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BORDAR DE PÁJAROS LAS BANDERAS por CAROLINA MELONI. Prólogo de MUTANTES Y DIVINAS de IRA HYBRIS

             


  «La conquista más importante de la revolución es la revolución misma». F. Engels
  «Queremos amor y luchamos por todo el paraíso». María Galindo  


Una no conoce por vieja, nos decía nuestra madre coliza, nuestra musa porfiada. Conocemos por «afectos y contagios», por amores y amistades, por memorias y genealogías familiares, políticas, deseantes, populares. Aprendemos con las pieles y el cuerpo, en asambleas y charlas con amigas, en acaloradas discusiones. Teorizamos desde las axilas, cuando el miedo o el deseo nos invaden. Y contrariamente a lo que tanto pregonaron los falofilósofos, el saber no se gesta en una atalaya aislada, sino que se teje en común, en las cuevas subterráneas donde decidimos quedarnos mientras otros van a la búsqueda de no se sabe qué idea salvadora del mundo. Ahí, soterradas y revueltas, planificamos y organizamos la resistencia.

El libro que tienes en tus manos, camarada, no es sino un testimonio de esas insurrecciones en los sótanos. Por un lado, nos trae el eco «que conspira bajo esos pozos», los susurros de todes aquelles que el sistema ha querido silenciar y acallar; los cuchicheos atronadores de tanta loca, lunática, desviada y torcida, de tanta perra ladradora que hace retumbar sus tacones en la casa del amo, ese amo en pantuflas y batamanta que se creía autónomo, clarividente y cogitante. Por otro, es memoria pura de otras genealogías, como si entraras en una casa habitada por fantasmas, asediada por espíritus revolucionarios, testigos de acontecimientos históricos que marcaron nuestra trayectoria insumisa. En sus habitaciones oscuras, podrás encontrarte con las espectras de Mieli, Vidarte, Kollontai o Lemebel


Carolina Meloni

En esta casa okupa, las sombras que se proyectan en sus paredes son las de la Comuna de París o la de Mayo del 68. Decorada con carteles desviados, pasquines y juegos situacionistas, suenan en sus patios canciones milicianas que nos transportan a otras utopías. Entra y no tengas miedo, camarada, todo aquí te invita a realizar rituales alquímicos. Y convoquemos juntes nuestra imaginación transfeminista. Esta anti-casa, búnker para disidentes del género y de  la familia, es también, como lo señala la propia autora, «un túnel de huida [del esencialismo, del liberalismo trans, de la escasez impuesta]», pasadizo de trastocamiento y fuga que nos permite viajar a contra-trama, creando otras cartografías posibles.
                                                
La propuesta de Ira Hybris tiene cierto aire anacrónico. Mutantes y divinas es un libro teórico, filosóficamente situado, que aborda conceptos a la antigua usanza en el quehacer de esta vieja y apolillada disciplina. Se trata de una apuesta que no tiene miedo a enfrentarse a los grandes señoros del conocimiento, desde las falsas y elitistas promesas emancipatorias que trajo consigo la Ilustración, a las contradicciones de la dialéctica hegeliana o las propuestas de algunos autores de la teoría crítica. Pero, además, el libro se presenta como un verdadero manifiesto de una praxis política. Tras su ropaje epistemológico, encontramos una propuesta revolucionaria que rinde homenaje a toda una tradición estilística del manifiesto político. Del Manifiesto comunista al Libro rojo. Pasando por todo tipo de utopías transformadoras de mundos como aquellas que nos legaron las hermanas negras, chicanas y xenofeministas.
 


No hay nada reactivo en esa anacronía. Nada que nos ancle a un pasado de manera acrítica. Por el contrario, en ese détour, en ese retorno a determinadas tradiciones teórico-políticas reside su mayor potencial emancipador. Ira Hybris sabe tejer de manera extremadamente lúcida un devenir revolucionario de la teoría, a la par que dota de contenido filosófico a la praxis. Defiende rotundamente la necesidad de producir conocimiento desde los márgenes, de romper con el rechazo que suele darse en ciertos ambientes militantes a lo abstracto del pensamiento. Reafirma que la episteme no es propiedad de unos pocos, sino que también las desviadas, las subalternas y proletarias hacemos teoría desde la calle, el curro, la vida. Mutantes y divinas okupa la tradición clásica de determinados conocimientos teóricos y, desde ellos, construye pasadizos de fuga, entrelazando luchas y saberes, cuerpos y conceptos, heridas y deseos con abstracciones epistémicas. Asimismo, retoma vínculos bastardos, homenajea otras genealogías teóricas, recuperando autores, lecturas, propuestas y linajes no patriarcales, haciendo un tejido escritural promiscuo y sudado: queerificar la teoría, aseamblear y hacer un corro chismoso con la pulsión académica de lo queer. Todo el libro se transforma así en una teoría-nido, como la define su autora, en la que abrazar-nos y encontrar-nos, para pensar juntas otros mundos posibles.

                                                              

Literalmente, anacronía significa contra el tiempo, señalando cierto salto o disyunción temporal. Out of joint. Vivimos desajustadas, en un mundo fuera de sus goznes. Vivimos tiempos poco proclives a una revolución. Como si nuestra imaginación política estuviese sumamente exhausta, agotada. Tras una pandemia devastadora en la que se han multiplicado las jerarquías de clase, raza y género, a las puertas de una crisis ecológica inminente, atravesamos un panorama desolador. Se suma a todo este paisaje una ola reaccionaria que recorre cual fantasma el mundo. Como en la época de los cercados de las tierras comunales, que describió Marx para analizar la llamada acumulación originaria, hoy asistimos a nuevos procesos de desmantelamiento de lo colectivo, pero no solo en lo social, también en el interior mismo de nuestras subjetividades. Asimismo, hoy ya sabemos que el capitalismo no solo acumula riquezas a base de expropiar los bienes comunales; acumula por desposesión; acumula por subjetivación; acumula en nuestros cuerpos, moldeados con las tijeras y cinceles del sistema sexo/género y horneados a fuego lento en las cocinas de la familia tradicional burguesa

La clásica pregunta leninista, lanzada nada más comenzar el siglo XX, parece imponerse, como una eterna cadencia que nos increpa: y ahora, ¿qué hacer? ¿Qué horizontes emancipatorios podemos imaginar los cuerpos y sujetas subalternas? ¿Qué revoluciones podremos tramar y soñar juntes?, cuando hasta la propia retorica revolucionaria se ha mostrado insuficiente, reaccionaria, cishetera, racista y cómplice con el poder, tal y como lo hemos podido comprobar en numerosos proyectos políticos del pasado. Incluso el feminismo ha dejado de ser una casa para todas, para las otras y diferentes, como nos propuso hace décadas Lorde. Es cierto que rezuma en muchas de nosotras el cinismo antisistémico de Vidarte; que sobrevuela en nuestros planteamientos el descreimiento travesti de Lemebel, ante la épica del macho revolucionario. Las viejas estamos ya cansades de tanta retorica emancipadora de una izquierda rancia y ciega, de esa izquierda que desempolva sus pancartas cada 1 de mayo, junto a sus pantalones de pana. Estamos hasta el coño de un feminismo blanco y binario que reivindica cada 8 de marzo todos aquellos esencialismos biológicos que creímos superados. Y ahora, compañeras, ¿qué hacer? ¿Dónde retomar nuestros anhelos revolucionarios? ¿Dónde buscar nuevas antorchas y estandartes? 




En este desértico panorama, este libro viene a traernos una bandera, bordada de pájaros, flores y ruiseñores. Nos propone una anacronía soñadora que, como todo sueño, disloca y rompe con el tiempo de los esclavos y los amos. Nos invita a imaginar un «futurismo afectivo», para todo el mundo, para cada hija de vecina que se acerque a nuestro patio. Nos hace pensar en primaveras emancipadoras, en las que florecen travestis, cuyas risas acogedoras reemplazan los fusiles y las bombas. Este libro nos lleva a la conquista de lo verdaderamente revolucionario, esto es, la revolución misma, como señalaba Engels. Hay en la propuesta de Ira Hybris un gesto de amor expandido, de ahí su universalismo, su pulsión de totalidad. Sus páginas nos recuerdan a esa bella carta que nos legó Lohana Berkins, activista trava argentina, en la que reafirmaba el amor como motor del cambio. Solo a través de ese afecto ético-político, negado a tantas subalternas y cuerpas diversas, podremos inventar otras pasiones revolucionarias. Por ello, su torcitalidad tiene que ver con esa ternura incommensurable de las torcidas, con la venganza feliz de las mutantes y degeneradas. Porque el amor y la ternura no conoce medias tintas, ya nos lo enseñó Juan Gabriel, nuestra marica latina más hiperbólica y romántica. Para empezar a pensar juntas e intentar dar respuestas colectivas, las invito a entrar en estas páginas que se abren como un prometedor horizonte al que asomarnos. Las invito a dejarse llevar de la mano de tantas compañeras muertas y vivas en esta fiesta clandestina, en este ágape colectivo del desacato. Las insto a trans-fugarse en cada página, en cada propuesta fantasmática, en cada nota al pie que nos trae tantas voces feroces. Abran sus cansados ojos y miren este pedacito de cielo rojo, esta constelación transcomunista, cuyos destellos y relámpagos anuncian un tiempo nuevo.

Carolina Meloni 
Otoño 2023
                                                                                    

Prólogo Mutantes y Divinas. Elementos de crítica transgénero.