginarios posidentitarios que ya están en la práctica teórica. La vieja idea de que “la mujer no nace, se hace”, ya formulada por Beauvoir, debe aún “realizarse” en este no-espacio potencialmente emancipatorio.
i] Término utilizado por primera vez por William Gibson en su novela Neuromancer(1984) y definido como “un espacio virtual que nace de la comunicación global de las interfaces digitales y sistemas electrónicos que son capaces de conectarse a una Red intercomunicada a nivel global.” Rodríguez Ibáñez, Margarita, Cómo al Red ha cambiado el arte. Gijón: Ediciones Trea, 20120. P. 38
[ii] Como indica Beatriz Preciado, podemos identificar la evolución del feminismo de la segunda a la tercera ola con el nacimiento de la teoría poscolonial, queer, transgénero o posfeminista. Carrillo, Jesús, “Entrevista a Beatriz Preciado” enDesacuerdos 2, Sobre arte políticas y esfera pública en el estado español. Barcelona: Arteleku, Macba, UNIA, 2005, p. 245
[iii] Ver Cusset, François, French Theory. Barcelona: Editorial Melusina, 2005
[iv] Carrillo, Jesús, “Entrevista a Beatriz Preciado”…, p. 247
[v] No olvidemos la conexión permanente de los discursos posfeministas y poscoloniales, basados en un mismo cuestionamiento de la identidad.
[vi] Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós, 2013, p. 84
[vii] Carrillo, Jesús, “Entrevista a Beatriz Preciado”…, p. 251
[viii] Imposible no hacer referencia aquí al deleuziano “cuerpo sin órganos”.
[ix] Ver Zafra, Remedios, (h)adas. Mujeres que crean, programan, prosumen,teclean. Madrid: Editorial páginas ed espuma, 2013
[x] Martín Prada, Juan, Prácticas artísticas e internet en la época de las redes sociales. Madrid: Akal, 2012
[xi] Martínez-Collado, Ana, Tendenci@as. Perspectivas feministas en el arte actual. Murcia: Cendeac, 2008 p. 289
[xii] http://www.obn.org/
[xiii] Carrillo, Jesús, Arte en la Red. Madrid: Cátedra, 2004. p. 135
[xiv] http://intimidad.tumblr.com/
[xv] https://www.youtube.com/watch?v=RNm7wdvnhuY#t=38
[xvi] Martínez-Collado, Ana, Tendenci@as. … p. 280
[xvii] Nueva mitología posthumana heredera directa del cyborg de Haraway, el sujeto nómada de Braidotti y la performatividad de Butler propuesta por Zafra enNetianas. N(h)hacer mujer en Internet. Madrid: Editorial Lengua de Trapo, 2005.
[xviii] Ver Zafra, Remedios, (h)adas. …
[xix] Zafra, Remedios, (h)adas. … pp. 47-48