domingo

DISIDENCIA DE GENERO EN LA FRONTERA UCRANIANA por PAUL B. PRECIADO


Volé de Estambul a Kiev. En el avión embarcaron una docena de Kate Moss y un puñado de Daniel Craig, pero sobretodo los cuerpos que mantienen la cabeza hacia abajo y no hablan ucraniano o ruso o turco … ¿De dónde son? ¿A dónde van? Ellos se deben hacer la misma pregunta, si me ven leer en francés, escribir en español, hablar en Inglés. La imagen de los migrantes que cruzan las fronteras se ha convertido en el significante universal que nos recodifica. ¿Quién soy yo?, ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿De qué guerra estoy huyendo? ¿Cuál es mi refugio? Si hubiera una lectura del tarot para nuestro tiempo, aparecerían las cartas del verdugo, el Loco y el Ermitaño. Desposeción, desplazamiento, aprendizaje profundo. La resultante es el mundo. No tenemos otra opción: vamos a cambiar la forma en que producimos la realidad o vamos a dejar de existir como especie.
Aterrizamos. Con 250 gramos de testosterona inyectadas cada doce días en mi cuerpo, la disidencia de genero ha dejado de ser una teoría política para devenir una forma de encarnación. Pero preferiría no tener que explicar eso al oficial de Aduanas que examina mi pasaporte. La frontera ucraniana no me parece un lugar ideal para establecer un taller de políticas trans. El militar delante de mí es un niño, que todavía tiene la fragilidad de un bebé que llora porque necesita comer. En todos los casos, es mejor que este allí que en una trinchera de Donetsk. Dicen que el ejército recluta en cualquier momento, y con el pretexto de la formación militar, los chicos son enviados por meses a lugares de los que no saben si van a volver algún día. Su barba, como la mía, apenas comienza a crecer y, como yo, sufre de acné. Pero para pasar esta aduana, yo no puedo contar con la complicidad que podría establecer este sutil aumento de las dosis de testosterona en nuestra sangre. La frontera es un teatro inmunológico en la que cada cuerpo es percibido como un enemigo potencial y ambos estamos puestos a cada lado de este umbral para jugar el juego de la identidad y la diferencia.
La escena comienza: sus manos gruesas adoptan bruscamente los gestos administrativos, gira mi pasaporte. Supera la vergüenza del acné a través de la arrogancia que le da su uniforme de camuflaje verde, recién estrenado, mientras yo trato de sonreír. La sonrisa, dicen, es una marca de la gestualidad femenina. Mirando mi foto de hace tres años, me pregunta si  ese es mi pasaporte, y cuál  es mi nombre. La testosterona tiene un impacto en las cuerdas vocales, y en los últimos tiempos, mi voz se volvió ronca. Como yo no sé todavía manejarlo bien, parece que soy un fumador de puros que sufre de neumonía. Si no hago ningún esfuerzo cuando hablo, uno pensaría que Plácido Domingo tomó frío y que quiere cantar como Montserrat Caballé. Pero, ante el joven aduanero, me esfuerzo en producir un falsete, sin que suene forzado. Respondo: “Beatriz”, para permanecer en la legalidad, y pronuncio un nombre que ahora me parece extranjero.

Durante nueve meses, me acostumbré a decir Paul, a responder al nombre de Paul, a girarme cuando escucho pronunciar ese nombre. Pero por ahora, es preferible que me lo olvide. Comienzo a transpirar mientras el soldado observa mi pasaporte bajo un microscopio. Él me dice: “This is not you, this is a woman” (Este no es Ud. esta es una mujer) y yo le contesto: «Yes, it is me, I am a woman» (Sí, soy yo, soy una mujer) Y me recuerdo diciendo, sólo hace unas horas: “Yo soy un hombre”, mientras que los curadores que me conocían con mi antigua identidad todavía se dirigían a mí en femenino. Las dos enunciaciones aparecen ahora circunstanciales, pragmáticas, en el sentido lingüístico del termino: su significado depende del contexto de enunciación y de las convenciones políticas que lo estructuran.
El joven aduanero me mira incrédulo. Llama a una mujer militar para que ella me registre. Ella me toca con la destreza de un masajista Rolfing - como si sus manos trataran de separar las fascias de mi cuerpo. Ella finalmente sumerge su brazo en mis pantalones y palpa entre mis piernas. Luego se acerca al soldado y le explica en ucraniano, me imagino, a juzgar por sus acciones, que encontró la evidencia anatómica que corrobora el estatus legal de mi pasaporte. Ellos me devuelven mis documentos y me dejan pasar, me liberan como a un animal peligroso o un paciente del que se teme el contagio.
Saliendo de la aduana, recupero mi equipaje y un taxi me espera, alzando un cartón con el nombre de “Paul”. Una vez más, la escena cambia la enunciación. “Buenas tardes, señor.” Desde el coche en movimiento, la primera impresión que me da la ciudad, es la monumentalidad y la desproporción de las escalas, barreras de rascacielos de bajo costo en medio de espacios de césped, edificios racionalistas rusos perdidos entre los lagos … pero nada tan impresionante como la estatua colosal de una mujer que se erige sobre las colinas de Lavra. Amenazante, ella blande una espada en una mano y sostiene un escudo en la otra. La artista Anna Daucikova me explicará más tarde que es la Rodina Mat, la estatua de la Madre Patria: una Medea soviética de acero inoxidable, de 62 metros de altura y 520 toneladas, que corta el horizonte más radicalmente que cualquier rascacielos en el paisaje de Nueva York. Porque no es un edificio, sino un cuerpo.
El cuerpo (ahora fragmentado y frágil) de la nación rusa. Después de la angustia de la aduana, la imagen de la Rodina Mat adquiere un carácter onírico. Ella se erige frente a mí como la encarnación de la ley del género anunciando el imperativo de la diferencia sexual como condición de posibilidad de la identidad nacional. Esa es la inscripción en el paisaje urbano de la norma administrativa que exige que en mi pasaporte figure la mención “M” o “F”. La nación es una usina orgánica, donde la feminidad debe concebir el cuerpo masculino que enviaremos a la guerra. Y luego yo veo la Rodina Mat, tal vez en una alucinación, agitando en cada una de sus manos uno de mis nombres, Beatriz- espada o Paul-escudo, y que me dice: “ven, ven a mis brazos.”


Artículo compartido de leemeenvozalta