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MITOS GORDÓFOBOS EN MOVIMIENTOS VEGANOS Y ANTIESPECISTAS* por MAGDALENA PIÑEYRO


Ilustración ARTE MAPACHE

Confieso, he sentido vergüenza gorda en la cafetería vegana de mi ciudad. Fue fugaz, pero por unos segundos, antes de lograr disiparlo, me invadió el siguiente pensamiento: “Si pasara alguien por la calle y viera la incorrecta estampa vegana que supone mi cuerpo gordo sentado al lado de la ventana principal del local, seguro desistiría de entrar aquí... soy un mal ejemplo de vegana”. Me gustaría decir que la vergüenza gorda no suele invadirme en espacios antiespecistas; pero me invade, y lo seguirá haciendo mientras la gordofobia campe a sus anchas en ellos, en parte alimentada por los siguientes tres mitos:


Mito 1: No hay gente gorda vegana
Las personas gordas somos hipervisibles invisibles, cuerpos a todas luces ocupadores de amplios espacios y, sin embargo, poco percibidas, representadas, escuchadas, tenidas en cuenta. Los espacios antiespecistas no suponen una excepción a este hecho. A muchas gordas se nos exigen explicaciones por no haber adelgazado con el veganismo (“pero... ¿hace cuánto tiempo que eres vegana?”); se duda de nosotras (“pero... ¿seguro que no te comes alguna cosilla a escondidas?”); o directamente se niega la existencia de gente gorda vegana (“el veganismo es un estilo de vida saludable, es imposible ser gorda y vegana”). La organización People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) llegó al punto de utilizar un símil entre una ballena y una mujer gorda en una campaña cuyo lema “Save the whales” aludía al vegetarianismo como forma de salvar a “ambas ballenas”: a la primera, no consumiéndola; a la segunda con el supuesto adelgazamiento que supondría quitar del plato los productos de origen animal. Dicha campaña no sólo enviaba el erróneo y desvirtuado mensaje de que el no consumo de animales es un camino para bajar de peso, también señalaba entre líneas que toda la gente gorda es omnívora, es decir, especista. Numerosos textos, imágenes y memes con este discurso antiespecista-gordófobo circulan por internet desacreditando a las personas basándose en su peso; quizás una de las más famosas sea la ilustración que incluye dos siluetas cuyo interior está relleno de comida: una silueta de mujer gorda, rellena de bollería, fritos y carne, representando el carnivorismo, y una silueta de mujer delgada, rellena de frutas y verduras, representando el veganismo y “lo saludable”. Recursos discursivos comunes dentro de un movimiento que parece olvidar que su meta es la liberación animal, no el adelgazamiento ni la salud humana (¡alerta! ¡antropocentrismo especista!). Es hora de ir asumiéndolo: la gente gorda vegana existe.


Mito 2: La gente gorda no es una buena imagen para la lucha antiespecista
La gordofobia se asienta sobre tres pilares: estética, salud y moral. Éstos ofrecen, respectivamente, un modelo de cuerpo externo (delgado), interno (sano) y de conducta (disciplinado). La sociedad gordófoba entiende que estos tres elementos se relacionan entre sí de manera lógica y coherente, es decir, que la persona delgada está sana y se rige por la recta razón, la disciplina y el autocontrol, mientras que la persona gorda está enferma y, en palabras de la activista Laura Contrera, su cuerpo es “la cosa desatada, desobediente e indisciplinada”, en definitiva, un fracaso. Partiendo de la consideración neoliberal del cuerpo como producto de la decisión y responsabilidad individual exclusivamente, la gorda es vista como un “mal ejemplo” de ser humano en todos los ámbitos y, en consecuencia, también en el activismo antiespecista que encuentra en ella una persona cuya imagen -fallida- denostaría la lucha. Romper con la moral que considera al cuerpo gordo como un cuerpo fallido es uno de los fines del activismo gordo; acabar con el especismo es el fin de los movimientos antiespecistas, lo cual implica necesariamente a la humanidad entera en su amplia diversidad corporal.


Mito 3: Gordofobia y especismo no tienen nada que ver
La investigadora Laura Fernández en Hacia mundos más animales (ochodoscuatro ediciones, 2018), plantea que en la sociedad especista “los animales no humanos son leídos como seres pasivos, dominados por los instintos, seres estúpidos, sin personalidad ni individualidad...”. La misma categorización se cierne sobre el cuerpo gordo en tanto que, juzgado como “mal humano”, descontrolado e irracional, es lanzado a la inferiorizada categoría de “lo animal”. No en vano, los insultos más comunes sobre el cuerpo gordo son los que hacen referencia a la animalidad: cerdo, foca, vaca, hipopótamo, ballena. El cuerpo gordo como animal, lo animal como insulto. El especismo posibilita la gordofobia. La gordofobia alimenta el especismo.  



*Agradecimiento a la activista Melinda Decker por sus aportaciones.



Magdalena Piñeyro, es Cofundadora de Stop Gordofobia y autora de los libros "10 gritos contra la gordofobia" y "Stop Gordofobia y las panzas subversivas"

Ilustración ARTE MAPACHE


Este artículo ha sido publicado en el nuevo Parole de Queer-AntiespecistaDiciembre 2019. Otros artículos escritos para este nuevo Parole de Queer:

-Volverse más queer por Pattrice Jones


-Travestismo animal. Apuntes sobre la huída humana por Analú Laferas y Val Trujillo R.