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La revolución de las vacas, gallinas, zorras, ballenas, perras, mariquitas, víboras y muches más por LAURA FERNÁNDEZ



Cuando lees el sustantivo “Humano”, ¿qué imagen aparece en tu cabeza? 

En la mía aparece un cis-tío joven, cachas, delgado, blanco, hetero, sin diversidad funcional. Él. La representación viva y encarnada de la humanidad. Y es que está claro que algunos “humanos” son más “humanos” que otros. Pero esta no es la Fórmula 1 de “El sujeto más humano”, muches de nosotres fuimos relegades a, o preferimos ser, otra cosa. Preferimos cualquier cosa antes que ser el cis-tipito blanco humano por excelencia, o que su mirada deseante y constructora de mundos nos defina. Algunes preferimos abrazar nuestra animalidad, desde donde quiera que se nos niegue la supuesta racionalidad que caracteriza a esta nuestra especie. Hablo de gordes descontrolades, de racializades, de bolleras, bi y marikas desviadas, de trans y no binaries dinamitando el género, hablo de migrantes, precarias, enfermas, viejas, tullides, locas… Todas esas corporalidades otras, que estallamos la norma y desafiamos con nuestros cuerpos este mundo binario.


Occidente/Oriente. Cultura/Naturaleza. Hombre/Mujer. Blancx/ Racializadx. Capaz/Incapaz. Cuerdx/Locx. Sanx/Insanx. Delgadx/Gordx. Heterosexual/Homosexual…

Pero hay un binario más antiguo, interdependiente, raíz organizadora de muchos de los anteriores, tan profundo que cuesta hurgar para reconocerlo y mirarle a los ojos. Que por el peso de la norma queda muchas veces incuestionado, omitido, disimulado, o simplemente apartado, como no merecedor de atención plena (siempre hubo luchas de segunda y de tercera…)

Me refiero al sacrosanto binario Humano/Animal.

A través de este binario Humano/Animal, los seres humanos nos colocamos fuera del reino animal, corriendo un tupido velo sobre nuestra identidad como mamíferos primates que compartimos, nada más y nada menos, que un 99% de nuestro ADN con el de les chimpancés. Somos tan racionales, inteligentes y superiores que podemos hacer sin remordimiento esa división: por un lado, nosotros, los amos del mundo; y por otro, las 1.426.336 especies animales restantes conocidas. Los demás animales, el resto. Ese pack aniquilador de la diversidad, que ignora que cada individuo de cualquiera de las especies mencionadas es un ser particular, único e irrepetible. Porque nosotres lo valemos y, al fin y al cabo, siempre hemos estado en el centro, al menos como especie. Luego estamos las raritas, les desviades y les escupides por el sistema. No sé que pensaréis vosotres, pero mi intuición me dice que son los cuerpos heridos los que saben de sanar en colectivo y tejer alianzas con eses otres. Y esas alianzas multicorporales interespecie pueden ser imaginadas desde los horizontes queer. O al menos, eso quiere pensar una.

¿Nos estamos olvidando de muchos alguienes cuando nos pensamos como bola de rarites, sujetos políticos de esa revolución soñada? ¿Puede acaso lo queer ignorar la especie como categoría de diferencia? ¿Dónde quedan los cuerpos reales de los animales con los que nos insultaban en el colegio? ¿Qué sienten? ¿De qué manera (directa o indirecta) experimentan en sus cuerpos la opresión? ¿Podemos establecer alianzas y dejar de masacrarles?

La respuesta a esta última pregunta es sí, y esa es la propuesta que comparto aquí hoy: pensar desde, pero más allá, del yo; considerar la especie como una categoría de diferencia que motiva la ruptura con el binarismo, como un desafío encarnado a este SistemaCapitalistaRacistaColonialCisHeteroPatriarcalGordófoboCapacitistaEspecista®. Pero no propongo sólo pensar la especie como categoría de disidencia, sino también, y sobre todo, en la materialidad de esos cuerpos y vidas y qué podemos hacer nosotres desde nuestro privilegiado lugar de humanas (entendiendo los matices de ese privilegio) para solidarizarnos frente a las violencias sistémicas que experimentan les animales no humanes como resultado del especismo.

Si te preguntas cómo, para mí el primer paso es abrazar los veganismos y dejar que tu opresión se conecte con las de aquelles animales de otras especies. Cuando sientas que ahoga, duele, oprime, no querrás seguir haciendo sangrar a tus hermanas de revolución. 

Cada quién busque su camino (¡o busquémoslo juntes!), pero sin olvidar que esto no va de mí o de ti, va de tomar posición, de abandonar el supremacismo humano (y sus correlatos), de bajarse del pedestal hecho de cadáveres de animales. Va de desestabilizar los binarismos que construyen el mundo tal y como lo conocemos: la revolución está servida.




Este artículo ha sido publicado en el nuevo Parole de Queer-AntiespecistaDiciembre 2019. Otros artículos escritos para este nuevo Parole de Queer:

-Volverse más queer por Pattrice Jones


Laura Fernández es investigadora y activista por la liberación animal. Y autora de "Hacia mundos más animales. Una crítica al binarismo ontológico"Editado por ochodoscuatro edicionesEn este enlace podéis leer su prólogo.