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Entrevista a JUDITH BUTLER

"Cuando los periodistas estadounidenses empezaron a decir que el Islam era una sociedad 'pre-moderna' y que su población aún no había alcanzado la modernidad, en verdad estaban diciendo que esas sociedades no se ajustaban a las ideas de persona-humana que nosotros habíamos alcanzado gracias a la modernidad. Por tanto, esas poblaciones aún no habían logrado la condición de 'ser humano' que nosotros sí tenemos. En otras palabras, la destrucción de esas sociedades no era otra cosa que la destrucción de pre-humanos. Del mismo modo, si la sociedad es intrínsecamente militar y si entendemos que los cuerpos de sus integrantes son simplemente máquinas militares, al aniquilarlos no estaremos matando a seres humanos, sino destruyendo unos objetos que tienen el mismo valor que los tanques y los cañones".
Judith Butler

Judith Butler es una de las intelectuales más respetadas del orbe occidental. Profesora del departamento de Retórica y Literatura comparada de la Universidad de California y autora de varios estudios sobre la Teoría Queer, según la cual nadie nace con una identidad sexual determinada, sino que la adquiere por condicionamiento social y familiar, Butler también se ha especializado en analizar el modo en que los conflictos bélicos denigran hasta un grado preocupante el valor de la vida humana. En este terreno, publicó 'Vida precaria' (Ed. Paidós, 2006) y ahora saca al mercado 'Marcos de guerra. Las vidas lloradas' (Ed. Paidós), donde reflexiona sobre la maquinaria política que, antes de iniciar una guerra, nos convence de que los cadáveres que dicha contienda producirá no merecían, de alguna forma, continuar entre los vivos. Un ensayo polémico que nos demuestra que el valor de la vida humana es también una construcción política.

¿Qué características debe tener una vida para que la reconozcamos como tal?
No estoy segura, pero lo que todos tenemos que comprender es que sólo reconocemos ciertas vidas como humanas y como reales, y esto ocurre porque existen esquemas conceptuales que controlan lo que somos capaces de reconocer. Por tanto, debemos aprehender que ciertos esquemas conceptuales delimitan lo que nosotros entendemos como humano. Lo que yo reclamo es que seamos críticos con ese esquema conceptual y desarrollemos nuevas formas de entender la vida como un objeto valioso. La clave está en entender que toda vida humana es igualmente valiosa y debe ser reconocible como tal, independientemente de las circunstancias políticas que la rodeen.

En 'Marcos de guerra' plantea que, en tiempos de guerra, las personas debemos decidir 'qué vidas merecen ser lloradas y qué vidas no'. ¿Qué estrategias siguen los gobiernos para convencernos de que ciertas vidas no merecen ser lloradas?
Quizá lo primordial sería distinguir entre duelo y pena. Nosotros podemos sentir pena por poblaciones que han sido arrasadas por la guerra, sin que por ello sintamos un auténtico duelo. Pero lo más interesante es descubrir cómo las políticas en torno a la guerra y a los medios de comunicación cómplices pueden convertir una vida en otra cosa. Si nos hacen creer que la vida de alguien era una 'amenaza para la vida de los demás', entonces no reconoceremos esa primera vida como tal. Cuando una población se defiende de una amenaza, el Estado puede decir a la gente: 'No, no hemos destruido la vida de alguien, sino que hemos defendido la nuestra'. En este terreno, el Estado está cambiando la palabra 'vida' por 'perteneciente a la nación-estado que debe vencer'. Sólo si perteneces a la nación-estado que mata a quien le amenaza tendrás una 'vida'. Porque la vida del que te quería matar a ti deja de ser reconocida como tal.

¿Podría ponernos algunos ejemplos que demuestren el modo en que un gobierno convence a la población para que desee la muerte del enemigo?
La justificación por la que merece la pena matar sólo puede ser entendida en el contexto particular de una nación concreta. Por ejemplo, cuando los periodistas estadounidenses empezaron a decir que el Islam era una sociedad 'pre-moderna' y que su población aún no había alcanzado la modernidad, en verdad estaban diciendo que esas sociedades no se ajustaban a las ideas de persona-humana que nosotros habíamos alcanzado gracias a la modernidad. Por tanto, esas poblaciones aún no habían logrado la condición de 'ser humano' que nosotros sí tenemos. En otras palabras, la destrucción de esas sociedades no era otra cosa que la destrucción de pre-humanos. Del mismo modo, si la sociedad es intrínsecamente militar y si entendemos que los cuerpos de sus integrantes son simplemente máquinas militares, al aniquilarlos no estaremos matando a seres humanos, sino destruyendo unos objetos que tienen el mismo valor que los tanques y los cañones.

Su libro presta mucha atención a los poemas que escribieron los presos de Guantánamo y explica que el Gobierno norteamericano destruyó gran parte de esos poemas para que no llegaran a la opinión pública. ¿Qué ocurriría si todos esos versos llegaran de un modo masivo a la población estadounidense?
Todos creíamos que las personas encarceladas en Guantánamo permanecerían por siempre mudas. Porque se suponía que el Gobierno estadounidense sería capaz de dar una interpretación definitiva de quiénes eran y qué importancia tenían para el mundo político. Por eso fue impactante que empezaran a hablar y, sobre todo, que escribieran poesía, ya que eso nos hacía entender que habían sufrido, que estaban enfadados, que habían sido injustamente tratados y que, en realidad, sólo luchaban por su supervivencia. El significado de aquellos poemas era que la hegemonía del Gobierno para decirnos cómo debíamos interpretar la realidad había sido rebatida. Y obviamente la censura y la destrucción de los poemas indicaba que el Ejecutivo sobreentendía que esos versos podían ser peligrosos.
Su libro también lanza una crítica a los 'periodistas empotrados' que aceptaban mostrar sólo una parte de la guerra a cambio de estar presentes en esas mismas guerras. 

¿Cree que la prensa ha entrado en el juego de los gobiernos a la hora de mostrar quién merece vivir y quién no?
Una gran parte de la prensa acepta las reglas del juego impuestas por el Gobierno. Esa complicidad ha terminado convirtiéndose en una condición previa, inquietante, de la legitimidad de ese mismo Gobierno para actuar como actúa. Me parece que la independencia de los periodistas era y es un requisito previo de su propia legitimidad. Pero en un mundo en el que sólo se puede ser terrorista o patriota, los periodistas eligieron lo segundo.

¿Y los fotógrafos de guerra?
Los fotógrafos y los reporteros ansiaban tanto acceder a la guerra que aceptaron las condiciones que les imponía el Gbierno. Aquel fue un acuerdo terrible, porque restringe el modo en que el mundo puede ver el conflicto. Si la esfera visual se limita para que la gente no 'vea' la guerra, estaremos menos preparados para oponernos a ella.

Ha trabajado especialmente el tema de las minorías sexuales, pero en este libro se centra en la creación de marcos mentales para la guerra. ¿Cuál es el vínculo entre el tema de las minorías sexuales y el de la conciencia bélica?
Existen muchos vínculos. Por ejemplo, todos pudimos ver el modo en que George Bush trató de usar el feminismo para legitimar su guerra en Afganistán, y también vimos el modo en que los vigilantes de Abu Ghraib emplearon la humillación y la tortura sexuales como armas contra los presos. Por otra parte, existe un número de defensores de los derechos de los homosexuales que se oponen a la presencia de musulmanes en Europa, porque creen que ponen en peligro su propia libertad sexual.

Entrevista realizada por Álvaro Colomer y publicada en El Mundo, el 8 de junio de 2010.