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(NO) TODO SIGUE IGUAL por ITZIAR ZIGA


A veces nos resistimos a reconocer las mejoras que nosotras hemos provocado. Y nos quedamos bloqueadas entre un enrarecido estamos igual, incluso peor que siempre, y el discurso reaccionario que proclama hipócrita que el machismo ya pasó. Esta paradoja no es nuestra, mejor no caer en ella.

Las mujeres que deciden hoy escapar de su infierno cotidiano no se enfrentan al contexto que rodeaba a mi ama cuando se lo planteó por primera vez en 1979. Encaran al mismo macho de siempre y ese drama intestino que es la violencia dentro del vínculo, pero cuentan con recursos tanto legales como asistenciales multiplicados. Por mucho que haya que afinarlos y que sean insuficientes. Y sobre todo, socialmente ahora se entiende que no está bien violar ni pegar a una mujer. Esa batalla moral la hemos ganado a pulso. Me niego a valorar nuestras victorias ni nuestras derrotas por el número de muertas, nunca les haría eso a ellas. Y sobre todo, jamás invisibilizaré tantas historias de superación. Son increíblemente hermosas y algunas laten en mi piel, en mi memoria. No sé ni donde estaría yo de no haber recibido terapia de recuperación emocional a través de un colectivo de mujeres prodigioso llamado Tamaia en Barcelona.

En nuestros siglos de andadura, las feministas hemos ido encontrando y convenciendo a hombres aliados. Tampoco ninguna mujer nace feminista, ni siquiera nace mujer. Reconocer que existen hombres que deciden no ser machos no significa negar que otros sí decidan serlo y quedarnos indefensas ante ellos. Al contrario. Evita que apuntalemos las ruedas de nuestro empoderamiento. Y lo personal no sólo es político, es también comunitario. 

Mi existencia como lesbiana es mil veces más posible gracias a tantas y tantos parias de género que visibilizaron nuestras opciones prohibidas en las décadas más difíciles, arriesgándolo todo. Disfrutar de mi vida ganada no significa ensimismarme. Pero mostrar sólo el machismo, hiperbolizar esa cosa rara que llaman ahora micromachismos, magnifica el terror sexual al que fuimos destinadas. Contra el que no pararemos de subvertirnos, tan a menudo, alegremente.

Artículo compartido del diario Gara