Eve Kosofsky Sedgwick/Foto:David Shankbone
Eve Sedgwick es la autora de dos de los principales trabajos teóricos en el campo de «queer studies»: Between Men: English Literature and Male Ho- mosocial Desire (Columbia, 1985) y Epistemología del armario (Epistemology of the Closet) (Berkeley, 1990).
Tendencies (1993), recoge ensayos que exploran las manifestaciones de lo queer en contextos que van desde la literatura inglesa decimonónica hasta las películas del actor/travesti Divine; desde el discurso antimasturbador de la época victoriana hasta las políticos que gobiernan a los «grupos de apoyo» (Alcohólicos Anónimos, Neuróticos Anónimos, etc.) que han proliferado en los últimos años.
¿Cómo podríamos definir el término queer? Aun en inglés esta pregunta presenta graves problemas. Se trata de un término asumido por varias minorías sexuales estadounidenses (gays, lesbianas, bisexuales) que significa «raro» o «peculiar» y que deriva del vocablo indoeuropeo twerkw (atravesar, torcer). Al autodefinirse como «queer»—en lugar de gay, lesbiana, bisexual, sadomasoquista, etc.—una persona puede indicar su preferencia por prácticas sexuales transgresivas y al mismo tiempo evitar caer en el encasillamiento de una identidad fija y monolítica.
«Queer» implica un estilo de vida raro y fuera de lo común, pero se niega a especificar en qué consisten sus prácticas, se rehúsa a precisar si se desempeña un papel masculino o femenino, pasivo o activo, subyugado o dominante. En las palabras de Sedgwick, «queer» se refiere a
the open mesh of possibilities, gaps, overlaps, dissonances and resonances, lapses and excesses of meaning when the constituent element of anyone's gender, of anyone's sexuality aren't made (or can't be made) to signify monolithically. (8)
En su libro anterior, Epistemology of the Closet, Sedgwick había postulado las virtudes de examinar las «lagunas», «disonancias» y contradicciones de la identidad sexual. Para llevar a cabo este proyecto, la autora cuestiona la validez de la clasificación binaria «homosexual»/«heterosexual». Lejos de aceptar esta división como algo «natural», Sedgwick la somete a una genealogía à la Foucault y examina la manera en que ésta fue construida y difundida. La investigadora nos hace ver que la «homosexualidad» no surge como identidad sino hasta fines del siglo pasado, cuando los discursos médico y legal crean el término «homosexual» para encasillar en una serie de estereotipos y presuposiciones a cierto tipo de individuos cuya conducta desafiaba los preceptos de la sociedad.
En Epistemology ... Sedgwick había comentado sobre lo arbitrario de esta clasificación binaria: ¿por qué dividir a las personas en dos bandos separados, basándonos tan sólo en la supuesta relación entre su sexo y preferencias sexuales? Nos sentimos inclinados a responder que este sistema binario corresponde a la diferencia de prácticas y preferencias sexuales entre individuos. Sin embargo, la autora nos recuerda que las diferencias en el terreno de la sexualidad van mucho más allá de la división homo/heterosexual. Existe un sinnúmero de diferencias que carecen de un lenguaje clasificatorio y por lo tanto de una identidad asociada a ellas. Sedgwick enumera algunas de estas diferencias:
Sexuality makes up a large share of the self-perceived identity of some people, a small share of others.
For some people, the preference for a certain sexual object, act, role, zone, or scenario is so immemorial and durable that it can only be experienced as innate; for others, it appears to come late or to feel aleatory or discretionary.
Some people’s sexual orientation is intensely marked by autoerotic pleasures and histories—sometimes more so than by any aspect of alloerotic object choice. For others the autoerotic possibility seems secondary or fragile, if it exists at all.
Some people, homo-, hetero-, and bisexual, experience their sexuality as deeply embedded in a matrix of gender meanings and gender differentials. Others of each sexuality do not. (25)
Todas estas son posibilidades eróticas que cumplen una función doble: por una parte, apuntan hacia la complejidad y heterogeneidad de la sexualidad humana; por otra, la ausencia de categorías para referimos a cada una de estas conductas nos revela la arbitrariedad de la división homo/heterosexual.
Lo queer, entonces, es un intento por desnaturalizar la noción de identidad: gay, heterosexual, lesbiana son construcciones lingüísticas que por su tendencia taxonómica no alcanzan a representar la diversidad de las prácticas y experiencias que conforman la sexualidad humana. Un proceso de «rarefacción» ha disfrazado a estas identidades como «naturales» para ocultar los intereses sociales, legales y económicos que se esconden tras esta construcción. Los ensayos reunidos en Tendencies continúan esta investigación sobre lo queer (lo fluido, inclasificable y heterogéneo de la experiencia) en contraste con las construcciones sociales—lingüísticas, de identidad, etc.—que en la mayoría de los casos resultan monolíticas y sofocantes.
«Jane Austen and the Masturbating Girl» es el título de uno de los ensayos de Tendencies. En él, Sedgwick nos revela cómo durante el siglo pasado surgió una categoría de clasificación sexual que ahora ha desaparecido: el «onanista,» o masturbador compulsivo. En una aguda lectura de Sense and Sensibility, la crítica estadounidense plantea que la novela de Jane Austen contiene un número de sutiles referencias que asocian a varios de sus personajes femeninos con el «desorden sexual»—bastante común en la época victoriana—de la adicción a la masturbación. Una mirada a los documentos psiquiátricos y médicos de los siglos XVIII y XIX nos descubre los mecanismos de control—y de terror—mediante los cuales la sociedad impuso la noción de masturbación femenina como aberración. En este caso, el discurso médico no responde a un desorden preexistente, sino que sirve para constituirlo: al leer las descripciones de los tratamientos a los que las «adictas al onanismo» fueron sometidas, sospechamos que fueron éstos los que ocasionaron, con su terrorismo psicológico, los síntomas de adicción en las «pacientes.» Sedgwick cita un caso de 1881:
The 19th [September]. Third cauterisation of little Y ... who sobs and vociferates.
In the days that followed Y ... fought successfully against temptation. She became a child again, playing with her doll, amusing herself and laughing gayly. She begs to have her hands tied each time she is not sure of herself ... Often she is seen to make an effort at control. Nonetheless she does it two or three times every twenty-four hours ...
The 23rd, she repeats: «I deserve to be burnt and I will be. I will be brave during the operation, I won't cry. » From ten at night until six in the morning, she has a terrible attack, falling several times into a swoon that lasted about a quarter of an hour. At times she had visual hallucinations. At other times she became delirious, wild eyed, saying: «Turn the page, who is hitting me, etc.»
The 25th I apply a hot point to X’s clitoris. She submits to the operation without wincing, and for twenty four hours after the operation she is perfectly good. But then she returns with renewed frenzy to her old habits.
(120-121)
(120-121)
Este es un caso extremo que nos ilustra los peligros de cualquier culto a la identidad como algo fijo e inmutable. La identidad del «onanista» constituye el obverso de la persona «decente.» La pequeña X, al verse encasillada como «niña masturbadora,» se ve sometida a la extirpación del clítoris para poder pasar al otro extremo y convertirse en «pura.» Sin duda la irracionalidad y extremidad de este ejemplo nos resulta más obvia en parte porque la categoría del «onanista» ha desaparecido de nuestras taxonomías sexuales.
Tendencies también analiza el caso opuesto: si la experiencia de la niña masturbadora nos revela los extremos a los que puede llevar una noción monolítica de la identidad, ¿qué pasa cuando abandonamos todo intento de encasillamiento y celebramos la fluidez, la indeterminación, la complejidad del ser humano? «Entonces tenemos a Divine,» responde Sedgwick. Divine, actor de películas setentañeras dirigidas por John Waters, constituye el máximo ejemplo de lo queer como estilo de vida. Los atuendos y el maquillaje de Divine lo convierten en una mezcla entre travesti y mujer obesa, entre aristócrata vestido(a) con lujosos atavíos y trabajador proletario. En el ensayo escrito en colaboración con Michael Moon, Sedgwick exalta las virtudes de la gran mezcolanza de identidades, apariencias y personalidades que es Divine:
To the degree that Divine could negotiate gender, she used it as a way of hurling her great body across chasms dividing classes, styles, and the ontological levels of privacy, culthood, fictional character, celebrity, and, of course, godhead. (225)
Tal vez el resto de los ensayos de Tendencies no resulten tan queer como Divine, pero en ellos encontramos bastante material para hacemos reflexionar sobre las virtudes de la heterogeneidad. «Epidemics of the Will» examina la construcción de la identidad del adicto que surge durante el siglo XIX y que ahora se manifiesta en los grupos de apoyo «anónimos.» En «A Poem is Being Written,» una pieza autobiográfica, Sedgwick nos revela su obsesión con la relación entre las nalgadas y el ritmo poético («When I was a little child, the two most rhythmic things that happened to me were spanking and poetry,» 182). Por último, «Is the Rectum Straight?» presenta una novedosa lectura de The Wings of the Dove, de Henry James, quien—según Sedgwick— siempre siguió un modelo de «fisting-as-écriture.» En Tendecies el lector encontrará un sinnúmero de cosas raras que amenazan con derrumbar no sólo la oposición binaria entre homo y heterosexualidad, sino también aquella entre teoría literaria y erotismo.
"Tendencies" fue publicado en el año 1993. Reseña de Rubén Gallo. Columbia University
"Tendencies" fue publicado en el año 1993. Reseña de Rubén Gallo. Columbia University