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Entrevista a JUDITH BUTLER por Mariana Carbajal


Casi como una rock star. Así fue recibida en Buenos Aires, con gritos entusiastas y fuertes aplausos, la filósofa feminista y teórica del género Judith Butler, en cada una de las tres conferencias que dio en claustros universitarios y en la entrevista pública que ofreció en el Centro Cultural Kirchner. Alrededor de medio millar de personas, la mayoría jóvenes, estudiantes, se congregaron para escucharla en cada una de las citas y muchas más –seguramente– pudieron seguirla en vivo por streaming. En el CCK, las más fervorosas le ofrendaron, incluso, besos con labial rojo furioso en papelitos donde escribieron las preguntas que querían hacerle. Y ella, con buen sentido del humor y mucha onda, accedió a recibirlos, apoyando esas bocas dibujadas sobre su mejilla, después de responder, a lo largo de una hora, sobre la crisis de los migrantes en Europa, la criminalización del aborto en la Argentina, el debate en torno a la regulación de la prostitución como trabajo sexual, los límites de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género –”Sólo pueden elegir entre dos géneros”–, la violencia machista, los femicidios y su propia identidad feminista, entre otros temas. “El refugiado tal vez no pertenezca a un Estado en particular, pero todavía pertenece al mundo y esto significa entonces que todos nos pertenecemos unos a otros. Esta condición básica de interdependencia social es lo que da fundamento y legitima el reclamo internacional al asilo. Si la policía en Hungría está golpeando a los inmigrantes que quieren ingresar al país, está cometiendo un delito en contra de la Humanidad”, señaló Butler.

Figura intelectual ineludible de las humanidades, Butler es profesora Maxine Elliot de Literatura Comparada de la Universidad de California, Berkeley, y profesora Hannah Arendt de la European Graduate School. Recibió numerosos premios y distinciones, y publicó libros que se consideran imprescindibles para los estudios de género y la teoría queer como El género en disputa, Cuerpos que importan y Deshacer el género. De su obra sobre teoría política y ética se destacan Contingencia, hegemonía, universalidad escrito junto con Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, Vida Precaria y Dar cuenta de sí mismo, entre otros.
Quienes fueron sus anfitrionas se sorprendieron porque a pesar de su reconocimiento a nivel global por sus aportes intelectuales, resultó ser una “easy guest”, muy afable y accesible, sobre todo frente a los estudiantes (con un grupo de ellos compartió una cena). Butler se mostró muy fascinada por la política en general y particularmente la política local.

La visita

No fue su primera vez en Buenos Aires. Pero en esta oportunidad tuvo una agenda muy intensa: en la primera de sus tres conferencias, “Laclau, Marx y el poder performativo de la negación” –organizada por la Cátedra Libre Ernesto Laclau, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA–, enfatizó la necesidad de mantener vivo el trabajo del gran filósofo argentino, que falleció el año pasado, como continuidad de la conversación que establecieron entre ellos. Después deleitó con su charla “Cuerpos que aún importan”, convocada por la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género de la Untref. De nuevo en Filosofía, expuso –como parte del seminario “La educación entre la violencia ética y el reconocimiento responsable. Un abordaje ético-político”–, sobre “Foucault, obrando mal, diciendo la verdad”. En ese marco, la decana Graciela Morgade le otorgó el reconocimiento de Doctora Honoris Causa. Pero entre las dos últimas conferencias, participó de una entrevista pública en el Encuentro Nacional del Pensamiento, en el marco del Festival Cine Migrante, donde la Sala Argentina estuvo colmada y más. Sus entrevistadoras fueron dos investigadoras del Conicet, Laura Fernández Cordero, doctora en Ciencias Sociales, feminista, y Virginia Cano, activista lesbiana y feminista, doctora en Filosofía. Al comenzar aclararon que varias de las preguntas surgieron de lecturas compartidas con distintas personas, en espacios académicos y militantes, y de propuestas recogidas los días previos, cuando se invitó al público a enviar sus sugerencias a través de redes sociales.
Butler, acompañada por su traductora, se mostró muy bien dispuesta para responder. A lo largo de una hora, se explayó sobre distintos temas. Aquí se reproducen algunas de sus respuestas.

–Te seguís nombrando como feminista... ¿Por qué te parece importante asumir esa posición aquí y ahora? ¿Qué tienen aún para decirnos los feminismos? ¿Qué riesgos y desafíos asume esta identidad hoy?

–Sí, por supuesto asumo la etiqueta de ser feminista. Pero no significa que todo lo que yo sea, sea feminista. Lo que es importante es la posición que uno sostiene. Desde mi punto de vista, las mujeres continúan sufriendo en forma diferente y desproporcionada distintas formas de violencias, pobreza, analfabetismo, y estas formas de sufrimiento son expresiones que remiten a la inequidad. Esto no significa que esté tan de acuerdo con todas las formas feministas. Tampoco puedo considerarme una posfeminista. Mi feminismo está ligado al compromiso con el movimiento LGBT-queer, tanto a sus derechos y a sus aspiraciones, pero también a las políticas que se oponen al racismo, a la precariedad, y por supuesto, todo compromiso con la democracia en forma radical.

–Pensaba en esta articulación entre los feminismos y el movimiento LGBT, en las conquistas a las cuales hemos accedido a nivel latinoamericano y local. ¿Cuál le parece que es el valor de este tipo de articulación entre militancia, sociedad civil y Estado, y cuáles son los límites de tener al Estado y al derecho como un interlocutor primario?

–Realmente es admirable las leyes que tiene la Argentina, de matrimonio igualitario y de identidad de género. Para mí es muy importante. También soy conciente de que ustedes pueden casarse no importa con quien, ni cuál es el género de la persona con la que quieren casarse. Pero cuando tienen que elegir, tienen que elegir un género. Y tienen solamente dos opciones. Entonces, desde mi punto de vista, si hay que pensar en matrimonio habría que extender el concepto de género, es decir, que no importe qué género tiene esa persona. Nosotros tenemos el derecho a determinar cuál es nuestra identidad de género y tiene que ser reconocido por la ley. También es muy importante que no haya que someterse a ningún tipo de test psiquiátrico para poder cambiar su propio género. Tengo una pregunta crucial: ¿nosotros queremos un reconocimiento legal, que sea ése el objetivo de nuestra lucha política? La visión política puede exceder esta esfera del dominio legal. No toda libertad política puede ser asegurada o en cierta forma, nombrada por la ley. Las transformaciones políticas no son lo mismo que una reforma legal. Hay que tener en cuenta que tenemos que trabajar tanto dentro como fuera de la ley. En especial aquellos que buscamos tener relaciones íntimas que no están regladas por el matrimonio. Muchas veces requerimos cierta protección legal con un reconocimiento legal. También nosotras queremos seguir viviendo y amando por fuera de zonas jurídicas y legales (fuertes aplausos).

–¿Cuál es su posición frente al debate en torno a la regulación del trabajo sexual?

–Sé que mi posición es en cierta forma controvertida. Hay que buscar las formas de oponernos al tráfico de niños y a la explotación de los inmigrantes, pero al mismo tiempo tenemos que apoyar los derechos de las trabajadoras sexuales para que puedan trabajar en condiciones seguras, y que puedan conseguir un salario digno y una jubilación.

–El 3 de junio, unas 250 mil personas nos congregamos en la Plaza Congreso y otras 200 mil se juntaron en otras 121 localidad del país, bajo el lema “Ni una menos”. El objetivo era reclamar y hacer el duelo –y usamos esta palabra que tanto tiene que ver con tus últimos libros– por la enorme cantidad de mujeres muertas a manos de sus maridos, ex parejas, novios. La interpelación estuvo dirigida tanto al Estado como a la sociedad civil. ¿Qué nos podés decir para pensar juntas este encuentro público y esta dimensión del duelo colectivo?

–Hay una oposición política importante al femicidio, pero destaco un concepto, acuñado por Berenice Bento, feminicidio, que es un femicidio perpetrado contra una mujer trans o no trans. No solamente nombra y se opone al crimen sino también a esa complicidad que existe entre las fuerzas policiales y los sistemas legales para que ocurra, cuando fracasan para procesar y perseguir a quienes los cometen. Podemos pensar ejemplos como el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, los altos grados de femicidios que se ven en Honduras y también en Argentina. Hay fuerzas policiales que aceptan esa realidad, que son parte, de modo que se podrían convertir en crímenes de Estado. También podemos pensar en los desaparecidos, que nos trae la pregunta de cómo las prácticas y las políticas que se dieron durante la última dictadura militar todavía permanecen vigentes en época de democracia. Las marchas pueden solicitar que tanto los medios de comunicación como el Estado atiendan el tema. Pero también es muy importante confrontar y educar al público en general. Sin estos actos públicos, esta realidad aparece como vaga, olvidada, negada, rechazada. Entonces, deja de percibirse esa violencia devastante.

–¿Podría desarrollar la distinción entre precaridad y precariedad y en qué sentido esa distinción nos podría servir para pensar la situación de los migrantes, los “sin Estado”, los refugiados?

–Por supuesto, vemos en este momento una gran cantidad, y cada vez más creciente, de “sin Estado”, personas que no tienen Estado y están buscando refugio en Europa, y han sido rechazadas por muchos países, que lo que hacen es comercializar su racismo, su xenofobia y su nacionalismo. Tenemos que tener en cuenta que hay un gran número de personas que está caminando hacia el norte, está recorriendo Latinoamérica, caminando América central para poder ingresar a Estados Unidos. Ellos tampoco tienen Estado, también son refugiados y están buscando asilo, pero los medios de comunicación no les están prestando la debida atención al tema. El derecho de los refugiados al asilo es un derecho reconocido internacionalmente y no importa si un país los acepta o no, pero es una responsabilidad de cada país encontrarle una solución al tema. Es un momento en el que tenemos que empezar a pensar cuál es nuestra responsabilidad global. Me estaban preguntando si hay una diferencia entre la precaridad y la precariedad. Podría decir que la precariedad es la condición de no tener ningún tipo de seguro que me garantice las condiciones básicas de vida, incluyo por supuesto, vivienda, trabajo, alimentación, acceso a la salud. La precariedad también habla sobre si uno va a vivir o va a morir, o si la vida que va a vivir es vivible, si uno va a poder tener un futuro. Nosotros también podemos ser sujetos de algún accidente o desastre natural; en ese sentido, somos precarios. Pero justamente los medios políticos y sociales que determinan cómo se sale de esas situaciones muestran cuán precario o no puede ser la vida. Cualquier persona que viaje en un taxi en Buenos Aires está en una situación precaria (risas). Pero la precaridad es una condición inducida sistemáticamente.

–Una pregunta sobre otro tema que es caro al movimiento feminista de nuestro país, que es el reclamo todavía insatisfecho sobre la legalización del aborto. ¿Cómo podemos pensar nuevamente esas conceptualizaciones como vida precaria, vulnerabilidad, que suelen estar más ligadas a los grupos provida, cómo podemos articular este entramado conceptual, teórico y político en un reclamo claramente feminista? Tomando palabras tuyas, una fuerte postura feminista sobre las libertades reproductivas.

–Ante todo, rechazo la definición de provida... ¿contra la vida?

–Antiderechos.

–También rechazo el concepto de “antiderechos”. Este debate lo que trae es el tema sobre cuál es la vida que importa. Muchas de las organizaciones que hablan sobre la vida y los derechos del feto no tienen en cuenta que la vida de la mujer importa, cuál es la vida que decide vivir, qué es vivible para ella, cómo maneja su reproducción, cuándo quiere tener un hijo o no tenerlo. La gente con recursos financieros puede pagar un aborto y hacérselo y las mujeres pobres no tienen la misma posibilidad de acceder en forma privada a interrumpir un embarazo. Si mantenemos el aborto como una práctica ilegal estamos protegiendo los negocios privados y el aspecto lucrativo de esa práctica, y sostenemos una situación de clase: no solo se le quita a la mujer pobre la posibilidad de hacerse un aborto sino que se la criminaliza cuando lo hace. Los movimientos que apoyan la criminalización del aborto están criminalizando a las mujeres pobres. Entonces, estamos hablando de inequidad económica y de racismo.

Entrevista compartida de Página 12